A los díscolos de Santiago les temblaron las piernas
Podían haber sido los que condicionaban al PP. Han optado por la irrelevancia. Una pena
Santiago
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Iniciar sesiónPara la política hace falta audacia, desde luego algo de inteligencia y preparación, pero sobre todo se demanda coraje. No es un mundo hecho para cobardes ni para aquellos de escaso espíritu, porque siempre habrá alguien con más arrojo que tú, probablemente menos audaz y ... no tan inteligente, que te pueda ganar la mano. Dicho todo esto, a los concejales 'díscolos' de Santiago, víctimas del repudio y el sectarismo de este PSOE, les ha faltado coraje, valentía, decisión. Y les ha sobrado ideología y miedo, sin que esté claro en qué proporción se han repartido una y otro.
A comienzos del verano, en esta misma columna, nos preguntábamos si, a la vista de la incapacidad de la alcaldesa de Santiago para observar la institucionalidad que exige su cargo y de la situación de colapso de la ciudad, no se iba haciendo perentoria la necesidad de estudiar una posible moción de censura que marcara un punto de inflexión. Hay que desdramatizar las mociones de censura. No son artefactos impíos para pervertir voluntades ciudadanas sino un mecanismo legal que permite articular nuevas mayorías para gobiernos democráticos. Punto.
Parecía que esa reflexión se la llevaba el viento, porque por más que el PP pudiera estar dispuesto, los cuatro ediles no adscritos alejaron ese cáliz, como si fuera la fruta prohibida que pudiera expulsarlos no sabemos muy bien de qué paraíso, porque de hecho expulsados ya están, si acaso el PSOE fuera algo parecido un Edén. Aunque viendo cómo se las gastaba Ábalos con el dinero que le pagaba el partido en los famosos sobres con membrete, algo paradisíaco sí podría tener para más de uno.
Digresiones aparte, el debate parecía enterrado antes siquiera de poder tomar algo de vuelo y abrir una discusión serena y constructiva. ¿Podían ser estos cuatro concejales el catalizador de un cambio en Raxoi y, al mismo tiempo, establecer qué políticas aplicar y cuáles no, por más que formaran parte del ADN liberal de un partido como el PP? Como si hubiera miedo a esa reflexión, los díscolos se borraron. Hasta que no se sabe muy bien por qué, Gonzalo Muiños dijo públicamente que solo apoyaría una moción que se tradujera en que Mercedes Rosón acabara como alcaldesa. Tiene toda la pinta de un órdago tan a la grande que esperaban que el PP dijera «bajo ningún concepto», y así los conservadores quedaran como los malos de esta película, cuando en realidad ese papel corresponde a la alcaldesa, que tiene Santiago que mejor no verlo.
Pero el PP de Borja Verea estuvo muy hábil, y no solo le vio la jugada a los díscolos, sino que se la siguió. Establecía así el relato de que estaba dispuesto a no aspirar a la alcaldía que legítimamente le correspondería –no en vano le faltan dos concejales para la mayoría absoluta, a la alcaldesa siete– en favor del cambio. Aparcar la ambición por la necesidad. La mano no era mala.
No contaba con que los díscolos son unos pésimos jugadores de mus. Y les temblaron las piernas de manera un tanto vergonzante, desdiciéndose a las pocas horas, porque con el PP «never, never, never», que dijo Florentino Pérez antes de fichar a David Beckham. Solo que Florentino es un empresario serio y no un político diletante. Y antepuso lo que su club necesitaba a cualquier otra cuestión.
No se sabe muy bien a qué juegan estos díscolos, cuyo maltrato hemos contado al detalle en ABC, dado que su único pecado en el PSOE fue haber sido coherentes con su propia trayectoria. ¿Quieren ir de independiente en las próximas municipales? ¿Para seguir estando igualmente hipotecados por su ideología y solo ser capaces de dejar gobernar a la izquierda, por inútil que sea? ¿Ese va a ser su servicio a la ciudad? Bajo ese prisma, el BNG se frota las manos, porque se sabe largo y duradero en la capital de Galicia mientras el PSOE y los que ya no lo son sigan secuestrados por sus complejos.
Los díscolos podían haber quedado como los que condicionaban el programa de gobierno del PP de Borja Verea, incluso sin entrar a formar parte de él. Incluso ejecutar su propio programa con los votos conservadores, y que la ciudadanía juzgara en las urnas. Pero han optado por la irrelevancia. Demasiada ideología, escaso sentido de ciudad. Una pena.
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