Enamorarse de un asesino: el poderoso influjo del mal
Miguel Carcaño, verdugo de Marta del Castillo, José Rabadán, el asesino de la Catana, Andrés Rabadán, el de la Ballesta... Todos estos y más encontraron el amor en prisión. La pregunta es, ¿qué atrae a una mujer de criminales así?
«Se sienten especiales porque quieren a alguien al que nadie quiere; en ese sentido hay un elemento de autocomplaciencia». José Cabrera, psiquiatra forense con 40 años de experiencia en el análisis de la mente de todo tipo de criminales, considera que esta es una de las claves de por qué una mujer se enamora de un tipo que ha cometido delitos atroces. «No se sienten atraídas por narcotraficantes o estafadores, sino por gente muy violenta. Todas tienen un perfil anómalo».
Marta de Prado, doctora en Psicología y forense de larga trayectoria, explica por su parte que «en estas relaciones las mujeres se sienten protegidas. Saben que su pareja no saldrá de prisión, de modo que están a salvo a nivel físico, pero no psicológico y ... normalmente de esta parte no son tan conscientes».
Algunos han definido este comportamiento con un término, hibrostifilia, que sin embargo, como explica De Prado, «no está reconocido como una parafilia en el Manual Diagnóstico y Estadístico para los Trastornos Mentales». Sería la atracción sexual por gente peligrosa, aunque por extensión se aplica también a la tendencia por sentir predilección por personas que han cometido delitos graves.
La palabra vuelve a estar de actualidad después de que la semana pasada se conociera que Miguel Carcaño, asesino de Marta del Castillo y preso en Herrera de la Mancha, quiere tener un hijo con una joven a la que conoció cuando ya estaba en prisión. Carcaño, como José Rabadán, conocido como asesino de la Catana, ya en libertad, y otros que como ellos cometieron crímenes terribles, recibieron infinidad de cartas cuando estaban encarcelados de mujeres que decían estar enamoradas de ellos.
Algunos formaron pareja entre rejas y hasta se casaron y tienen descendencia. En ocasiones las chicas tienen contacto con los reclusos por su trabajo dentro de la cárcel. Y por supuesto, no se trata de un fenómeno solo español. Criminales tan siniestros como Charles Manson o Anders Breivik, por citar solo dos casos, han vivido procesos similares.
Emparejados desde la prisión
El asesino de la Ballesta
Andrés Rabadán
En los 90 fue detenido por matar a su padre con una ballesta en un brote psicótico. Trece años después se casó una trabajadora penitenciaria en la prisión de Brians (Barcelona) a la que conoció antes en la de Cuatro Caminos (Barcelona). «No hay nada caritativo en mí, sólo me enamoré», dijo ella.
Asesino de la Catana
José Rabadán
El joven murciano mató en 2000 a sus padres y a su hermana pequeña, con síndrome de Down, con una catana. Tuvo una primera novia en el centro de menores a la que conoció por carta. Después llegaría la que es su actual pareja y madre de su hija a la que conoció a través de la Iglesia Evangélica. Está libre.
¿Ellas cómo lo explican? Un par de ejemplos. En una entrevista Tania, hermana de un compañero de reclusión de José Rabadán, con el que se casó y tiene un hijo, lo contaba así: «Es cariñoso y respetuoso. Me transmitía confianza y veía un cambio, lo demás era su pasado».
Por su parte, Carmen, una auxiliar de enfermería en la prisión en la que estaba Andrés Rabadán, el asesino de la Ballesta, con el que contrajo matrimonio en 2005, señalaba en otro reportaje: «Es muy guapo, tiene un lunar en la cara como el de Robert de Niro. Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Y yo se la he dado a él. Es un hombre muy detallista, que sabe mantener la ilusión. Sólo con escuchar su voz por teléfono me pongo contenta. Todas las relaciones son complicadas. Mi exnovio no estaba en la cárcel y no funcionó. Claro que tengo miedo, pero si no me arriesgo... ¿qué?».
José Cabrera distingue entre la relación que surge entre profesionales que trabajan en prisión -miembros de alguna ONG, enfermeras, funcionarias...- y esos internos, de las que comienzan porque «la mujer se hace una imagen irreal del sujeto en cuestión y comienza a enviarle cartas» hasta que consigue ponerse en contacto con él.
En cuanto a las primeras, según el psiquiatra, se trata de personas que «no encuentran en la calle a nadie que las llene y se topan con individuos que quieran o no tienen que hacerles caso, porque están cautivos. No solo eso; les necesitan». En el lado opuesto se trata de individuos en muchas ocasiones muy manipuladores y esa relación, tenerlas enamoradas, da un nuevo sentido a su vida dentro de la prisión.
Emparejados desde la prisión
Violador y asesino
Guillermo Fdez. Bueno
Condenado a 26 años, cuando se fugó de la cárcel de El Dueso durante un permiso de siete días la Policía descubrió que tenía una pareja sentimental, a la que había conocido en esa prisión cántabra donde ella trabajaba como educadora social. Después, ella le visitó en El Dueso ya como su pareja.
Asesino de siete personas
Charles Manson
Condenado a cadena perpetua por la muerte de siete personas a manos de una secta que lideraba en los 60, a los 80 años le dieron permiso para casarse con una joven. Manson rompió con ella al descubrir que ella quería heredar su cadáver para exhibirlo por todo el mundo y cobrar por ello.
Asesino de 77 personas
Anders Breivik
Autor en 2011 de la peor matanza en Noruega desde la II Guerra Mundial, y de extrema derecha, fue condenado a 21 años. También tiene novia, que le apoya. «Realmente no me gustaría vivir sin él», dice la joven sueca, de 24 años, que intenta que se atenúen las condiciones penitenciarias de su pareja.
Sobre las segundas, Cabrera afirma que «se hacen una imagen irreal del delincuente, muchas veces a través de los medios de comunicación, e intentan crear un vínculo con ese individuo. Hay un cierto perfil mitómano en estas personas, además de un elemento de morbo. Necesitan alguien 'especial' y poca gente más 'especial' hay que aquel que es capaz de matar a alguien».
Marta de Prado añade que «comparten el romanticismo, en muchas ocasiones obsesivo, del contacto escrito o telefónico permanente con su pareja. En los encuentros que tienen así como en sus cartas y llamadas ellos muestran su capacidad de seducción y manipulación, lo que hace que la mujer se sienta escuchada, encandilada y atendida, mientras ellas le suben el ego con su actitud de disponibilidad».
Dentro de esta segunda categoría de personas ajenas al mundo penitenciario fijada por José Cabrera, Marta de Prado ve cuatro tipos de mujeres atraídas por asesinos: salvadoras, instrumentalizadoras, que relacionan violencia con poder y delincuentes. «Las primeras se creen con la capacidad de poder cambiar el carácter violento del asesino y convertirlos en buenas personas. Ellas adoptan un papel maternal-educativo, donde el amor que transmiten a su pareja 'lo podrá todo' y convertirá al criminal en un 'hombre amoroso'. Utilizan frases del tipo 'conmigo nunca se comporta así'».
«Sentido maternal»
«La mujer -añade el psiquiatra- siempre tiene en estos casos un sentimiento maternal en la relación de pareja, de modo que quiere cambiar al hombre. Se trata de un pensamiento mágico según el cual creen que con ellas el individuo va a tener un comportamiento distinto». Hay, por tanto, fantasías de omnipotencia. Muchas veces han sido educadas en un entorno donde la culpa y el perdón estaban muy presentes, lo que les facilita el desarrollo de sentimientos de compasión por su enamorado. La 'curación' del ser querido da sentido a su vida.
Emparejados desde la prisión
Asesino de Marta del Castillo
Miguel Carcaño
Miguel Carcaño, de 34 años y en prisión desde antes de cumplir los 20 por matar a la joven sevillana Marta del Castillo, mantiene una relación con una chica de la que no han trascendido datos. Mantiene con ella un contacto regular a través de los vis a vis en la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real) en la que cumple su condena de 21 años de cárcel. Ahora quiere ser padre con esa mujer y de hecho el interno ya ha comentado su deseo a otros compañeros del módulo 2 y a los funcionarios con los que trata a diario. La pareja actual no es la primera que ha tenido en la cárcel. Al menos han trascendido dos relaciones anteriores. Ya en la cárcel de Morón, durante la instrucción de su caso, recibía cartas de admiradoras.
En cuanto a las mujeres instrumentalizadoras, lo más relevante, según De Prado, es que «buscan una relación que les de poder de alguna manera, por ejemplo siendo el foco de los medios de comunicación a los que conceden entrevistas. Suelen tener una baja autoestima y una tendencia a la cosificación en sus relaciones, lo que facilita un vínculo instrumental donde ambos obtendrían algún beneficio».
José Cabrera coincide con De Prado: «Son mujeres acomplejadas, solitarias, para las que la televisión es su ventana al mundo. Fabrican una imagen ideal del asesino; se enamoran de un personaje, no de la persona real. Creen que el delincuente es un tipo especial, alejado de la gente gris de la calle... Cómo no va a ser especial si ha sido capaz de matar, piensan».
«Machos dominantes»
En cuanto a las que relacionan violencia con poder, se trata de mujeres que «buscan machos fuertes y dominantes que las protejan, aunque eso suponga matar -explica De Prado-. No valoran la posibilidad de ser agredidas y cuando terminan la relación explican que todo se complica cuando ellos salen de prisión». «Les gusta la fuerza y el poder, los ven más hombres», añade Cabrera. «Las hay que prefieren a los que matan a mujeres que al resto de asesinos. Por tanto, hay en ellas un elemento masoquista».
También, claro, están las delincuentes. Algunas dan rienda suelta a ese perfil al lado de un asesino, en lo que se conoce como pareja 'Bonnie&Clyde... Otras, en cambio, se convierten en sus marionetas y adecúan su carácter y actuaciones a las exigencias de él.
La última pregunta es si pueden estas mujeres cambiar a esos hombres. «Normalmente un psicópata tiende a instrumentalizar sus relaciones -recuerda De Prado-. No obstante, las adecuadas relaciones con otras personas pueden ayudar a generar cambios. Es lo que se denomina 'experiencia emocional correctora', que requiere mucha introspección, lo que no es propio de un psicópata. Si cambian, lo normal es que no sea 'por ellas', sino porque buscan una vida que se ajuste más a lo que ellos desean; es decir, hay un motivo racional, no emocional».
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