Supervivientes del Holocausto, el último hilo de la memoria
Por puras razones biológicas, esta generación verá desaparecer a los que lograron escapar del nazismo. En España constan dos, ambas mujeres. Instituciones en todo el mundo guardan sus testimonios y se preparan para un futuro sin ellos
Eva Leitman-Bohnan con el pasaporte de su abuela Rózsi, que desde España ayudó a que ella, siendo bebé, y su madre escaparan de Budapest gracias al diplomático español Ángel Sanz Briz
No quedan ya muchas oportunidades de ser testigo de un testigo del holocausto. De escuchar como a Eva Leitman-Bohrer se le conmociona la voz al narrar que en la huida de la Hungría ocupada donde nació proscrita en 1944 ha sabido que no ... probó la leche hasta los 9 meses de edad, su madre en el raquitismo de la persecución no tuvo con qué amamantarla y a Eva le alimentaron con jugo de las mondas de patatas y de zanahorias. Ella es un 'bebé milagro', arrancada de una muerte segura y traída a Madrid gracias a la providencia del diplomático Ángel Sanz Briz, todo un Oskar Schindler, apodado el 'Ángel de Budapest', «mi admiración por él», recalca la mujer. «Que no se me pase decirlo... mi respeto. Que no se olvide lo que hizo, no se puede olvidar»
Hasta donde consta, hoy en España solo Eva Leitman-Bohrer y Rodha Abecasis, superviviente del gueto de Varsovia de 85 años, son carne viva de la cacería nazi. No hay más, ambas constituyen el hilo más estrecho entre este país, que les acogió, y la memoria del horror.
La cuenta atrás para un mundo sin víctimas del espanto que volcó el curso de la historia modena se acelera y por esa razón, la aspiración de los perseguidos del genocidio que vivieron para contarlo –que el Holocausto y el dolor no tengan la última palabra, que la última sea de esperanza, eso es lo que quieren– cobra especial significado para esta generación, la actual, que asistirá sin remedio al final biológico de «una especie en extinción». Miembro de ella se sentía, y así lo expresó, Juan Romero, el último en fallecer a los 101 años el pasado 2020 de los entre 2.500 y 3.000 deportados de la República que lograron sobrevivir a los campos de concentración, según certifica la Amical de Mauthausen y otros Campos y de Todas las Víctimas del Nazismo de España.
Ni ira ni rencor
Su presidente, Juan Calvo, que compartió tantas horas con tantos de ellos, subraya de aquellas conversaciones una constante «asombrosa: la ausencia de ira y de rencor y de dramatismo» en las reflexiones que les oyó sobre los cautiverios padecidos. «Entendían que lo que sufrieron fue por unos objetivos de vida, políticos, de solidaridad, de justicia... que no se arrepentían haber luchado y que si hubiera tenido que volver a hacerlo, lo habrían hecho«.
Y de entre todos, se le viene a la cabeza la perplejidad cósmica que siempre expresó uno en particular «Edmon Gimeno, un intelectual», internado con 19 años en el moridero de Buchenwald y después en Dora Mittelbau, y que hasta su defunción en 2014 «seguía insistiendo en que para él era impensable cómo en una nación como Alemania, cuna de la cultura europea, había llegado a desarrollarse el nazismo. Nunca llegó a comprenderlo». Aviso. El impacto de oír algo así es, añade Calvo, «una vacuna para toda la vida»
«Cuando desaparezcamos, se perderá una parte de la Historia y de saber que si aquello sucedió, puede volver. Seguimos teniendo guerras crueles, aunque lo nuestro no fue una guerra... lo nuestro fue El Mal, y para que no se repita hay que tratar de defenderse y de dar ejemplo«, considera Eva Leitman, que se ha entregado a esa tarea sin descanso». Vamos allí donde nos llaman«, resume en alusión a la infinidad de conferencias, diálogos, encuentros con la sociedad en los que ha participado, promovidos muchas de ellos por el Centro Sefarad-Israel con sede en Madrid, y frecuentemente junto a los hijos de su propio salvador.
Para el Centro sefarad-israel, oír a las víctimas ayuda a «desficcionar» el holocausto y entender que «fue un mundo lo que se perdió»
Escuelas, institutos o universidades son algunos de los lugares elegidos. Ahora acaba de publicar un libro sin ánimo de lucro, 'Los papeles secretos de Pape', en referencia al tesoro documental que halló al fallecer en 2017 el único padre al que conoció, Pape Bohrer, primo segundo del biológico, Arthur Leitman, que pereció en 1945 en un campo de trabajos forzados por «sepsis y consunción», de 'consumirse'. Hambre y penalidades. El libro reúne los certificados, pasaportes, fotografías y, en definitiva, las huellas que permiten rastrear el éxodo desesperado que su familia emprendió según las aguas del Danubio bajaban teñidas del rojo sangre de miles de judíos ejecutados.
El poderoso impacto
Instituciones de todo el planeta, memoriales o asociaciones se han preparado para un futuro sin supervivientes.
En Jerusalén, Yad Vashem, el principal referente de la Shoá (la catástrofe, en hebreo) y verificador oficioso de los sobrevivientes, produce desde 2019 hologramas para poder recrear con máxima fidelidad la poderosa impresión del recuerdo de los que resistieron. Lo más parecido a tener delante a personas que ya no están. Se recurrió a esa tecnología cuando estuvo disponible, antes se registraron en vídeo durante años entrevistas en profundidad con ellos –las dificultades diarias, la Marcha de la Muerte, el gueto de Lodz, de Kovno, las estrellas amarillas, las fosas, la conquista de Polonia–, a las que en 2008 se incorporaron otras 200.000 horas de grabaciones similares aportados por el cineasta Steven Spielberg.
Desde el Centro Sefarad-Israel, su director, Jaime Moreno Bau, destaca el incalculable valor de ese contacto directo con la verdad de los supervivientes, también como forma de «desficcionar» unos hechos a menudo configurados por las películas. O para reparar en que, junto a existencias concretas que se cercenaron, con el holocausto «fue todo un mundo lo que se perdió, una comunidad entera próspera, activa, emprendedora, una cultura».
«Se siente mucha emoción, mucha rabia, hastío hacia el ser humano cuando piensas que aquello puede volver a repetir», describe Moreno Bau. La entidad pública que encabeza lidera la representación española ante la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), «que –precisa–es donde realmentese está viendo cómo se va a trabajar una vez que ya no queden supervivientes». En 2020, 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, la organización cifró en solo 200 los antiguos prisioneros allí que seguían vivos, puede que ahora sean solo un centenar. «Hay que trabajar en el 'post' porque ya está llegando», reafirma, y muestra de ello es que la Casa Sefarad-Israel ya sustituye a los ausentes por hijos y nietos. Los testigos de los testigos, «supervivientes de segunda generación».
A Mauthausen fueron llevados la mayoría de los deportados de la República española
No está de más tratar de responder a la pregunta de qué es un superviviente del holocausto. No es sinónimo exclusivamente de ser judío, Juan Romero no lo era, ni de haber burlado a la muerte en un campo de concentración, donde Lietman-Bohrer o Abecasis por fortuna nunca fueron encerradas. Con la apostilla de que «ninguna definición histórica puede ser considerada completamente satisfactoria», la autoridad de Yad Vashem circunscribe esa condición a los «judíos que vivieron por algún periodo de tiempo bajo el dominio nazi –directo o indirecto– y sobrevivieron». Más allá, el imprescindible Museo del Holocausto de EE.UU., entiende que la denominación es extensiva a «cualquier persona que fue desplazada, perseguida y/o discriminada por las políticas de los nazis y sus aliados entre 1933 y 1945».
No hay un censo, una lista, que refleje la extinción que se avecina, solo recuentos fragmentados, inconexos, producto de la diáspora, de la disparidad de criterios. La Conferencia de Demandantes Judíos (JCC en sus siglas en inglés), encargada de negociar en nombre de las 23 mayores organizaciones judías las compensaciones materiales para los supervivientes,cifró en 2021 sus beneficiarios en 260.000, repartidos por 83 países. En otro ámbito, el pasado abril, el Ministerio de Igualdad Social de Israel difundió que dentro del país permanecían algo más de 161.400, con una medida de edad de 85 años y medio, de los que 31.500 superaban los 90. El ritmo de defunción se calculó en 42 pérdidas al día.
El estigma y el silencio
En esta aspiración legítima de saber cuántos fueron, cuántos son, se pierde de vista que identificarse como superviviente del terror del Tercer Reich ha sido y es un acto voluntario, miles lo ocultaron hasta que en los 70 la serie 'Holocausto' empezó a convertirles en héroes o un poco antes en Israel, cuando en 1960 el ideólogo de la 'solución final', Adolf Eichmann, fue llevado a Tel Aviv y condenado a la horca. De esa época, Yaacov Hendeli, atrapado en 1943 por las SS en su Salónica natal (Grecia), recordaba a este diario que, ya residiendo en Jerusalén, pasó los doce primeros años sin atreverse siquiera a salir a la calle en manga corta para esconder el número 115.003 que le tatuaron en el antebrazo los de Birkenau. La gente no sabía. Le hubieran tenido por un exconvicto, casi un delincuente. Falleció en 2021.
Otros optaron por el silencio. Violeta Friedman, que estuvo en el mismo campo hasta la liberación de 1945 y en España desde 1965 hasta su muerte en 2000, mantuvo el mutismo durante 39 años por creer que nadie iba a escucharla. Otros callaron para siempre, simplemente para no causar más dolor o porque no sabían cómo contar lo que pasó. En su nombre y en el de quienes sí alzaron la voz, los archivos, los libros, las investigaciones, la divulgación del Centro Sefarad, la Amical de Mauthausen, los memoriales de Jerusalén, París, Washington, serán más importantes que nunca cuando falten todos. «El hecho de quedarse vivo es la prueba de una lucha, no es tan fácil... no es decir que nos llevaron al matadero, no es así. Había gente que luchaba y mantenerse vivo, esconder dibujos, esconder testimonios, eso es una lucha». La de Pape, la de Eva, para que prevalezca la esperanza. Para que no se olvide.