El Gobierno se instala en el gueto
acotaciones de un oyente
Rendir cuentas al Congreso no es, como parece interpretar el PSOE, rendir cuentas al PP, sino rendírselas al pueblo español
La ausencia de Sánchez y Montero lanza al PP contra Díaz por su silencio frente a la corrupción
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Iniciar sesiónVamos a volver a decirlo una vez más, a ver si, poco a poco, va calando. El control al Gobierno es una de las funciones que la Constitución encomienda a las Cortes Generales -Congreso y Senado-. No es una prerrogativa que tenga el Poder Legislativo ... o una especie de incordio para molestar al Gobierno, sino su obligación; no es algo accesorio sino fundamental, el corazón de su función junto a la producción de leyes; no se trata de un privilegio, sino de un mandato; no es algo que la oposición pueda hacer o no en función de su apetencia; al revés, controlar al Gobierno es obligatorio.
Y, visto desde la otra orilla, 'dejarse controlar' no debe ser entendido como una agresión o como una molestia delegable, como, qué sé yo, la reunión de la comunidad de vecinos. Tampoco como una medida de gracia o como un premio que el Gobierno concede a la oposición si son buenos chavales: muy al contrario, dejarse controlar es su primera obligación. Y más si aquellos que les controlan los superan ampliamente en número, tras haberlo hecho en votos.
Rendir cuentas al Congreso no es, como parece interpretar el PSOE, rendir cuentas al PP, sino rendírselas al pueblo español. Al sujeto de la soberanía. Por eso no se sostiene la actitud ni las formas del Ejecutivo. En primer lugar, porque, para que en un lugar te puedan controlar, es conveniente comparecer en el mismo. No es de recibo que de los veintitrés miembros del Consejo de ministros solo acudieran diez a la sesión de control -en algunos momentos solo hubo cinco-.
Es comprensible una ausencia puntual, aceptable una cita ineludible y disculpable una obligación institucional. Pero esta actitud de ausencia reiterada dista mucho de ser anecdótica y ya se ha convertido en la categoría, en la normalidad. Sánchez huye cuando le interesa y utiliza una agenda internacional artificialmente estructurada para no dar la cara ante el pueblo español. Y sus ministros, en justa mímesis, acuden a la sesión de control solo si no tienen algo mejor que hacer. Se buscan salidas, coartadas y excusas para no cumplir con su obligación constitucional.
No es de recibo que de los veintitrés miembros del Consejo de Ministros solo acudieran diez a la sesión de control
Pero hay algo peor. Salvo excepciones como Aagesen -a la que, no obstante, empezamos a ver pequeños síntomas de 'maleamiento', sin duda, consecuencia de las malas compañías-, cuando los ministros acuden, no lo hacen para responder con cortesía al pueblo español a través de las preguntas que les hacen sus representantes, sino para agredirle con un tono de suficiencia, agresividad y condescendencia intolerable. No responden, no rinden cuentas, no dan explicaciones: solo atacan, insultan y se desentienden de su función para adquirir la contraria, es decir, la del que exige explicaciones a la oposición, les echa en cara su acción política y les reprocha el mero ejercicio de sus funciones.
El PSOE está instalado en la mentalidad de gueto, en el encierro identitario, el victimismo perpetuo y ese aislamiento social tan típico de quienes se autoexcluyen voluntariamente del exterior tras sentirse atacados por este. El problema es que 'el exterior' es el pueblo español, el Estado de derecho, la Constitución. De nada sirve la autovictimización constante, el encastillamiento allende el muro, su rechazo a integrarse plenamente en la legalidad democrática, su endogamia, la agresividad con la que reaccionan ante la crítica o la parálisis total.
Es sencillamente vergonzosa la forma en la que Bolaños afronta las preguntas de quien constitucionalmente está obligado a hacerlas. Viendo en lo que se ha convertido, cuesta creer que, en otro tiempo, fuera un letrado respetado. Lo mismo podemos decir de Marlaska, que, sin ser afiliado del partido, actúa como si fuera su mismo fundador. De Óscar López, en cambio, jamás se esperó algo más que ese torpe chapoteo de alcantarilla.
Las sesiones de control están desvirtuadas; no solo es que el Gobierno no responda, es que no asiste; no solo es que no dé explicaciones, es que las pide; no solo es que haga dejación de sus responsabilidades, es que no permite que el resto asuma las suyas. Entre ellos los periodistas, que nos vemos obligados a escribir crónicas de este tipo, ante la imposibilidad absoluta para contarles algo mínimamente serio.
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