Secuestro por venganza en Carabanchel: «Hace tiempo que al Niño Juan lo querían en un maletero, se la ha liado a mucha gente»
El ladrón más violento y activo, que planeó el asalto a Fontainebleau, secuestrado a tiros en un ajuste en plena vía pública
El hombre secuestrado en Carabanchel es el Niño Juan, el más peligroso alunicero y con deudas con la mafia de Madrid
«El Niño Juan es muy hijo de puta. Se la ha liado a muchos y lo último que se escuchaba de él en la calle es que iba a acabar en un maletero. Tenía deudas, seguro, con todo tipo de gente». Esta era ... ayer la reacción, común en distintos ambientes policiales, al secuestro a tiros el viernes por la noche de Juan María G. P., español de 38 años. Criado entre Pinto y Orcasitas, una de las cunas de los aluniceros, al cierre de esta edición seguía en paradero desconocido.
La imagen, recogida por los teléfonos móviles de multitud de testigos, de una banda organizada de encapuchados llevándoselo a la fuerza de su coche a disparos retrotrae a la época negra de las décadas de 2000 y 2010, cuando delincuentes similares cayeron baleados en Madrid: Carlos Jarry, el Pimiento, el Niño Sáez... Aluniceros que pasaron de reventar joyerías y camiones con millones de euros en material de todo tipo, para luego emplearse (según las investigaciones policiales) en levantar decenas de kilos de droga. Hasta acabar muertos.
El Niño Juan iba solo, al volante de su Volkswagen Golf, sobre las ocho y media del viernes por la calle de Antonio López, 65, a la altura del conocido hotel Praga. Entonces, tres vehículos negros y robados, dos Audi (modelos Q5 y Q7) y un Maserati, le hicieron el 'bocadillo.' Dos por delante y el tercero le cerró por detrás. Los coches llegaron a embestirle, pero Juan María se resistió como pudo. Es metro sesenta y ocho de maldad y puro nervio. Esa corta estatura y la temeridad y pericia que demostró al volante desde que era un crío le valieron el mote.
La firma criminal traicionó al Niño Juan, el atracador que soñó con asaltar el Palacio de Fontainebleau
Carlos HidalgoJuan Manuel Gordillo Plaza y cuatro de sus hombres han sido arrestados tras levantar más de 3 millones de euros en distintos robos a naves de teléfonos y camiones de carga. El juez lo ha dejado libre pese a sus más de 50 reseñas policiales previas
Después, montó su propia banda, con gente sobre todo de su barrio de Usera que se lo rifaban para ponerlo al frente de los coches de estos grupos, dar acelerones y llevarse por delante a los policías que hicieran falta antes de escapar. Eso lo ha hecho en numerosas ocasiones, con un tremendo desprecio a la vida ajena. Famosas son sus persecuciones por la M-30 y la A-2 (autovía de Barcelona) y otra del pasado noviembre, en Vitoria, donde se zafó del arresto, no así su clan, en un golpe en el que resultaron lesionados diez ertzainas.
Este viernes, incapaz, vio cómo varios sujetos le sacaban por la fuerza de su Golf y le metían en uno de los sustraídos. Iban con pasamontañas y al menos uno con gorra y a cara descubierta. Este periódico ha podido saber que dispararon al menos 15 veces. La Policía Científica analiza ya los casquillos recogidos en plena vía pública.
Las fuentes consultadas precisan que el convoy criminal huyó hacia la A-42, la carretera de Toledo, probablemente a una localidad del sur de Madrid o de la Sagra. Una zona en la que, lo que son las cosas, el retenido se mueve como pez en el agua. El Grupo XII de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, experto en secuestros y extorsiones, lleva las riendas del caso. A nadie se le escapa que las expectativas de un final feliz para Juan María son complicadas: «Ahora la gente está muy asalvajada, alguno de estos tipos van a aparecer en una cuneta cualquier día», aventuran otros agentes a ABC.
Lo que está claro es que se trata de un ajuste de cuentas en toda regla y planificado. Otra cosa es que los autores, como así parece, hayan dejado multitud de pistas. Las declaraciones del entorno más cercano del rehén serán fundamentales para aclarar de quiénes venía recibiendo amenazas, aunque todo apunta que los candidatos son demasiados.
De Netflix al Louvre
Son más de dos décadas fuera de la ley, superando las 120 reseñas policiales solo en España. Porque en 2019 fue arrestado por las autoridades francesas cuando planeaba el asalto al Palacio de Fontainebleau, cerca de París. Es un museo donde se encuentra una valiosa colección de cerámica china que un mafioso asiático le encargó robar por 800.000 euros. Pero los policías lo frustraron antes de que ni siquiera lo intentaran; a diferencia de lo que ocurre en España, donde los ladrones con fuerza entran y salen de los juzgados de manera pasmosa, allí tuvo que cumplir dos años de cárcel y luego llevar una tobillera telemática. Este hecho inspiró la serie de Netflix 'Hacia el cielo', a la que antecedió una película llamada igual de Daniel Calparsoro, con Luis Tosar, Álvaro Rico y Asia Ortego como protagonistas.
Es más, cuando hace menos de dos semanas ocurrió el robo en el museo del Louvre, a muchos investigadores españoles y no pocos periodistas de sucesos les vino a la mente su nombre; pero quedó descartado desde el primer momento. Juan María G. P. había sido visto días antes comprando bebidas en el centro comercial La Gavia, probablemente para la cafetería que acaba de montar en la zona sur de Madrid. Fue apresado por última vez el puente de mayo, tras una persecución policial en Fuenlabrada, donde dejó destrozados dos coches patrulla. Pero el juez lo dejó en la calle, como adelantó este diario.
Conocido entre los suyos por lo fanfarrón que es y por su endiablado carácter, ha alternado con otros butroneros de la estirpe familiar del Piojo, uno de los 'aristócratas' del crimen de Orcasitas: su exnovia, la Tata, y su hermano, el Tato; el hijo de ella e hijastro del Piojo, Miguelito; e incluso el propio Nano, hermanastro del Niño Juan... No se les conoce, desde luego, más oficio que el de tomar el dinero y correr, sin mirar atrás ni medir las consecuencias. Un precio demasiado alto para el Niño Juan, cuya extensa carrera le ha granjeado infinidad de enemigos. Bien lo saben aquellos que le rodean: «Todo lo que toca acaba mal».
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