Alcalde lenguaraz e incombustible

Durante los 25 años que lleva al frente del Gobierno municipal de Getafe, a Pedro Castro la polémica le ha seguido, o él le ha salido al encuentro

Como dice el refrán, por la boca muere el pez. Pedro Castro es un político de raza, que presume de transparente y ha sido más esclavo de sus palabras que de sus silencios. Un espíritu locuaz que le ha metido en más de un lío. ... Claro que, tras cinco lustros como alcalde, lo raro sería no haberse metido en algún charco.

Con Castro al frente, Getafe fue el primer municipio, junto con Vitoria, en abrir un registro para parejas de hecho; también fue pionero en la región en celebrar una boda entre homosexuales. Nunca le han dolido prendas a la hora de decir lo que pensaba: tanto a los contrarios políticos como a los «suyos». De ahí que se enfrentara en más de una ocasión con el entonces presidente Joaquín Leguina, también socialista, por las inversiones del Plan Felipe, o por el gasto público en los municipios gobernados por «guerristas» como él, que consideraba agraviados.

Basuras y excursiones

Claro que también ha sufrido en sus propias carnes la crítica y la denuncia: desde los vecinos del sector III que, en 1993, le dejaron bolsas de la basura sobre su mesa de despacho en protesta por el mal servicio que recibían, al chaparrón que le cayó tras una excursión de jóvenes a Oslo organizada por el Ayuntamiento, que acabó con 16 detenidos por tenencia de drogas. Castro calificó de «chiquillada» la actuación de aquellos angelitos, con lo que se ganó una sonora «pitada» desde las filas de la oposición.

Dentro y fuera de su partido, la polémica le ha seguido, o él le ha salido al encuentro. Así ocurrió en 1987, cuando siendo ya alcalde, tuvo que enfrentar su lista a otra alternativa presentada por una de sus tenientes de alcalde, Carmen Ferrero, para que el partido decidiera cuál iba a ser el cabeza de lista para esos comicios. En este caso, el choque de trenes era entre el poderoso sector guerrista que controlaba la dirección federal y del que él era representante destacado en Madrid, y una Federación Socialista Madrileña más cercana al presidente Leguina. Otra de sus asonadas se produjo hace sólo dos años, cuando se descolgó con la idea de proponer a Getafe como capital de la Comunidad Autónoma.

Tras su insulto gratuito a los millones de votantes de partidos conservadores en España, está una personalidad arrolladora, un hombre listísimo que ha sobrevivido a décadas de vida política activa en todos los escenarios posibles: con el Gobierno central y el regional a su favor, y con ellos en contra. Es un superviviente nato.

Como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), le ha tocado vivir un momento especialmente crispado para los ayuntamientos, ahogados por la reducción de ingresos y el parón inmobiliario, morosos de sus propios suministradores y algunos al borde de la bancarrota. Comenzó muy reivindicativo -incluso llegó a proponer una «huelga de ayuntamientos» si el Gobierno central no les dotaba de financiación-, pero ha terminado rendido al Plan Zapatero de inversiones, asegurando que con él habían llegado «los Reyes Magos» a los municipios.

Genio y figura. Como él mismo dijo en una entrevista a ABC, «si no hay un ser humano detrás de la vida política, no hay política».

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