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Crítica

Y después de este Bach, ¿qué?

Hay conciertos que dejan huella no solamente en los individuos que los escuchan, sino en el imaginario colectivo de los melómanos de un lugar

Un momento del recital en el Palau de la Música Catalana Antoni Bofill

Pep Gorgori

Hay conciertos que dejan huella no solamente en los individuos que los escuchan, sino en el imaginario colectivo de los melómanos de un lugar. en Barcelona en 2014, y han vuelto a hacerlo en 2022. No es que al final el público aplaudiera, que aplaudió; ni que se pusiera en pie, que se puso; es que jaleaba a gritos a cada uno de los músicos cada vez que Hengelbrock los hacía levantarse para recibir sus merecidas ovaciones.

La versión de Hengelbrock fascina por el trabajo de orfebrería en los detalles, desde la ornamentación a la articulación, pero sobre todo por su tratamiento tímbrico de los diferentes planos sonoros. Desde el pianissimo más sutil hasta el más impactante aluvión de decibelios, es capaz de comprender, asimilar y transmitir cada matiz de la retórica barroca puesta al servicio de una de las mejores obras de Bach.

En el Balthasar Neumann, Hengelbrock tiene voces que aprovecha de manera magistral. En las arias, por supuesto, pero también cuando opta por renunciar al sonido del coro entero para interpretar algunos pasajes como si estuviesen escritos para solistas. Especialmente emotivo resulta así, por ejemplo, el 'Crucifixus', en cuyo inicio esta palabra se repite en numerosas ocasiones. Cada una de ellas fue entonada por un cantante diferente, logrando así un dramatismo inusual. Tras los susurros de la parte del Credo en que se relata la sepultura de Cristo, la resurrección fue un verdadero golpe para los tímpanos y los espíritus. Una verdadera demostración de sabiduría musical y de capacidad para revivir toda la emoción que Bach volcó en esta partitura.

A nivel de detalle, resultó fascinante la afinación de las tres trompetas barrocas, un instrumento en que lograr dar la nota perfecta no es nada fácil. La sección de cuerda, con unos pianísimos que se podían cortar, fue también digna de mención.

Pero si un nombre propio conquistó al auditorio, fue el contratenor William Shelton, que en la parte final regaló un 'Agnus Dei' que va a ser imposible de olvidar. Tras su intervención, el conjunto dibujó un crescendo lleno de emoción hasta llegar al acorde final, seguido de un impresionante silencio en la sala. Tras los aplausos, Hengelbrock ofreció como propina el 'Hallellujah' de Händel, en un divertido y sorprendente contraste. A la salida, una pregunta flotaba en el ambiente: ¿Qué hace uno después de escuchar algo así? ¿Cómo se vuelve a la realidad mundana después de este Bach? Algunos seguimos buscando, en vano, la respuesta.

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