La cesta de la compra, disparada hace 100 años: carne de vaca que dobla su precio y huevos a 3 pesetas
HISTORIAS CAPITALES
En 1922, un informe sobre la crisis en Madrid destacaba la gran carestía de la vida
Madrid
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Iniciar sesión«El precio de los alimentos cierra el año con una subida histórica», «Los alimentos se disparan un 15 por ciento», «Los precios siguen su escalada»... son solo tres títulos de la más rabiosa actualidad. Pero aunque el poeta dijera aquello de que cualquier tiempo ... pasado fue mejor, en cuestión de economía mirar hacia atrás es llorar. Porque hace cien años, llenar la cesta de la compra era también un dolor.
Un informe presentado por la comisión oficial designada para evaluar los problemas de la carestía de la vivienda y la crisis de la edificación en Madrid, y publicado en los años 20 del siglo pasado, recogía datos espeluznantes, vistos con perspectiva. Y con una conclusión demoledora: hace justamente 100 años, estábamos también fatal.
Aunque no se hablara entonces de inflación, los datos que recogían en el citado informe eran demoledores: entre 1914 y 1922, el kilo de pan de trigo pasó de costar 0,37 céntimos a 0,61. Y la carne de vaca saltó de 1,84 pesetas a 3,21. Casi el doble, en ambos casos.
Cuando los purasangre corrían por el paseo de la Castellana
Sara MedialdeaEl recinto, situado en los actuales Nuevos Ministerios, albergó también partidos de fútbol o exhibiciones aéreas
Comprar un kilo de bacalao no salía mucho mejor: costaba 1,32 pesetas en 1914 y 2,56 ocho años después. Y la evolución no fue mejor en los productos de huerta: las patatas, de 0,15 céntimos a 0,34 el kilo. Los garbanzos, para el popular cocidito madrileño, de 0,80 a 1,17. Y el arroz pasó de 0,58 céntimos a 0,84.
Entre las bebidas la cosa no era mucho mejor: el vino estaba en 0,37 el litro -el peleón-, y ocho años después había subido a 0,61 céntimos. Y comprar un litro de leche pasó de 0,40 céntimos en 1914 a 0,65 en 1922. Los huevos estaban prohibitivos: 1,30 pesetas costaba la docena en 1914. Y 2,82 en 1922. Casi lo que ahora cuestan en euros.
El kilo de azúcar tenía un precio bastante alto: 1,18 pesetas en 1914 y 1,87 en 1922. Y en el caso del aceite, de 1,41 pesetas el litro pasó a 1,90 en el mismo periodo de tiempo.
El informe destacaba que en ese listado faltaban «artículos de tan primordial necesidad para las clases modestas como son el tocino, la manteca, el café, las judías, las lentejas y otros varios». No los incluían porque no conocían el dato exacto de sus precios, pero sospechaban que «el aumento progresivo de precios alcanza seguramente la misma proporción».
La subida media, reseñaban, estaba entre el 85 y el cien por cien. Y «si a este sobreprecio del costo de la vida se agrega el crecido aumento del alquiler de la vivienda, habrá de deducirse en consecuencia, por la realidad misma, que la vida se ha encarecido, del año 1914 a la fecha (1922), en el promedio de un cien por cien».
Y mientras, ¿qué pasaba con los salarios? Lo han adivinado: un albañil cobraba en 1914 cinco pesetas por día, y en 1922, diez. Los colocadores de pavimento estaban algo mejor pagados: sus jornales por día iban de las 6,50 pesetas en 1014, a las 15,20 en 1922. Fontaneros y vidrieros en 1922 se situaban en torno a las 10,75 pesetas al día. Y los pintores, en 12,50 pesetas. Estos, especificaba el informe, eran los jornales máximos «percibidos por los oficiales de dichas profesiones», lo que significa que los currantes se situaban por debajo de estas cifras.
Según los cálculos que realizaban en este análisis, una familia con tres hijos «les es de todo punto imposible, con los jornales actuales, poder alimentarse, vestir y calzar, vivir en suma, y además pagar el alquiler de la vivienda». No es, aunque lo parezca, un texto extraído de la prensa de ayer, sino de un estudio del año 1922.
Además, dado que las condiciones de trabajo no eran las de ahora -en eso sí se ha mejorado-, los trabajadores cobraban su jornal sólo el día que trabajaban, pero no los domingos «y los días perdidos por lluvias, nieves, hielos, enfermedades, falta de trabajo o de material en la obra...». Eso significa que trabajaban, de acuerdo con sus cálculos, unos «250 días al año», pero comían y pagaban alquiler los 365.
Haciendo cuentas, afirmaban que «una casa modesta precisa actualmente, para mal cubrir sus primeras necesidades, una cantidad de 10 pesetas diarias, que multiplicada por los del año, asciende a la de 3.650 pesetas». El salario real, descontados los días que no se trabajaba, ni se cobraba por tanto, no se llegaría a las 2.750 pesetas al año «en el caso más favorable, que le obliga a vivir en el estado de miseria y dolor que todo buen observador puede comprobar».
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