Sánchez rebajará la malversación a la medida de Junqueras con el pretexto de «rescatar» Cataluña

Ahora, los socialistas retoman la figura con intención de que quede diferenciada de los delitos de corrupción ­­–cara a la galería beneficia así a José Antonio Griñán, pero efectos en su condena no tendría– y acarrea de uno a cuatro años de prisión e inhabilitación especial de empleo o cargo público de dos a seis años. Ese dato lo adelantó ayer La Vanguardia.

El nuevo tipo penal se complementaría con los dos ya previstos en la enmienda de ERC que reformulan la malversación con ánimo de lucro propio o para fines «particulares y ajenos» a la función pública y el tipo penal nuevo que propusieron el viernes los socialistas con Unidas Podemos para tipificar el enriquecimiento ilícito de los cargos públicos.

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La maniobra es así, una decisión que en lo político podría tildarse de salomónica porque, por un lado, se asume prácticamente íntegra la propuesta de ERC que constituye casi un traje a medida de los implicados en el procés y el referéndum ilegal del 1-O y, por otro, se acalla la crítica interna contra la despenalización de la administración desleal de los fondos públicos. Esta perspectiva fue introducida ya en 2015, bajo gobierno de Mariano Rajoy, ante la constatación de que un referéndum ilegal como el que impulsó Artur Mas no se podía perseguir con el Código Penal como malversación. Ahora y pese a estar aceptando un cambio en la norma base del sistema punitivo a instancias de un partido cuya única intención es salvar a los suyos, desde el PSOE se afanan en recordar que se opusieron a aquella reforma porque se promovía sólo por el «caso concreto» de Cataluña.

El Grupo Socialista tiene de plazo hasta la votación en el Pleno para presentar su propuesta de transacción, que incluye otro cambio sobre el texto de ERC. Los republicanos proponían que tuviese penas mayores el funcionario que habiendo destinado «a usos particulares y ajenos a la función pública» los dineros a su cargo, no los reintegrase «dentro de los diez días siguientes al de la incoación del proceso», algo que a los juristas les sonaba ambiguo y contrario a la presunción de inocencia. La iniciativa del PSOE afinará los supuestos de descargo, siempre según las fuentes consultadas por ABC. Serán atenuantes una colaboración «efectiva» con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y también que se devuelva el dinero «antes del juicio oral».

En espera de que se registre la transaccional y trascienda así la literalidad del articulado que proponen para el Código Penal, algo sí está claro:todo lo que sea rebajar las penas o despenalizar delitos beneficia con carácter retroactivo a los que fueron condenados y con el 'mix' entre el PSOE y ERC, considerando la supresión además del delito de sedición, decaerían las causas contra la infantería del procés e inhabilitados como Oriol Junqueras podría liderar una candidatura en 2023. Todo lo demás, como el desvío presupuestario irregular o el enriquecimiento ilícito, sólo se aplicaría a futuro. Una venda no ya para la herida que pudiera venir, sino para la que se abría en las filas socialistas. Eran las dos líneas rojas que marcaba Moncloa desde el inicio: que no afectase a malversadores condenados en cascada, cosa que evita la propuesta 'ad hoc' de ERC, y que no se despenalizasen conductas, lo que se ataja creando una nueva que antes se recogía en el marco general de la administración desleal.

Se pretendía un debate rápido porque en primer lugar así lo demandaba ERC. Que quiere certezas sobre el horizonte político de sus dirigentes. Oriol Junqueras podría volver a integrar una candidatura electoral ya en 2023. Y especialmente quería evitar el riesgo penal para decenas de dirigentes de la segunda fila del independentismo que están encausados por malversación y que tienen la amenaza de la prisión planeando sobre su futuro.

Sánchez en ningún momento cerró la puerta a la reforma de la malversación. Ni siquiera cuando el asunto abrió las costuras del PSOE. Sus líderes territoriales siguen expectantes hasta tener encima de su mesa la redacción final.

 Se asume el discurso de la desinflamación que pregona La Moncloa. Los indultos se digirieron bien. La sedición y la malversación, que no solo tienen un efecto concreto sino que rebajan el Código Penal a futuro, está costando bastante más. En la nueva cúpula de poder que Sánchez redefinió el pasado mes de julio, con una integración plena entre La Moncloa y Ferraz, se defiende la decisión de la malversación como la «última pieza» de la desjudicialización pactada con ERC y la herramienta definitiva para lograr la «normalización» en Cataluña.

La tramitación exprés de la norma busca dar certezas a ERC. El último gran pacto entre ambos antes de unas elecciones en el mes de mayo que tendrá en el pulso municipal entre el PSC y los de Oriol Junqueras uno de los elementos de mayor importancia para el futuro político del país. Sánchez también quería dejar atrás estos debates, de los que él personalmente no reniega pero que sabe que dificultan la vocación de sus líderes autonómicos de hacer en el mes de mayo unas campañas muy centradas en sus territorios.

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Pero hace tiempo ya que el presidente del Gobierno ha dejado de entender sus alianzas con los independentistas y sus consecuencias, como un lastre de su mandato. Está determinado a darle la vuelta a esa idea. Y que Cataluña en vez de un problema para el PSOE sea uno de sus principales graneros de votos. Además, en La Moncloa están convencidos que el efecto analgésico sobre la política catalana no solo tendrá réditos en Cataluña sino en todo el país.

Lejos de tratar de pasar página rápidamente, Pedro Sánchez estuvo el domingo en Barcelona, en la puesta de largo de Jaume Collboni como candidato a la alcaldía de Barcelona. Pero el acto era mucho más que eso. Y se convirtió en un ejercicio de agradecimiento mutuo pero en el que el PSC se volcó en regalar los oídos al presidente del Gobierno.

En casi todos los territorios la militancia proyecta una especie de fenómeno fan hacia Sánchez. Lo de este domingo en Barcelona era otra cosa. Algo más. «Muchas gracias y estamos contigo presidente. Nos sentimos muy orgullosos de que con tu trabajo y con tus políticas Cataluña hoy esté mucho mejor que hace cinco años», dijo el líder del PSC, Salvador Illa.

El líder de la oposición en Cataluña, que ambiciona un acuerdo con Pere Aragonès para los presupuestos del próximo año como proyección de una suerte de «fin de ciclo» independentista, intentó mantener un pie en una orilla que sabe que no puede descuidar si quiere que la recuperación del PSC no sea un espejismo: la del más de un millón de catalanes que votaron a Ciudadanos en 2017.

Aunque en la imagen de televisión el atril parecía menos rojo que naranja (no lo era), el mensaje importante no era ese, sino la advertencia que hizo al independentismo: «Hay todavía instrumentos, muchos, para frenar intentos que pueda haber de romper el marco de convivencia. Generosidad toda, ingenuidad ninguna», dijo.

El actual choque con el PP, en aumento desde la ruptura de negociaciones para renovar el Consejo General del Poder Judicial, también es gasolina para el socialismo catalán. «A partir de ahora las lecciones de constitucionalismo, las lecciones de patriotismo las vamos a dar los socialistas. ¡Qué se han creído!», bramó Illa.

Sánchez, que cerraba el acto, dijo haberse emocionado por el cariño recibido. Tanto Illa como Collboni le reconocieron un papel clave en el reflote del PSC. Por construir un marco en el que los socialistas catalanes, tras años en tierra de nadie, se sienten muy cómodos.

El presidente dio muestras claras de su estrategia. Reconoció que aunque las medidas pueden ser «arriesgadas» es una «decisión política de primer nivel rescatar a Cataluña de la crispación», Justificando así sus últimas decisiones dijo que «hay que devolver el debate político al territorio de la política y sacarlo de los juzgados. Y es lo que estamos haciendo».

Ante lo que denominó «desvaríos de la derecha y la ultraderecha», para no dejar cabos sueltos necesita empaquetar al PP con Vox, expuso una comparación que cree ganadora y que va a explotar: «Nadie duda de que Cataluña está mejor que en el año 2017. Nadie que defienda lo contrario salvo aquellos que son adictos a la confrontación».