Análisis
La larga noche del sanchismo
El adelanto electoral es una decisión a la desesperada, pero no ilógica. Sánchez no quiere un viacrucis de seis meses
Videoanálisis | El adelanto electoral es una medida a la desesperada
La madrugada más amarga en Moncloa y Ferraz: «Nadie esperaba esta derrota»
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Iniciar sesiónLa noche que ABC publicó los plagios en las tesis de Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno durmió muy poco. Lo sé porque bien entrada la madrugada su perfil de WhatsApp estaba «en línea». A las 23.30 de aquella noche, la portada de este ... periódico cayó como un mazazo en el Palacio de la Moncloa, que se puso a urdir una estrategia de comunicación urgente en tiempos de crisis para frenar el daño reputacional a un político que se vendía como ejemplar. Aquella estrategia no hizo más que prolongar la agonía, porque un mes después toda España sabía que la tesis doctoral del presidente tenía la categoría intelectual de un trabajo descargado en 'El rincón del vago' y la categoría moral de quien copia en los exámenes. Su estrategia, que incluía un burofax anunciando una demanda que nunca llegó -¡lástima!-, fue un ejercicio de soberbia insoportable y algo más: a la mañana siguiente pudimos detectar con claridad quiénes eran los palmeros que el presidente había empotrado en las tertulias.
Como aquella noche, la madrugada del domingo al lunes también se prolongó más de lo habitual: había que gestionar una debacle electoral sin precedentes y diseñar una estrategia. La decisión de adelantar las elecciones al 23 de julio es una medida desesperada, pero no es una medida ilógica. Como Saulo, Sánchez se cayó del caballo al descubrir una realidad muy superior a él: en su caso, el hartazgo de los españoles hacia su Gobierno, su persona, sus pactos, la zafiedad de sus leyes y sus mentiras, tantas mentiras. Las urnas hablaron con tal contundencia que Sánchez entendió que esperar al mes de diciembre para celebrar las elecciones generales era convertir su próximo semestre en un via crucis insoportable. Adelantar elecciones permitía cortar por lo sano semanas de críticas a su persona: en cuanto lo anunció, los medios dejamos de hablar del 28M y empezamos a hablar del 23J. Decisión audaz. Además, le permitía recuperar la iniciativa, un valor impagable, y dejar de ser el pimpampum de la opinión pública española. Yo convoco, yo marco las normas. Decisión, también, audaz. En tercer lugar, la convocatoria electoral coge al espacio a su izquierda jugando al juego de la silla y mareando a sus votantes. Así les ha ido en las municipales y autonómicas, un desastre tanto para Podemos como para Yolanda Díaz. Ahora, tienen un plazo de diez días para decidir si van juntos y otros tantos para hacer las listas. Si era difícil llegar a un acuerdo, ahora tendrán que hacerlo débiles y con prisa.
Hay lógica, pues, en el adelanto electoral, pero es una lógica a la defensiva. Sánchez sabe que el mensaje del 28M es un cambio de ciclo político, y que su objetivo ahora no es tanto como perder con dignidad. Es verdad que el veredicto de las urnas no está escrito, y que la derecha necesita una mayoría abrumadora para frenar a Frankenstein. Y es verdad que en estos 54 días el Gobierno intentará meter con calzador en el debate público que Feijóo pacta con Vox, como si ellos no pactaran con Bildu, con separatistas o con el conglomerado podemita.
Al presidente le entró tal prisa para convocar antes de agosto que se le olvido deliberarlo en Consejo de Ministros, tal y como establece el artículo 115 de la Constitución, aunque sí lo comentó con su núcleo duro político, esa mixtura de Moncloa y Ferraz que diseñó tras la anterior debacle en Andalucía. El domingo, al cierre de los colegios electorales, ese equipo de máxima confianza seguía pensando que en España no había hartazgo alguno con el sanchismo. Es más, cuando GAD3 publicó su encuesta antes de que se iniciara el recuento, en Ferraz negaban la mayor y se mofaban de los resultados. Ellos vivían en otro mundo, un mundo ideal en el que Tezanos representa la neutralidad, Sánchez la ejemplaridad y el PSOE es el partido que más se parece a España. Pues no, no y no: Narciso Michavila tenía razón y la larga noche del sanchismo no ha hecho más que empezar.
Y de esto se dio cuenta Sánchez en la noche del domingo. Por eso en la mañana de ayer su aspecto era el de una persona derrotada. La decisión de adelantar elecciones se ha tomado con la urgencia de quien se sabe perdedor y quiere que sea lo que Dios quiera, pero que sea cuanto antes.
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