El Samur Social: de los almacenes Arias a la campaña contra el frío
Todo empezó en los almacenes Arias
Belmar lleva ya unos cuantos años al pie del cañón. Su memoria llega hasta los propios orígenes del servicio del que es uno de los máximos responsables. Todo empezó tras la tragedia del incendio en los almacenes Arias , en la que diez bomberos del ... Ayuntameinto se dejaron la vida luchando contra un fuego declarado en unos céntricos y populares almacenes. En el Ayuntamiento se percataron tras esta tragedia de que no había ningún organismo que diera respuesta a emergencias sociales como las que sufrían las familias de los bomberos fallecidos. Así surgiría el Servicio de Información Telefónica de Atención de Emergencia (Sitade).
De este embrión surgió en 2004 definitivamente el Samur Social , que ahora cuenta con 150 efectivos y que intenta dar respuesta a colectivos como el de las personas sin hogar. Pero no sólo a ellos. Aunque el ciudadano medio no piensa que vaya a requerir nunca los servicios de unos profesionales que atienden a las personas sin hogar, los trabajadores del Samur Social están acostumbrados a afrontar situaciones de este tipo. Por eso existe una Unidad de Estancias Breves, en la que pueden alojarse temporalmente familias de turistas que han perdido el dinero y la documentación o mujeres que tienen que salir de sus casas tras haber denunciado ser víctimas de violencia machista. En realidad, cualquiera puede verse temporalmente sin la posibilidad de acceder a un techo bajo el que cobijarse.
El servicio está subcontratado
El servicio
Samur Social
Según Belmar, la mayoría de los indigentes de Madrid se concentran en el centro de la ciudad: «Allí es donde pueden conseguir más dinero con la mendicidad». De ahí a centros como el de Mayorales, en la Casa de Campo, una de las mayores infraestructuras de la red, hay una distancia considerable. No es fácil llegar. Como dice Belmar, « no se trata de dar facilidades excesivas , sino de que la gente que realmente lo necesita tenga un lugar al que acudir». En estos días, Belmar reconoce que «los dispositivos están al cien por cien de su capacidad». A eso de las diez de la noche, efectivamente, el acceso a Mayorales es un hervidero de gentes que desprenden un denso vaho al hablar. Muchos de ellos tienen como único acompañante un cartón de vino. Después de tantos años dedicándose a esto, Belmar conoce bien el perfil de su «clientela». Dice que «son sobre todo varones, porque la mujer tiene más recursos y habilidades personales para rehacer su vida tras situaciones personales que han sufrido».
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