Cercanías, asignatura pendiente

El Estatuto intentó suplir la sensación de que Cataluña se rezagaba, pero el proceso es lento

Nunca como en la última década se había invertido tanto en Cataluña en infraestructuras, nunca como en la última década el pesimismo había sido tan notorio en esta materia, un mal cuerpo que permanece pese a que, de unos años a esta parte, no todo ... han sido malas noticias: inauguración de la T1 del aeropuerto, ampliación del puerto, conexión AVE con Madrid, propósito de enmienda en Cercanías, nuevas líneas de Metro... En cualquier caso, se trata de una pesadumbre transversal, y que desde Cataluña señala tanto al PSOE como al PP como responsables de que la Puerta del Sol siga siendo el «kilómetro cero» —la cuota de responsabilidad autonómica se acostumbra a obviar—, con el siempre postergado «eje Mediterráneo» como ejemplo de que Fomento siempre planifica con mentalidad radial.

El debate en torno al «déficit de infraestructuras» ha sido recurrente en los últimos años, un debate, hay que decirlo, alimentado tras años de inversiones por debajo de lo que la comunidad requería —la red de Cercanías ha sido el paradigma—, «afrentas» como la del AVE —la alta velocidad no llegó a Barcelona, y a trompicones, hasta quince años después de hacerlo a Sevilla— o el caso del cinturón de peajes que ciñe las autopistas catalanas, verdadero «fet diferencial» confrontado al salto adelante en autovías que sí ha hecho el resto de España. Nadie se acuerda, también hay que decirlo, de la cuota de responsabilidad que, por ejemplo en cuanto a la red de Metro, le corresponde a la Generalitat: durante la época de CiU, siempre tacaña en inversiones en el área metropolitana de Barcelona, durante la etapa del tripartito, atenazada por los efectos del hundimiento del túnel del Carmel.

Solo ahora, con la megainversión de la línea 9 del Metro (6.500 millones de euros, a un ritmo ahora más lento por la crisis), ha compensado la Generalitat tantos años de ensimismamiento; el contraste con el marcial avance de las tuneladoras de la Comunidad de Madrid, en Cataluña casi mitificadas, fue durante años muy doloroso.

La sensación de que Cataluña se estaba quedando atrás en materia de infraestructuras —ahora el Estatuto obliga al Estado a invertir en esta comunidad el equivalente a la particípación catalana al PIB español— contrasta con la inauguracíón del aeropuerto (de hecho, un nuevo aeródromo, 5.000 millones para todo el Plan Barcelona), la gran ampliación del puerto (aún por completar) o el gran éxito que ha supuesto el AVE Madrid-Barcelona (sobre los 2,5 millones de pasajeros al año). Igualmente, y aunque con años de retraso, la gran estación del AVE de La Sagrera —con todo el desarrollo urbanístico asociado—, la conexión con Francia y el nuevo túnel por el centro de la ciudad (la Sagrada Familia, indemne al paso de la tuneladora) no solo acabarán de vertebrar la red de Alta Velocidad española, sino que permitirán aliviar una red de Cercanías al borde del colapso. Cercanías, traspasada su gestión desde principio de año pero con un importante compromiso de inversión por parte del Gobierno, es la gran asignatura pendiente. El siguiente paso es la transferencia de la red Regional, pero, al igual que otras competencias contempladas en el nuevo Estatuto catalán, el proceso se augura lento. Hay fecha, 1 de enero de 2011, pero dada la experiencia acumulada, muchos desconfían.

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