La trampa que Sánchez prepara a Feijóo: un acercamiento en la batalla por el centro
La estrategia de Sánchez es clara: tiene que reventar el centro del tablero. Si no le votan a él, al menos que tampoco voten al PP
Madrid
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Iniciar sesiónPedro Sánchez es perfectamente consciente de que es presidente casi por accidente. Muy al contrario que el discurso oficial que penetra en su base militante y que se refiere a una gran mayoría progresista que ha logrado frenar a la derecha. El presidente del Gobierno ... sabe que esa mayoría ideológica no existe, que su bloque está en retroceso y que la tendencia sociológica y electoral llevaría a Alberto Núñez Feijóo a La Moncloa en la próxima cita con las urnas. Su objetivo no es otro que reducir una tendencia que ha dejado a su bloque con los independentistas al borde del precipicio. Y es en ese contexto en el que se explican los movimientos en torno a una posible reunión entre los líderes.
La batalla se disputa en el centro. En ese espacio algo abstracto, que algunos dicen que no existe, pero que sigue condicionando las elecciones. El espacio que representan millones de electores denominados 'templados', menos ideologizados y con menos carga partidista en su toma de decisiones. Electores que en el pasado oscilaban entre los dos grandes partidos, que han coqueteado con las nuevas formaciones, singularmente con Ciudadanos, y que ahora buscan su encaje en un mapa electoral muy polarizado que les genera desafección.
Durante años las transferencias de voto entre PP y PSOE quedaron cortocircuitadas. No había un gran movimiento entre bloques. Eso ha empezado a cambiar en el último ciclo electoral. ABC publicó hace varias semanas que el informe poselectoral que tiene Alberto Núñez Feijóo encima de su mesa cifra en algo menos de 600.000 los votos que llegaron desde el PSOE hacia el PP. Es un dato que contrasta con otro, y que explica en buena medida que Feijóo no sea hoy presidente del Gobierno. El PP llegó a manejar durante la campaña que esas transferencias podrían haber superado los 900.000 votos. El CIS preelectoral cifró en un 10,7% los electores que dudaban entre los dos grandes partidos. Los institutos demoscópicos corroboran que el mayor flujo se midió tras el cara a cara pero fue desinflándose y de forma abrupta en la última semana de la campaña electoral.
Sánchez y Feijóo están pensando en eso cuando analizan los pros y contras de un acercamiento. Por limitado que sea. La llamada que se produjo en la tarde de este lunes entre los jefes de gabinete de ambos, Óscar López y Marta Varela, no logró cerrar una fecha para el encuentro. Singularmente por las limitaciones que planteó el Partido Popular. «Ellos necesitan esa foto más que nosotros», aseguran en la calle Génova. El presidente ha propuesto al PP una comisión de trabajo para abordar tres asuntos: la reforma del artículo 49 de la Constitución para eliminar el término 'disminuidos', la de la financiación autonómica y la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Para Sánchez el contacto con el PP opera como esas banderas de España que poblaron su mitin en Ifema tras los acuerdos con los independentistas. Después de años sin ver prácticamente ninguna en los mítines socialistas, y desde luego nunca distribuidas por la organización. Una estrategia para ganar centralidad y demostrar que él puede negociar con todo el arco parlamentario salvo con Vox. Y en cierta forma blanquear sus otras alianzas. El PP lo sabe. Y quiso anticiparse a ello en la investidura con esa frase de Feijóo: «Cuando sus socios le abandonen no me busque». En la reunión privada que mantuvieron ambos en el Congreso de los Diputados de cara a su investidura, Sánchez ya le deslizó que habría que valorar acuerdos entre los dos grandes partidos.
El movimiento opera como una amenaza para la ambición del PP de crecer en el centro del tablero. El proyecto de Feijóo tiene como eje fundamental poder representar a esa base social. Él ha defendido, al contrario que Sánchez, tras el 23J la necesidad de acuerdos entre los dos grandes partidos. Y ahora ve cómo esa posibilidad constituye un órdago. Hacer coincidir en el tiempo la tramitación de la ley de amnistía con esa negociación es un riesgo enorme para el PP.
Sánchez nunca ha creído en los acuerdos PSOE-PP y ahora los empuña. Y Feijóo que sí los defiende se resiste a ser utilizado. Para el PP acercarse a Sánchez en estos momentos es tóxico. Un riesgo. La derecha sigue fracturada en dos partidos. Y cualquier aproximación al Gobierno es un riesgo que dará argumentos a Vox y que una parte del propio electorado y de los cargos del partido no comprenderán. Génova rechaza de plano la creación de esa mesa de trabajo porque es un formato similar al concedido a los independentistas. El PP no le van a entregar esa foto a Sánchez sin garantías de que sirve para algo concreto. No van a renovar el CGPJ sin reforma simultánea de la ley, no van a modificar el artículo 49 de la Constitución sin garantías de Sánchez y sus socios de que no se abordarán otros asuntos y no se considera que sea el marco para la financiación autonómica.
Moncloa busca una estrategia que le ofrezca réditos pase lo que pase. Si no hay pacto intensificará su estrategia de criminalización del PP. El último es el escenario más probable, y en cualquier caso el que se impondrá en la legislatura incluso si ahora se llega a algún acuerdo puntual. La estrategia de Sánchez es clara: tiene que reventar el centro del tablero. Si no le votan a él, al menos que tampoco voten al PP. Hubo un tiempo que aspiró a un trasvase masivo de Ciudadanos al PSOE. Las diferentes elecciones lo han convencido de que la empresa se le resiste. Pero necesita extremar las posiciones de Feijóo, que aparezca permanentemente vinculado a Vox para que esas bolsas electorales, también la de sus electores descontentos, no vayan al PP. Frenar la hemorragia y en la medida de lo posible revertirla. Como logró en la recta final de la campaña electoral. El primer semestre del próximo año hay tres procesos electorales que tendrán una clara lectura nacional.
Al final Sánchez trata de darle la vuelta a un marco en el que Feijóo dominaba: la demanda de acuerdos PSOE-PP. Feijóo dudará, porque él quiere crecer en el centro. Por eso insiste en que acudirá a La Moncloa por sentido institucional. Pero a la vez demanda acordar primero el perímetro del pacto. Sabe que todo responde a una estrategia en La Moncloa. Sánchez ha asumido la doctrina Iglesias. Consolidada su alianza con la izquierda y el independentismo, solo tiene dos amenazas: la pérdida completa del centro del tablero y la unificación de la derecha. La Moncloa trabaja para que nada de eso suceda. Es una dinámica perversa para Feijóo. Y la legislatura solo acaba de empezar.
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