La última habitante del Palacio Real de Madrid: «Fui muy feliz allí»
María José Aguilar-Tablada vivió en la quinta planta de la residencia oficial de los Reyes hasta 1971. Llegó con 8 años y se fue con 25. Tuvo «una infancia privilegiada»: jugó al escondite y patinó por los pasillos de Pérez Galdós
La transformación del Palacio Real, una residencia oficial en constante movimiento
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesión21 de diciembre de 1959. Palacio Real de Madrid. Noche cerrada. Una niña de 13 años escondida detrás de una de las columnas del patio del príncipe observa la llegada de Francisco Franco y el presidente de los Estados Unidos. Es la primera vez ... en la historia que un mandatario americano visita España. Cualquier fallo en el protocolo de la cena que está a punto de servirse en el comedor de gala de la primera planta -donde no faltarán un caldo de ave néctar, lubina del Cantábrico, ternera de Castilla y verduras de La Granja- puede tirar por tierra la visita de Dwight Eisenhower, que supone la prueba definitiva de que Franco ha conseguido salir del aislamiento que sufre desde la derrota del Eje en la II Guerra Mundial.
La majestuosidad del Palacio Real -que durante la dictadura pasó a llamarse Palacio de Oriente- y la importancia del acto han generado tal expectación que ninguno de los más de 500 periodistas españoles y extranjeros acreditados se han percatado de la presencia de esta niña que, desde la penumbra, contempla sin demasiado interés y mucha prisa la llegada de personas que parecen importantes. Ha quedado con sus amigas en la Plaza de Oriente y no quiere que se vayan sin ella. Le ha suplicado al Guardia Civil de Palacio, a quien conoce desde hace años, que la deje salir corriendo. Le ha prometido que no la van a ver, pero la orden es clara: nadie se mueve de allí durante la llegada de la comitiva. Esos cinco o diez minutos se le hacen eternos, pero los aprovecha para recuperar el aliento. Ha bajado casi de dos en dos los 200 peldaños de la escalera de damas de palacio, que comunica el patio del príncipe con la quinta planta. Ahí arriba, tras el umbral de la puerta número 10, desde hace cinco años vive esta joven junto a sus padres, sus cuatro hermanos y su abuela.
3 de octubre de 2023. Redacción del diario ABC en Madrid. Al otro lado del teléfono, María José Aguilar-Tablada reconoce que nunca olvidará la visita de Eisenhower. La percha de esta conversación, sin embargo, es otra a la que resta importancia: ella y sus padres (Juan y Enriqueta) fueron las tres últimas personas que vivieron en el Palacio Real. Accede a hablar con este diario, pero prefiere no aportar ninguna fotografía suya actual para este reportaje. «Vivir en Palacio para mí solo era eso: vivir en Palacio. Yo no soy protagonista de nada», dice. Discrepo, pero no hay forma de convencerla.
De El Pardo al Palacio Real
Cuando María José tenía 8 años, a su padre le nombraron jefe de personal de museos del Palacio de Oriente. Cambiaron entonces su casa en El Pardo por otra en la quinta planta del Palacio Real de Madrid, con cuatro ventanas con vistas a la Plaza de Oriente. «Venir a Madrid para mí fue un regalo. Me hizo mucha ilusión, enseguida me adapté. Lo viví todo con mucha normalidad», cuenta. «Me impresionó mucho que en la casa había muchas habitaciones. Mi hermana y yo compartíamos una que era enorme y tenía un armario inmenso y varias habitaciones contiguas mucho más pequeñas», añade.
Una infancia «muy feliz»
«De repente abríamos un armario y nos encontrábamos con una cabeza de una escultura. gritábamos y salíamos corriendo»
María José Aguilar-Tablada
La última habitante del Palacio Real
En aquel momento en el Palacio de Oriente vivían cinco familias: la de la jefa encargada de las señoras de la limpieza y las de los jefes encargados de los fontaneros, los electricistas, gestión administrativa y del personal de museos. Este último era el padre de María José. La mayoría de las casas de estas familias estaban en la quinta planta, pero cada una en una punta. Entre las cinco sumaban más de 20 hijos, y muchos de ellos en edades parecidas. «En los primeros años nos juntamos muchos niños de entre 8 y 12 años para jugar al escondite en las distintas casas que había vacías en la quinta planta. Corríamos sin parar y nos pasábamos el día jugando. Si hacía bueno salíamos a la terraza del patio del príncipe, donde jugábamos mucho. Era muy divertido», recuerda. De vez en cuando, les daba «por inspeccionar»: «Nos íbamos a zonas del Palacio más abandonadas y mirábamos que había. De repente abríamos un armario y nos encontrábamos con una cabeza de una escultura y nos asustábamos, gritábamos y salíamos corriendo».
María José reconoce que no pudo tener «una infancia más feliz»: «No paré de jugar con mis amigas y de pasarlo muy bien. Jugábamos en la plaza de la Armería, y en el patio del príncipe y la terraza. A mí me encantaba patinar y me podía pasar tardes y tardes dando vueltas por la quinta planta». Nunca se le pasó por la cabeza, sin embargo, corretear por la primera, donde se encuentran el salón del trono, Gasparini, el comedor de gala y las dependencias privadas de la Familia Real. «¡Jamás se me hubiera ocurrido!», exclama escandalizada ante la pregunta. «Yo nunca entraba en la primera planta. Ni se me ocurría colarme por ahí porque mi padre me mataba. Como mucho iba a su despacho si él me lo pedía, como un día que le bajé una aspirina», afirma. Como jefe del personal de museos, Juan Aguilar-Tablada Varo tenía el despacho en la primera planta. Siempre que podía María José utilizaba la escalera principal para llegar: «Me quedaba mirando hacia arriba maravillada por la piedra y los frescos». Era entonces cuando caía en la cuenta de que, bajo la cuarta y la quinta planta —donde se encontraban las dependencias que ella consideraba su hogar—, había un Palacio.
«No era cómodo»
«Me considero una privilegiada porque tuve una infancia muy feliz en el Palacio Real», repite. «He tenido unos padres y hermanos maravillosos. He crecido rodeada de amor y, además, en un entorno precioso». En 1971, cuando tenía 25 años, María José y sus padres se mudaron a un piso en la calle Doctor Fourquet: «Hacía tiempo que el resto de familias se habían ido. Estuvimos cuatro años viviendo los tres solos en el Palacio Real. Teníamos la nueva casa preparada desde hacía tiempo, pero a mi padre no le autorizaban para que nos fuéramos». María José llevaba desde los 16 años trabajando en el Palacio Real y para entonces tenía una plaza fija y trabajaba en los talleres de restauración de Patrimonio Nacional, que se encontraban en la cuarta planta. Todos los días, cuando subía de trabajar, preguntaba «Papá, ¿Cuándo nos vamos?». Ella «estaba deseando salir de allí»: «Me encontraba como muy sola en esa casa tan grande». Vivir en el Palacio Real «no era cómodo». «Un sitio tan grande no es acogedor. Te haces a vivir allí porque te acostumbras a vivir así, pero las distancias son inmensas, no había calefacción, sólo estufas de carbón y butano. Cuando salimos de allí descubrí otra forma de vivir más cómoda. Me hizo mucha ilusión vivir en una casa con calefacción, tener una bañera y estrenar una cocina con gas», explica.
En los últimos años, antes de quedarse solos en el Palacio Real, cuando cogía un taxi y pedía que la llevara a la calle Bailén, al Palacio de Oriente, los taxistas no la entendían: «Me preguntaban qué había ahí y después ponían caras raras cuando me veían entrar». La mejor anécdota sobre sus vueltas a casa está en su etapa adolescente. «Cuando salía a casas de amigos que hacían guateques al otro lado de la Plaza de Oriente», María José quedaba a las diez menos cuarto en la puerta del Palacio Real con Mariví y Juani, las hijas del jefe de gestión administrativa, «para subir juntas a casa» porque les daba «pánico» hacerlo solas: «Conforme subíamos teníamos que encender una luz en un lado y apagarla en el otro. Eran pasillos muy grandes y no había suficientes luces. Con quince años imponía mucho».
Las plantas del servicio del Palacio Real
Quinta planta o piso de cocinas
Era un barrio popular en el que había 110 casas. Donde antes vivía el personal de cocinas y mantenimiento, ahora son espacios de oficinas y almacenes de Patrimonio Nacional.
Cuarta planta o piso de damas
Era un barrio noble, en el que había unas 68 viviendas. Allí vivían los ayudas de cámara, el sacristán y el personal de servicio de confianza de la Familia Real. Hoy en día esas casas están ocupadas por talleres de Patrimonio Nacional.
Distribución de la casa
Cocina
Dormitorio de las niñas
Zapatero
Despensa
Sala de estar
Dormitorio individual
Salón comedor
Carbonera
Dormitorio principal
Distribuidor con estufa de carbón
Vestidor
Lavabo y ducha
Entrada
principal
Detalle de
la vivienda
Retrete
Teléfono
Ventana con vista a la Plaza de Oriente
Fuente: Patrimonio Nacional y elaboración propia
ABC / JdVelasco y J. Torres
Las plantas del servicio
del Palacio Real
Quinta planta o piso de cocinas
Era un barrio popular en el que había 110 casas. Donde antes vivía el personal de cocinas y mantenimiento, ahora son espacios de oficinas y almacenes de Patrimonio Nacional.
Cuarta planta
o piso de damas
Era un barrio noble, en el que había unas 68 viviendas. Allí vivían los ayudas de cámara, el sacristán y el personal de servicio de confianza de la Familia Real. Hoy en día esas casas están ocupadas por talleres de Patrimonio Nacional.
Distribución
de la casa
Cocina
Despensa
Sala de estar
Carbonera
Distribuidor con
estufa de carbón
Vestidor
Entrada
principal
Detalle de
la vivienda
Ventana con vista
a la Plaza de Oriente
Dormitorio de las niñas
Zapatero
Dormitorio individual
Salón comedor
Dormitorio principal
Lavabo y ducha
Fuente: Patrimonio Nacional y elaboración propia
ABC / JdVelasco y J. Torres
María José dejó de vivir en el Palacio Real, pero siguió yendo todos los días a trabajar. Fue en esta segunda etapa cuando empezó a ser consciente de la historia y la belleza que contenía la primera planta del edificio en el que había crecido: «Estuve un tiempo en la oficina del tesoro artístico y fue maravilloso porque supuso estar rodeada de obras de arte, tapices, fichas…. hice los inventarios de El Escorial, La Granja…».
El 20 de marzo de 2010, María José decidió jubilarse después de 47 años trabajando para Patrimonio Nacional. «Vivir y crecer en el Palacio Real ha sido un sueño. No ha habido un día en el que no me he sentido una privilegiada», concluye emocionada. Es de las pocas personas que puede presumir de conocer todos los rincones del Palacio Real. A las despedidas personales de aquel día le siguieron otras más sentimentales, que la llevaron a subir a la quinta planta y a abrir de nuevo la puerta número 10. Con el paso de los años, la que fue su casa es ahora un guardamuebles. «Volví a recordar todos aquellos años. Se me hizo raro porque estaba todo muy distinto, pero fue bonito». Es la magia del Palacio Real de Madrid: un enclave vivo, que evoluciona con las necesidades que marcan los tiempos y que igual hace las funciones de residencia oficial de los Reyes de España, como de museo, además de ser un espacio que Patrimonio Nacional destina para sus oficinas, talleres y almacenes.
El Galdós más auténtico
Atrás quedan los años en los que entre la cuarta y la quinta planta del Palacio Real se distinguían dos barrios de Madrid -con sus calles y «recovecos, burladeros y sorpresas, capricho de la arquitectura y mofa de la simetría»-, separados por escaleras distintas y que tenían en común la terraza del patio del príncipe, en la cuarta planta. Dos estratos sociales —el noble y el popular—, que Benito Pérez Galdós describió en 1884 en 'La de Bringas': «Esta ciudad, donde alternan pacíficamente aristocracia, clase media y pueblo, es una real república que los monarcas se han puesto por corona, y engarzadas en su inmenso circuito, guarda muestras diversas de toda clase de personas».
«Todas las plantas altas de Palacio son un tesoro para contar la vida cotidiana de diferentes clases sociales»
José Luis Sancho
Jefe de servicio de Investigación Histórica de Patrimonio Nacional
«Todas las plantas altas de Palacio son un tesoro para contar la vida cotidiana de diferentes clases sociales. Porque un Palacio no es solamente tesoros artísticos, es la vida cotidiana no solo de las personas reales, sino de todas las clases que estaban alrededor de ellos», cuenta José Luis Sancho, jefe de servicio de Investigación Histórica de Patrimonio Nacional. Desde la quinta planta explica que aquí, «con la planta de abajo es donde vivían los servidores de Palacio», hasta el exilio de Alfonso XIII: «Entonces se llamaba planta segunda, o piso de damas, que es la de abajo; y la tercera, o piso de cocinas —que es esta— era donde estaban las cocinas de la gente que vivía en las dos plantas».
En la planta de abajo precisamente (en la cuarta o piso de damas) nos enseña también el oratorio de damas. Porque esta ciudad de servidores de Palacio no podía serlo sin «su parroquia». Se trata de una capilla que todavía huele a pintura y en la que, a derecha e izquierda del altar, hay dos imágenes de Santa Beatriz y Santa Cristina, que podrían estar ahí por Beatriz y María Cristina de Borbón y Battenberg, las hijas de Alfonso XIII. «Aunque no hay constancia de que ellas vinieran a esta capilla», apunta Sancho.
En los 14.246 metros cuadrados del piso de cocinas había unas 110 casas y en el de damas 68. «Aquí se conserva el embaldosado que describe Galdós cuando dice 'echamos a andar por esos pasillos infinitos de baldosa amarilla y roja', que es un suelo típico en el Madrid isabelino», cuenta Sancho, mientras recorremos un pasillo con este suelo que califica como «el escenario del Galdós más auténtico».
Al fondo del pasillo, a través de una enorme ventana, queda poco del Madrid que describió el literato: «Miramos por el ventanón el hermoso panorama de la Plaza de Oriente y la parte de Madrid que desde allí se descubre, con más de cincuenta cúpulas, espadañas y campanarios. El caballo de Felipe IV nos parecía un juguete, el Teatro Real una barraca, y el plano superior del cornisamento de Palacio un ancho puente sobre el precipicio, por donde podría correr con holgura quien no padeciera vértigos».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete