Evidentemente, sí
Sánchez se ata a Moncloa entre Ábalos y el prófugo
Jornada institucional y simbólica: ya no es el PSOE, es el Congreso quien aprueba la amnistía. Puigdemont lo sabe y lo explotará
El Congreso aprueba completamente dividido la amnistía que permitirá el regreso de Puigdemont

El magnífico Amilibia tiene un libro esencial en esto del articulismo. 'Atados a la columna' (2005) presenta al mejor periodismo literario desde la Transición, de Umbral a Gistau, de Campmany a Martín Ferrand, por citar a los que ya no ... están. ¿Qué habrían escrito estos gigantes de la sesión en la que el independentismo catalán se autoamnistió en el Congreso?
La solemne cita comenzó este jueves con la prensa pendiente de la columna, pero de una de mármol verde que impedía ver desde la tribuna el escaño de José Luis Ábalos, esa oveja negra del nuevo sanchismo que da tanto pie a la literatura y que reapareció en el hemiciclo atado al Grupo Mixto, allí arriba, en los escaños con techumbre, en el gallinero, donde no apuntan ni los planos generales de la tele. ¿Cómo le retrataría Umbral?
Quién pudiera hoy leer sus columnas sobre una sesión que consagró por ley que el 'procés' no agredió la Constitución, y que todo aquello no pasó. ¿Cómo obviar hoy que Pedro Sánchez sigue atado no a la columna sino a La Moncloa, y que lo está con la cuerda podre de los beneficiarios de la amnistía? ¿Cómo eludir que el gran protagonista de la sesión no fue Ábalos sino el prófugo de Waterloo? ¿Qué escribirían esos articulistas de un pleno en el que la cita más elevada fue de John Lennon? ¡Y la pronunció Bildu, ese partido pacifista! ¿Y cómo nos contarían una jornada en la que la metáfora más elaborada fue «la flor de la esperanza» y la pronunció el PSOE? Que una cosa es cambiar de opinión y otra ser un cursi, Patxi López. ¿Cómo desenmarañarían esos gigantes del articulismo una ley que es un eufemismo desde el título y que consagra, en definitiva, la desigualdad entre españoles?
El interés del pleno del Congreso, este jueves, no estuvo en el rifirrafe, en los argumentos, en la oratoria; estuvo en el simbolismo, en la institucionalización de la conversión socialista. Ya no es el PSOE, es el Congreso quien avala la amnistía, y eso es munición que Junts y ERC no están dejando pasar. Por eso el Gobierno intentó meterle sordina, como si ausentar a 16 ministros restara trascendencia al atropello. No quería Sánchez hoy grandes aplausos coordinados, no quería una imagen triunfalista de un día que le llega en mal momento. Sánchez ha perdido el control de una legislatura que nunca arrancó y que vive amenazada por las elecciones catalanas y el escándalo Ábalos, que reapareció para votar sí a la amnistía pese al desprecio de un presidente del Gobierno que también despreció a la Cámara Baja. Sólo llegó para votar, y porque no le quedaba más remedio.
Por eso sólo cinco ministros del Gobierno, tres del PSOE y dos de Sumar, permanecieron todo el pleno. Eran tan pocos, entre tanto escaño azul, que Bolaños, que este jueves se ató para siempre a la amnistía, se movió dos escaños para acercarse a María Jesús Montero, a la que se le desataron los presupuestos. Unas veces se gana y otras se pierde, María Jesús, que sin presupuestos la ministra de Hacienda no tiene mucho que hacer. Tal vez por eso anduvo habladora y despistada y no se le ocurrió nada mejor que dejar su bolso en el escaño vacío de Sánchez, como Soraya con Rajoy. Y cómo no preguntarse qué escribiría Gistau con esta metáfora, ese complemento como símbolo del final de un presidente. O de dos.
La sesión no la presidieron las estatuas de Isabel y Fernando que simbolizan en el hemiciclo la unidad cinco veces centenaria de Castilla y Aragón, no. Tampoco una Armengol a la que los diputados socialistas aplaudieron al ritmo de Patxi López como si no le salpicaran los papeles de Ábalos, mientras las señorías de Vox coreaban «Koldo, Koldo». Este jueves en el hemiciclo la Presidencia estuvo justo enfrente de los Reyes Católicos, en la tribuna de invitados: los reyes fueron Junqueras, presente, y Puigdemont, ausente. Bajo su mando, y en la sede de la soberanía nacional, el Gobierno se vinculó para siempre al independentismo como quien se ata, no a una columna de Amilibia, sino a un prófugo de la Justicia. Todo por permanecer bien anudado al poder en La Moncloa. Aunque sólo sea unos minutos más, lo que tarda en marchitarse la flor de la esperanza. Con perdón.
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