Un centro para reeducar a menores inimputables: «Ha salvado a mi hijo»
Un programa de la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales ofrece atención integral a niños de menos de 14 años que han cometido actos ilícito
La mayoría de los delitos cometidos están relacionados con robos con violencia, amenazas o acoso e intimidación
Se dispara la criminalidad juvenil: las violaciones por menores se duplican en solo un año en Madrid
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJuan siempre fue un niño rebelde. «Muy rebelde», subraya su madre, Ana (nombre ficticio para proteger la verdadera identidad del menor), al tiempo que una mueca de dolor se apodera de su rostro. Luego, lanza un suspiro. «Desde pequeñito cuestionaba todo lo que su padre ... y yo le decíamos y se negaba a hacerlo, a acatar órdenes», explica en una de las salas del centro de atención a menores inimputables al que acude, cada semana, su hijo. Pero cuando cumplió los 10 años la situación se descontroló. «Se enfadaba con facilidad, tenía momentos de ansiedad, de ira. Incluso comportamientos violentos: gritaba, rompía cosas... Entraba en un bucle que no controlaba», revela. Tanto que un día, tras una llamada al 112, la Policía tuvo que intervenir.
Enfrente de Ana se sienta Macarena, la madre de Andrea. Como en el caso anterior y por el mismo motivo, se trata de nombres ficticios. Es la primera vez que se ven y que se atreven a hablar con tanta franqueza ante un desconocido de lo que ocurre tras las paredes de sus viviendas, aunque sus casos son radicalmente distintos. «Cuesta contarle a la gente lo que realmente ha pasado. Las personas opinan a la primera, y juzgar desde fuera es muy fácil», dice una de ellas. La otra asiente: «O aprovechan lo que les has contado para atacarte». Tal vez porque sus hijos comparten el hecho de estar en esa terrible estadística de jóvenes que cometieron (o trataron de cometer) un delito se expresan como si ya hubiesen coincidido.
En el caso de Andrea, la dependienta de una tienda la pilló intentando guardarse algo en un bolsillo. Terminó en comisaría, cuando no había cumplido los 14 años. «Fue la primera vez, algo puntual. Y que eso pasase fue una bendición de Dios porque gracias a lo que hizo conocimos el centro, que le está ayudando a mejorar en todos los aspectos, a centrarse«, asevera su madre.
Los homicidios cometidos por menores superan el centenar por primera vez y se disparan un 46% las agresiones sexuales
Cruz MorcilloLos 'influencers' que incitan al suicidio a menores, en el punto de mira de la Fiscalía
Andrea y Juan son dos de los 22 niños que actualmente participan en el Servicio Especializado de Intervención con Menores Infractores Inimputables y sus Familias, puesto en marcha por la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid. El programa (gratuito, con cuatro centros repartidos por la región y gestionados por Pinardi, Federación de Asociaciones Sociales) tiene como objetivo asegurar la integración social de jóvenes de entre 11 y 13 años que, presuntamente, han infringido la ley.
«¿Qué hacemos mal?»
Juan llegó a uno de esos centros, en Madrid ciudad, hace menos de un año. «Estábamos desesperados. Todos los días nos preguntábamos qué podíamos hacer. ¿Lo cambiamos de colegio? ¿Por dónde tiramos? Pero su comportamiento violento solo era en casa, nunca en el colegio ni con el resto de la familia«, recuerda Ana, sobre las semanas previas a 'aterrizar' en el programa. »Tuvimos muchas dudas. ¿Qué estábamos haciendo mal como padres? Todo hizo clic cuando otra de nuestras hijas nos dijo: 'Un día nos va a matar'. Eso fue lo más doloroso. Yo podía aguantarlo todo, es mi hijo, pero que sufriesen sus hermanos, no. Además, ¿qué pasaría si no lo parábamos a tiempo?«, añade su madre. Fueron meses, años, de dudas y sufrimiento.
A raíz del incidente en el que intervino la Policía, los padres de Juan recibieron una llamada del servicio regional. «No teníamos nada que perder, al contrario», dice Ana. Su hijo ya había acudido a psicólogos, pero «nunca daban con la tecla». «Aquí vimos que sabían cómo funcionaban comportamientos como el de mi hijo. Cómo educar, o reeducar».
Al principio no fue sencillo, tuvieron que convencer a Juan, quien ahora ya asiste de manera voluntaria. «Está aprendiendo a trabajar sus sentimientos, cómo canalizar cuando se empieza a sentir mal y parar para que no se desborde«. Es la primera fase de la intervención, y Juan va por buen camino. »Esto no es una varita mágica, hay que llevarlo a casa, queda mucho por hacer, pero están salvando a mi hijo«, celebra Ana. Conforme avanza su relato su gesto cambia: del dolor a la sonrisa. La asignatura pendiente de Juan sigue siendo compartir sus sentimientos, pero gracias a su educadora, los episodios de ira cada vez son menos frecuentes. »Ahora pienso que bienvenido fue el día que la Policía vino a nuestra casa, porque nosotros no sabíamos manejarlo«, sentencia Ana.
Esa educadora, a cargo del caso de Juan, es Olatz Fuente. «Juan es de los chicos que necesita tiempo y paciencia, pero está empezando a gestionar las emociones desagradables; emociones que no pasa nada por sentirlas, pero que hay que saber gestionarlas. Está mejorando», dice satisfecha Olatz, y pone como ejemplo: «Cuando llegó, daba golpes en la mesa cuando pasaba algo que no entendía o levantaba el tono de voz. En eso ya se ve un cambio. Y, es más, en la última sesión ya se ha reído. Eso era impensable y para mí ya es un éxito muy grande«. Ana lo agradece. »Siempre están para llamarlos o escribirles, a la hora que sea«, alaba sobre los educadores.
El caso de Andrea, al otro lado de la mesa, es diferente. «Yo no voy», le contestó a su madre hace unos tres meses cuando recibieron la carta de la Comunidad de Madrid ofreciéndoles el servicio, tras el incidente en la tienda. Después de varios días, recapacitó. «Tuvo un año complicado a raíz de un cambio de instituto. Estaba rebelde por la adolescencia, contestaba mal en casa, pasaba las horas en su habitación...», explica Macarena, la progenitora: «Pero nunca había ido a más».
El día que llegó al centro se encontró con Lucía Fernández, su educadora. «Le encantó», confiesa Macarena. En este poco tiempo su madre la nota «más centrada». «Ya no habla con tantos tacos y está cariñosa. Ahora me dice que vayamos al cine juntas, de compras... Y no le tengo que insistir para que se ponga a estudiar, sale de ella hacer los deberes», asevera con orgullo. Tal es la buena relación con Lucía que Andrea ya se ha planteado su futuro: «Mamá, creo que quiero ser educadora de niños de Primaria», le dijo a Macarena hace poco.
Todos los casos, diferentes
Lucía confirma todo lo que dice la progenitora. «Los primeros días se notaba que Andrea no quería estar aquí. Siempre llegaba quince minutos tarde; ahora, hasta llega un poco antes», ríe.
Tanto las educadoras como el coordinador del servicio, José Carlos Rodríguez, coinciden: «No hay dos casos iguales». Hasta el 31 de octubre se han derivado a 132 menores inimputables, quienes, en la mayoría de los caso, que cometieron robos con violencia; agresión o amenazas a otros menores o adultos; o acoso e intimidación a través de las redes sociales.
El programa ofrece para cada uno de ellos un servicio integral, con seguimiento a largo plazo «En la vida de un niño pasan muchas cosas en tan solo una semana», especifica el responsable. Los casos llegan desde la Fiscalía de Menores a la Dirección General de Infancia de la Comunidad de Madrid, órgano que celebra comisiones en las que participan técnicos de la Agencia para Reeducación y Reinserción del Menor Infractor, de la Subdirección General de Inspección Educativa y de la Dirección General de Infancia, Familia y Fomento de la Natalidad. Uno a uno, revisan cada denuncia remitida y la trasladan al programa.
«Lo primero es hacer ver a las familias que esto no es un castigo a su hijo. Hay a muchas a las que les cuesta reconocer lo que el menor ha hecho; por eso hacemos una entrevista conjunta en la que estudiamos los factores de riesgo y protectores en cada caso. Los padres son los que mejor conocen a sus hijos. Generamos con ellos objetivos concretos individuales tanto para el menor como para la familia«, especifica José Carlos, que hace hincapié: »Nosotros solo tratamos de acertar en el diagnóstico, sin forzarles a nada, solo dándoles herramientas. Los menores son realmente los protagonistas del cambio«.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete