Puigdemont vuelve a humillar al Estado con la complicidad del Gobierno
Puigdemont reaparece y se fuga en Barcelona pero no altera una sesión en la que Illa es proclamado 'president'
Los Mossos, incapaces de detener al expresidente mientras en el Parlament Junts trató de suspender el pleno
Directo | Última hora sobre la fuga de Puigdemont
Illa defiende a Puigdemont en su discurso de investidura: «Pido que se aplique la ley de Amnistía»
Barcelona
Tras la investidura de Salvador Illa (PSC) como nuevo presidente de la Generalitat, queda claro que el tiempo político de Carles Puigdemont (Junts) comienza a quedar atrás de manera definitiva. No obstante, y como se vio en el Parlamento de Cataluña durante una ... sesión frenética, que recordaba a los peores tiempos del 'procés', la capacidad tóxica y de distorsión del expresidente fugado sigue siendo enorme. Tras siete años huido a Bruselas, Puigdemont apareció en Barcelona, arengó a sus seguidores y se dio a la fuga para pasmo de todos y vergüenza de los Mossos d'Esquadra, que vieron cómo en medio de un enorme despliegue de agentes el líder de Junts desaparecía.
Aún sigue sin conocerse su paradero mientras la policía catalana, desacreditada como nunca antes, ponía en marcha ya al mediodía la Operación Jaula -como hizo tras los atentados del 17A-, detenía a dos agentes cómplices con la huida y se disponía a llamar a declarar a Jordi Turull, secretario general de Junts, por su colaboración en la fuga del expresidente. Bochorno universal retransmitido en directo; jornada negra para la policía autonómica, el resto de cuerpos y fuerzas de seguridad y hasta el CNI, al que el PP acusó de inhibirse por orden del Gobierno. «Es imperdonable dañar la imagen de España así», denunció el popular Núñez Feijóo.
Sin duda, lo que debía ser una jornada para que Cataluña comenzase a recuperar cierta normalidad institucional tras los años negros del 'procés' se convertía así en otro día para el oprobio. Las costuras de la política catalana siguen desgarradas mientras Salvador Illa prometía un tiempo nuevo y un gobierno para todos los catalanes tras una década larga de exclusión y radicalismo. No va a ser fácil: la sombra de Puigdemont sigue siendo alargada y Junts promete una oposición «implacable» ante un Govern sustentado por apenas 42 escaños, los del grupo del PSC, en tanto que los veinte de ERC y los seis de los comunes que han propiciado la investidura de Illa conforman un bloque que no es de legislatura, tal y como reconocía el aún entonces aspirante a 'president'.
LLEGÓ, HABLÓ Y SE FUGÓ
Anna CabezaEl macro despliegue de agentes no impide que el expresidente vuelva a burlar a las fuerzas de seguridad
La cronología de la jornada deja muchas preguntas por responder, empezando por la connivencia de la dirección de los Mossos y de la consejería de Interior con un Puigdemont que habría burlado el pacto con el cuerpo autonómico según el cual la policía iba a tolerar la intervención del fugado en el acto independentista a cambio de su entrega posterior. Nada de eso sucedió, y tras su fulgurante aparición en el acto convocado por Junts y las entidades en Arco del Triunfo -3.500 personas, según la Guardia Urbana, una minucia comparada con las jornadas álgidas del inicio del 'procés'-, Puigdemont se volatilizó al entender que podía cumplir, en parte, con su promesa de regresar a Cataluña para la investidura pero sin pagar el precio de la detención y cárcel por un tiempo incierto.
Crónica de la derrota
El acto de Arco del Triunfo ha sido, de hecho, la crónica de su propia derrota. Ante su cada vez más reducido número de adictos, Puigdemont aseguraba que «a pesar del daño que nos han querido hacer, he venido hoy para recordarles que aún estamos aquí». Clamaba así en una comparecencia que, décadas después, trataba de emular aquel célebre «ja sóc aquí» de Tarradellas en un regreso del exilio que, entonces sí, recosía, y no desgarraba, la sociedad catalana. Un abismo de distancia en términos políticos y personales. Otro mundo.
Puigdemont, asumiendo lo que en realidad es su profunda e inapelable derrota política, reconocía ante sus seguidores que vienen por delante tiempos difíciles -esto es, que Junts no ocupa una Generalitat que considera propia-, animándoles a esperar momentos más propicios. Acabó con un gastado «Visca Catalunya lliure». Épica de saldo para el que fue en realidad un desganado acto de reafirmación no ya de Junts o del independentismo irredento sino de Puigdemont en solitario. Gran incidencia en redes sociales, nula repercusión política.
Sus palabras, de hecho, fueron lo de menos, ya que de lo que se trataba era de perpetuar una nueva 'performance', convertido el expresidente en un genio de la astucia y el engaño. Ciertamente, consiguió su propósito: lanzó una sombra sobre la investidura de Illa, humilló a ERC, desacreditó a la consejería de Interior, degradó a los Mossos, se rio de CNP y Guardia Civil como en el 1-O... magro botín político para quien aspiraba antes de las elecciones de mayo a regresar de manera triunfal como 'president' restituido. Nada de eso ha pasado y Puigdemont, a la espera de una aplicación de la ley de amnistía que aún no le cubre, sigue a la fuga, quizás ya en Francia, quizás emboscado en un piso clandestino en Barcelona.
La última imagen que se tiene de Puigdemont es la de él, sobre el escenario, cogido del brazo de su abogado, Gonzalo Boye, tras acabar su intervención. Tras eso, ni rastro, desaparecido entre una comitiva de los pesos pesados de Junts así como de varias decenas de alcaldes independentistas convocados para la ocasión que se dirigía hacia la Ciutadella. El guión previsto de inicio era que Puigdemont, blindado entre sus acólitos, se dirigiese a la entrada habilitada del parque que alberga el Parlament, donde debía ser detenido.
No fue posible, y el pleno, tal y como estaba previsto, arrancaba a las diez de la mañana sin él. Gran expectación. El hecho de que el grupo de Junts no pidiese la delegación específica de voto para Puigdemont alimentaba la tesis de una reaparición inminente, tal y como minutos antes de arrancar el pleno parecía confirmar la presencia de Boye y los allegados más directos de Puigdemont a las puertas de la Ciutadella. Durante un buen rato, y mientras Illa cuajaba un muy breve discurso de investidura -apenas 40 minutos de intervención-, las especulaciones se desataban: desde las que señalaban que Puigdemont ya estaba camino de Francia a las que apuntaban que el expresidente se encontraba incluso dentro de la cámara y que su aparición era inminente.
«Derechos electos»
La intervención del portavoz de Junts, Albert Batet, asegurando que confiaban en que durante la jornada Puigdemont pudiese «ejercer sus derechos como electo» alimentaban las especulaciones. En vano. Lo más relevante de la muy deslavazada intervención del de Junts fue la confirmación de que el estilo de oposición de su grupo va a ser duro, instando a Illa a no buscarles y «apechugar» con sus socios de investidura. Los más veteranos recordaban en los pasillos del Parlament la oposición sin cuartel con la que CiU castigó los dos tripartitos precedentes, el de Maragall y el de Montilla.
La dureza de Junts, casi más contra ERC que contra el PSC, fue quizás la mejor noticia que ha podido recoger Illa, además claro de la de la presidencia, en tanto que el abismo que se ha abierto entre junteros y republicanos a cuenta del engaño de Puigdemont y la humillación de los Mossos es probablemente el mejor aglutinador del tripartito de facto que desde este jueves funciona en Cataluña. Ni Comunes ni ERC estarán por ahora en el gobierno de Salvador Illa, pero la aspereza de Junts en la oposición, y la común animadversión al PP, les puede acabar empujando a una gobernabilidad conjunta, aunque esta no sea formal. De hecho, la entente entre ERC y el PSC ha comenzado ya a funcionar, además de con la elección de Illa, con el frente común ante el intento, fallido, de Junts de pedir la suspensión del pleno alegando que a Puigdemont los Mossos le estaban buscando como si fuese un «terrorista».
Lo que sí queda claro es que Salvador Illa, al menos ahora, tratará de convencer a sus socios de que no es el ariete del 155 tal y como lo sigue pintando cierto independentismo. Así se desprendía de una intervención en la que aseguró, con el fantasma de Puigdemont sobrevolando la sesión, que «nadie ha de ser detenido por los hechos que los representantes de los ciudadanos han decidido amnistiar». En una intervención únicamente en catalán -a diferencia de otras suyas en la cámara, en la que alternaba el castellano-, Illa ha prometido cumplir el acuerdo con ERC y los Comunes «de la pe a la pa», esto es, nueva financiación, mantenimiento de la presión fiscal o refuerzo de las políticas de fomento del catalán. «Me gustaría que este viaje tuviese continuidad», aseguró Illa sobre un acuerdo por ahora únicamente de investidura.
La voluntad constructiva que trató de imprimir Illa, ya nuevo 'president', contrastaba con la realidad circundante de un paisaje intoxicado. Puigdemont, aunque cada vez más disminuido, sigue siendo el principal elemento distorsionador de Cataluña.
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