Pazguato y Fino
El BNG ya tiene su tragedia para incendiar la sociedad
Los fuegos son la palanca que necesitaba el nacionalismo para creer que puede llegar por sí solo a la Xunta
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Iniciar sesiónImaginemos algunas respuestas para explicar la crisis incendiaria de este agosto en la provincia de Orense y pongámoslas en boca de la conselleira do Medio Rural, María José Gómez. Por ejemplo, digamos que alega que «la principal causa de los incendios es la existencia de ... delincuentes» pero que «hay otras circunstancias que pueden agravarlos, incentivarlos o estimularlos». O incluso, que «este tipo de incendios en tal cantidad, intensidad e intención de hacer daño, no tenía precedentes en Galiza y por eso el dispositivo no estaba preparado para eso». ¿Les suena sensato? ¿Verosímil, quizás?
Podríamos acusar a la conselleira de plagio, porque estas respuestas fueron dadas por el exconselleiro nacionalista de Medio Rural Alfredo Suárez Canal al diario El País tras la oleada de incendios de 2006, la más grave vivida en los últimos veinte años hasta que llegó este terrible agosto orensano. Echen mano de Google si acaso necesitan confirmación.
Al BNG le quedaba la espinita de aquel 'agosto negro' del bipartito, una herida que el PP siempre reabría cuando el nacionalismo criticaba su gestión de los incendios. El 'y tú más' ha sido moneda de cambio habitual en la política gallega, con independencia de quienes estuvieran en el gobierno y en la oposición. Nos queda por escuchar que sí, que a la Xunta actual le han ardido más hectáreas, pero que al menos no hay víctimas mortales, y el bipartito no pudo decir lo mismo.
Por aquello de la eterna comparación, resulta sorprendente que al BNG le entren las prisas para que el presidente de la Xunta comparezca en el Parlamento en pleno mes de agosto, en un pleno extraordinario, para rendir cuentas por la gestión de los incendios. Nadie del bipartito lo hizo, cuando a finales de agosto de 2006 lo peor había pasado. Ahora, mientras usted lee estas líneas, todavía se están apagando fuegos. Entonces, se esperó a septiembre, con la reapertura del curso político y el periodo de sesiones. En efecto, ese mes para el que faltan apenas ocho días. No tengan duda de que bien el presidente, bien la conselleira, dará las debidas explicaciones. Lo suyo es que lo haga Alfonso Rueda, vaya por delante. Touriño lo hizo en 2006, así como Suárez Canal. La réplica de la oposición del PP, con Alberto Núñez Feijóo, fue de extrema dureza. No cabe extrañarse, por tanto, de que ese mismo tono le venga ahora de vuelta al PP.
Pero fuera de lo estrictamente parlamentario, asistimos al guión más habitual cuando se produce alguna situación proclive al incendio social. Es la sopa en la que mejor se maneja el nacionalismo, esa en la que puede instrumentalizar una tragedia para alimentar la contestación, la algarada. Lo vimos este jueves con las manifestaciones organizadas por una 'plataforma' en defensa de los montes gallegos, la enésima mascarada del BNG, como en su día fue 'Nunca Máis'. Ni siquiera se molestan en disimular: cuantas más banderas nacionalistas mejor, que no haya duda de quién está detrás.
Cabe recordar aquí una confesión de Bieito Lobeira, la férrea mano que meció muchas cosas en la organización frentista, al respecto de la supuestamente independiente plataforma contra la gestión del 'Prestige'. «Nunca Máis no fue un proceso espontáneo, sino una acción de protesta coordinada, planificada y democrática a partir de estructuras preexistentes, que eran las del nacionalismo». Pueden leerlo en 'Chapapote' (Libros del KO, 2022), por aquello de citar las fuentes.
Ahora, ese mismo proceso nada espontáneo, esa misma acción coordinada y planificada, se vuelve a poner en marcha para caldear el ambiente y que sirva para sentar las bases del desencanto hacia la Xunta actual, la palanca que el BNG necesita para creer que puede llegar. Desde hace meses se viene haciendo en contra de la implantación de Altri en Palas de Rei. No se hizo antes de las elecciones, a pesar de que BNG y PSOE conocían la letra pequeña de la pastera, sino el día después de saber que les quedaban cuatro años más de oposición. Y se intentó en enero de 2024, con la supuesta catástrofe ecológica de los pélets del Toconao, aquel mercante que perdió un container frente a las costas de Portugal y del que se quiso culpar a la Xunta en plena precampaña.
De aquel esperpéntico episodio permanece en la retina la imagen de la vicepresidenta Yolanda Díaz recogiendo plásticos en una playa. No, no ha sido el arenal en el que ha veraneado este agosto mientras ardía Orense. Muy elocuente el silencio de la ministra más gallega del gabinete Sánchez, desaparecida por completo hasta que recibió el mensaje en el grupo de WhatsApp de Sumar Galicia, que deben componer una docena de personas -tampoco tiene muchos más votantes- para ir de negro a la protesta del jueves en Vigo. En fin, cada uno organiza su agenda como considera.
Chascarillos aparte, la diferencia es que el bipartito escurrió el bulto culpando de todo a la herencia recibida de la época Fraga. El gobierno de Rueda no puede hacerlo. Pero lo que explicó los incendios de 2006 sigue vigente veinte años después: una virulencia desconocida, una intencionalidad clara, un operativo desbordado. Nada garantiza que un dispositivo de extinción el doble de amplio del actual hubiera sido suficiente para esta crisis incendiaria. Quizás porque entonces, como ahora, los motivos que explican la crisis incendiaria estén más en una situación estructural en la gestión del monte -que excede a la Xunta y mira más a Bruselas y Madrid- que en la capacidad de un gobierno autonómico en apagar fuegos.
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