análisis
El tocho de Sánchez y la moción «tocomocho»
«Si algo molesta a Sánchez es que Feijóo pase de él, y el presidente del PP lo sabe. Feijóo es el mejor Feijóo cuando no se sube al ring de Sánchez»
Madrid
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Iniciar sesiónNi la derecha es lo que la izquierda dijo que es la derecha, ni Vox es lo que Sánchez dijo que es Vox, ni la moción de censura fue estrictamente una moción de censura: lo de este martes fue el primer acto de este ... año electoral de 2023, y a pesar de que la presentó Vox fue mayoritariamente aprovechada por la izquierda. El encargado de dar el pistoletazo de salida a esta censura interruptus fue Santiago Abascal, y los primeros en aprovechar la ocasión fueron el presidente del Gobierno y su vicepresidenta segunda, ungida así desde La Moncloa como la líder fuerte que Pedro Sánchez necesita a su izquierda si quiere seguir gobernando. Hay batalla con Podemos y Pedro Sánchez se ha posicionado.
Se supone que la intervención de Ramón Tamamesera lo principal, pero el viejo profesor fue antecedido por un doble choque de dos horas y media entre Santiago Abascal y Pedro Sánchez, lo que condenó al candidato a poner la misma cara que Eugenio D'Ors cuando dijo: «En Madrid, a las ocho, o das una conferencia o te la dan». Demasiado esperar para un candidato de 89 años que había venido a hablar de su libro, tal vez lo único a priori imprevisible de esta sesión doble. Pero eso tampoco, porque al final Tamames pronunció su conferencia sin introducir apenas novedades sobre el borrador que conocimos la semana pasada y que él atribuyó a un hackeo informático. La bancada independentista se troleó gritando «ha sido Pegasus, ha sido Pegasus».
Cosas de la edad, Tamames utilizó un tono propio de la Real Academia que él frecuenta todos los martes, un tono que tal vez algún día fue el que se estiló en el Parlamento, pero que hoy ha quedado sepultado por los políticos 2.0, presos de su móvil y sus tablets. Desde la tribuna de prensa se ve todo, o casi todo, y observar a diputados abriendo Twitter, Insta o Facebook es una agresión al parlamentarismo. Entre tanto, los ministros estaban como los niños en Misa: bien peinados y bien vestidos, pero removiéndose en la silla y con ganas de salir corriendo. Solo Iceta y Bolaños acompañaron a Tamames como dos monaguillos leyendo en voz baja el borrador filtrado la semana pasada. Mientras, los del ala podemita ponían cara de póker y sólo se sobresaltaban cuando el candidato desmontaba la memoria oficialista. Cosas de comunistas ejercientes.
La cosmovisión de Tamames pivota sobre pilares sólidos, pero fue insuficiente para hacer frente al ejército de asesores que preparan los discursos del presidente. El profesor, de natural polemista y vehemente, se merendaría a Sánchez en un debate de igual a igual, pero el presidente fue inmisericorde y lo sometió a la más dura de las estrategias: el aburrimiento. Los ministros aguantan y aplauden a su amado líder, pero a Tamames le sacó de sus casillas: empezó echando una bronquita a Sánchez y Abascal –«tenemos que ser más breves y no repetir argumentos»– y acabó interrumpiendo al presidente por «soltar un tocho». En total, el presidente estuvo 173 minutos leyendo en alto, sin atender las preguntas del adversario, atribuyéndole frases que no ha dicho y encajando las críticas con sonrisa soberbia.
«Que Sánchez se olvide de la inflación, del Tito Berni o del 'sólo sí es sí' no significa que no existan»
Esta moción de censura entrañaba riesgos, y Vox lo sabía. Tal vez por eso, al comienzo de la mañana, Abascal arrancó a la defensiva, justificándose por estar ahí. Sin decir buenos días empezó a repartir a los diputados –«contra la tradición parlamentaria están ustedes sentados en sus escaños» – y contra los periodistas: «Los titulares de los periódicos están redactados, todo está previamente escrito». Música y letra podemita , cuando lo que estaba previamente escrito eran las intervenciones de Sánchez, que consolida este parlamentarismo sin orejas, de discurso de víspera y autobombo. Sánchez hizo un retrato al óleo de Vox y le salió un esperpento. Lo que él ve en los ojos de Abascal es una España negra que no existe, como tampoco existe la España aúrea que nos vende el progresismo. Pero que Sánchez se olvide de la inflación, del Tito Berni o del 'sólo sí es sí' no significa que no existan, y que Sánchez identifique al PP y a Vox no quiere decir que sean lo mismo, porque no lo son.
Si algo molesta a Sánchez es que Feijóo pase de él, y el presidente del PP lo sabe, aunque a veces se deje embaucar por las estrategias de su adversario. Feijóo es el mejor Feijóo cuando no se sube al ring de Sánchez, y los que lo buscan desde su izquierda y desde su derecha se encuentran, de repente, mirándose a los ojos desde extremos contrarios. Y Feijóo sabe que ahí es cuando gana. Porque Feijoo es hoy el hombre más buscado, es el adversario a batir. Pero ayer no estaba, y la moción fue como los partidos de fútbol por el tercer y cuarto puesto: no apetece ni jugarlos. Y Feijóo decidió visitar la embajada de Suecia para regalarnos el chiste fácil de que se iba a hacer el sueco. Y a lo suyo parafraseó a Neruda: «Me gusto cuando callo porque estoy como ausente». Y eso, a Sánchez, le pone de los nervios. Como a Tamames que le suelten un «tocho» y a los ciudadanos que nos enchufen esta moción tocomocho.
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