La amnistía para Sánchez y Puigdemont: «Poner el contador a cero por supervivencia»
Los cargos medios del PSOE están dispuestos a tragar porque saben que las arcas del partido necesitan que se siga en La Moncloa
Sánchez abona el terreno para la amnistía y reniega de la Justicia
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Iniciar sesiónUna de las motivaciones de la política es el afán de supervivencia. No es la más elevada en términos de moralidad, pero opera con gran eficacia y maneja instrumentos que otras motivaciones desdeñan; por eso, nunca se debe despreciar el peligro de un animal herido; ... o de dos. Hoy, España está en manos de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, dos políticos unidos por la urgencia que han encontrado una salida a sus problemas, y están dispuestos a explorarla.
La supervivencia en el caso de Sánchez no es solamente la suya personal: seguir en La Moncloa. Siendo esta una urgencia importante, más aún con el carácter narcisista del presidente en funciones, podría resolverse con un premio de otro tipo pactado con el PP en forma de supercargo internacional. Aceptar algo así es poco probable en Sánchez, pero sería posible. El problema es que la supervivencia es también la de su partido. «Si perdemos La Moncloa, ¿qué nos queda?», se pregunta un alto cargo socialista consciente de que el auténtico drama para su partido fue el 28 de mayo: con tres comunidades autónomas y pocas capitales de provincia y diputaciones, las personas que se han quedado sin nómina se cuentan por miles y en las arcas del partido empiezan a anidar las arañas. En Valencia, en Aragón, en Baleares, en Canarias… mucho dinero perdido, y demasiadas miradas hacia el último responsable: Sánchez.
El otro animal herido es Carles Puigdemont. Un importantísimo político independentista que ya no está en primera línea, pero que confía en beneficiarse de la amnistía, observa atentamente entre bambalinas. Conoce de cerca las motivaciones de Puigdemont, y señala que pasan por la rehabilitación para hacer política dentro de los márgenes del sistema, y no como un apestado en el Parlamento Europeo con residencia en Waterloo y bajo la amenaza permanente del juez Llarena. El líder de JxC es consciente de que vive en la marginalidad y de que, en su caso, las supervivencias política y personal son la misma y le exigen abandonar la estrategia que Junts ha seguido en los últimos años: no a todo. Por eso desde el 17 de agosto los diputados de Puigdemont se prestaron a negociar con el PSOE para darle la Presidencia del Congreso a cambio de una serie de cuestiones menores (tener grupo parlamentario y poder hablar catalán en el Pleno) y una mayúscula: hacer lo que sea necesario para aprobar una amnistía, que es lo mismo que olvidar legalmente que hubo un día en que él declaró la independencia de Cataluña, aunque fuera sólo por unos segundos.
Un miembro del actual Gobierno en funciones lo vende así: «¿Y si conseguimos que Junts sea un partido normal? Aunque sea a costa de una amnistía, ¿no habrá merecido la pena?». Esta clave que ofrecen en privado los cargos medios socialistas preocupados por la actual situación es exactamente la cuestión: hasta dónde está dispuesto a llegar el PSOE a cambio de blanquear los siete votos de Junts.
La estrategia monclovita
Moncloa ha diseñado una estrategia comunicativa para justificar que pactar con Puigdemont es lo que realmente quieren los votantes del PSOE. No es poca cosa, porque Pedro Sánchez dijo tres días antes de las elecciones que la amnistía «no cabe en la Constitución» y la portavoz Isabel Rodríguez decía hace no tanto que eso era como «romper España». Veamos en qué consiste esa estrategia:
1) Lo primero es quitar importancia al hecho de aprobar una amnistía al 'procés'. ¿Cómo? No solo se niega que hasta antes de ayer todos en el PSOE consideraban que sería un error político y una maniobra inconstitucional, sino que bajo ningún concepto es una agresión a la igualdad entre españoles y un premio a los delincuentes que atacaron a la Constitución. Nada de eso: el sanchismo ha recibido la consigna de presentar la negociación con Puigdemont como una «apuesta por el diálogo». El diálogo como valor superior.
2) Se intenta enmarcar esa supuesta apuesta por el diálogo como una línea recta en el sanchismo: como si Sánchez no hubiese votado a favor de aplicar el 155, como si Sánchez no hubiese catalogado de rebelión los hechos que finalmente el Supremo consideró sedición, como si Sánchez no se hubiera negado a aprobar los indultos que luego sí concedió o como si el pasado 20 de julio Sánchez no hubiera dicho que la amnistía «no cabe en la Constitución».
3) Se obvia el efecto que sobre los excesos independentistas tuvo la aplicación del artículo 155 (el Estado se defiende) y la sentencia del Supremo (el que cruce la línea, a la cárcel) y se atribuye el descenso de la tensión social en Cataluña exclusivamente a que Sánchez dialoga con los «indepes».
4) Moncloa esconde que lo que ellos denominan «diálogo» son en realidad cesiones: indultos, catalán en el Congreso y en Europa, amnistía al 'procés' y quién sabe qué más. Los separatistas cifran en 450.000 los millones que el Estado debe a Cataluña desde la Transición y piden que se condene los cerca de 80.000 millones en préstamos que el Estado concedió a la Generalitat a través del FLA. Y lo último: ERC quiere ahora que los deportistas profesionales que no quieran jugar con España puedan hacerlo sin ser sancionados.
5) En Moncloa y en el PSOE se trata de normalizar las críticas de Felipe González y Alfonso Guerra: «¿No tuvo Felipe problemas con su generación anterior?», explican desde los entornos del presidente tratando de reducir el cisma al simplismo de viejos contra jóvenes.
Dicho todo esto, lo único cierto es que el PSOE y Junts están hablando. Tratan de concretar ese supuesto punto intermedio entre lo que pide Puigdemont y los límites constitucionales. «No haremos ninguna locura», dicen en el entorno del presidente Sánchez con la mano izquierda mientras con la derecha estudian si la amnistía debe alcanzar sólo las infracciones penales o también las administrativas. Pero en puridad todo esto da igual, porque lo importante es si el Estado se rinde y la Democracia española queda señalada.
Los cargos medios del PSOE están dispuestos a tragar porque saben que las arcas del partido necesitan que se siga en La Moncloa, pero imploran a Sánchez que los independentistas pidan perdón y renuncien al «lo tornarem a fer». En caso contrario, como admite en privado un barón socialista, «no hay manera de ser miembro del PSOE y salir a a la calle con dignidad».
El PSOE confía en resolver sus problemas con esta amnistía creyendo ciegamente en que eso acabará con el desafío soberanista. El problema es que el jefe de los independentistas, que se llama Puigdemont, no está pensando en la convivencia de los españoles, sino en su propia supervivencia. Y eso, como dice ese político independentista que mira desde un segundo plano «no es resolver el problema, es poner el contador a cero». Como si nada hubiera pasado.
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