Juan Soto - El garabato del torreón
La eficacia sin siglas
El salto que ha pegado Ribadeo, capital de la Mariña Oriental, en estos años ha sido asombroso
Con ocasión del ‘Ribadeo Indiano’, que está en vísperas de convertirse en la mejor y más concurrida de cuantas fiestas «históricas» se celebran en Galicia, hemos podido comprobar la certeza de aquella opinión tantas veces reiterada por don Manuel García Pelayo, primer presidente del Tribunal Constitucional, tras su regreso a España después de sus años de exilio en Venezuela y Argentina. Aunque nacido en Zamora, los lugueses siempre hemos considerado al ilustre constitucionalista un poco paisano nuestro, título que le asiste por su matrimonio con Mercedes Pimentel, hermana del poeta Luis Pimentel.
El caso es que para el profesor García Pelayo la gestión económica llevada a cabo desde los poderes públicos debe ser apartidista, aunque ello no obsta para que tenga significación política.
No nos mueve pasión de origen si aseguramos que el salto que ha pegado la capital de A Mariña Oriental en estos años es sencillamente asombroso: en la cantidad y calidad de sus servicios sociales, en la recuperación de la disciplina urbanística (al fin y al cabo, primera premisa para acabar con el feísmo), en su desarrollo comercial, en su actividad cultural, en el rigor aplicado a la memoria colectiva del municipio, con respeto estricto a los hechos acreditados pero sin caer en ofensas retroactivas ni revanchismos…
Todo eso, que tendría que constituir pauta de obligado seguimiento, no sería posible (ni tampoco explicable, es obvio) sin un equipo de gobierno para quien su cómoda mayoría no es patente de corso sino instrumento al servicio de todos. «Primero, Ribadeo; después, Ribadeo… y luego ya veremos», parece ser la inteligente escala jerárquica establecida por un alcalde, al que las siglas particulares (en este caso, las del BNG, también conviene dejarlo claro) podrán estar a la par pero nunca por encima de su condición de ribadense, es decir, de lo que más pueda interesar a sus compoblanos.
Lo dijo el viejo maestro: el «vocablo decisivo no es representación sino eficacia».
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