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Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Argenta en Galicia

Se cumplen sesenta años de su muerte, durante tanto tiempo embozada por la mojigatería hipócrita de las medias palabras

JUAN SOTO

Aficionado como es uno a las efemérides redondas y no estando desahuciado todavía del refugio de la memoria, que es una de las potencias del alma, trato de hallar en los periódicos de estos días (al menos en las renombradas cabeceras de Madrid y Barcelona) un recordatorio (¡qué menos que un recordatorio!) a Ataúlfo Argenta , ahora que se cumplen sesenta años de su muerte, una muerte durante tanto tiempo embozada en la mojigatería hipócrita de las medias palabras.

De Argenta se ha publicado recientemente una biografía, apoyada en irrebatibles pilares documentales, fundamentalmente de orden epistolar. Su autora es Ana Arámbarri , nieta del maestro Arámbarri, tantas veces huésped de Galicia con su Orquesta Municipal de Bilbao, para la que adaptó (y estrenó en Lugo, en concierto de la Sociedad Filarmónica) la «Negra Sombra» de Montes.

El de Argenta y Galicia es capítulo que da para bastante y va mucho más lejos que la larga y fiel amistad entre el maestro y Antonio Fernández Cid, que tanta lecciones musicales impartió desde las páginas de nuestro ABC. Una de las escasas incursiones de Argenta en el terreno de la composición se debe precisamente a Fernández Cid: en su homenaje puso música al poema de don Ramón Cabanillas «A filla do Rei». El dato es bien sabido, porque el ciclo de las «Doce canciones gallegas» (luego ampliado con otras veintidós) dedicadas al crítico ourensano está editado y reeditado, la última vez, creemos, por la Diputación de Ourense. En cambio, muy raramente se recuerda, por ejemplo, que Argenta fue pianista , bien que ocasional, en el balneario de Mondariz. Tocando para los ilustres agüistas del Gran Hotel le pilló la guerra civil. Verano de 1936. Aguantó hasta mediados de agosto. En cuanto pudo, salió pitando para Santiago de Compostela y allí también se contrató de pianista, por cuatro días y cuatro perras, en el desaparecido café Alfonso.

Quién sabe si un día, si Dios nos da tiempo y voluntad, volvemos sobre el tema.

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