AL PUNTO
Maje sigue majando doquiera que vaya
Maje es, también, la primera persona del presente de subjuntivo del verbo majar
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Iniciar sesiónSi el que fuera cronista de Valencia, Vicente Boix, pudiese mirar por una rendija del tiempo y ver el centro penitenciario de Picasent, con sus establecimientos aledaños pero separados de hombres y mujeres, se quedaría pasmado de los cambios y las progresivas mejoras que ... han ido registrándose en las instalaciones carcelarias españolas –hasta en su denominación se tiende a eliminar el vocablo más común de cárcel o prisión— que en nada se parece al Presidio Correccional de Valencia, al que dedicó uno de sus libros, editado en 1850 e impreso en la imprenta del propio penal.
Y más pasmado quedaría viendo las grandísimas diferencias entre las actuales instalaciones penitenciarias –con hasta seis o siete distintos tipos de menús: ordinario, bajo en calorías, vegetariano, musulmán, celíaco y desdentados— y las horribles malolientes, insanas mazmorras y ergástulas que en los siglos anteriores sufrieron los castigados a padecer toda clase de penalidades, brutal correctivo añadido a su privación de libertad. Y sin más alimento, apunta Vicente Boix en el caso de los condenados a galeras, que «una ración de galleta de maíz con una corta cantidad de alubias»
Hablemos de lo ocurrido en el Centro Penitenciario de Picasent, bautizado con el nombre del que fuera ministro de Interior, el valenciano Antoni Asunción, que dimitió por culpa de un bribón como Luis Roldán, al que un gobierno socialista presidido por Felipe González puso al frente de la Guardia Civil, benemérita institución que tan indignamente afrentó con su proceder.
Sí, hablemos de ese centro que es noticia estos días porque una de sus internas, María Jesús Moreno Cantó, conocida como la viuda negra de Patraix, condenada a 22 años de cárcel como inspiradora e instigadora del asesinato del que era su marido, el ingeniero Antonio Navarro, está embarazada y no por inseminación artificial, no.
¡Cáspita! Podría ser la muy púdica exclamación que lanzase todo aquel que se vea sorprendido por tan impúdico proceder como el que la criminal viuda tiene acreditado. Si antes de engatusar a un pánfilo como Salvador Rodrigo Lapiedra, el calzonazos que aceptó convertirse en homicida por su amor, ya se había trajinado a unos cuantos rijosos, su estancia entre los muros del centro de Picasent no ha sido obstáculo ni valladar para nuevas coyundas con al menos cuatro reclusos, a resultadas de las cuales se ha quedado embarazada. Preñez que propiciará su próximo traslado al centro de Fontcalent en donde existen dependencias para reclusas gestantes lo que, de paso, le acercará a su Novelda natal.
Maje no sólo el hipocorístico de María Jesús Moreno Cantó. Maje es, también, la primera persona del presente de subjuntivo del verbo majar. Y majar es machacar, golpear, moler, triturar, quebrantar… Mucho de eso, parece que no otra cosa, ha hecho en sus treinta y tres años de vida, de mala vida, esta trastornada víbora, que también dentro del recinto penitenciario –se creía que estaban separados por sexos en uno y otro centro—ha exhibido sus artes seductoras y conseguido con reiteración sus objetivos carnales.
Ahí querría ver ahora a Vicente Boix dando cuenta de lo sucedido y en tan distinto escenario. Que una cosa es que internos e internas sufran la condena de privación de libertad y que algunos y algunas, una al menos según ha revelado el predictor, haya sido capaz de convertir alguna dependencia nada vigilada de la cárcel de Picasent en una sucursal del puticlub El Ciervo, que existió en una localidad próxima tiempo atrás.
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