Pasado y porvenir de Barcino

SERGI DORIA

BARCELONA. En 1993, José Agustín Goytisolo dio a la imprenta su «Novísima Oda a Barcelona», que se abría en lares latinos: «Hace ya muchos años, en su Ora Marítima /citó Avieno las ricas Barcinos / pues debió ver dos sitios: un poblado /en la ... ladera sur de un cerro sobre el puerto /que dominó los llanos hasta el río, /y el otro en una loma de la cordillera...».

La Barcino del siglo II d.C. tenía 3.500 habitantes. Un enclave de una decena de hectáeras, minúsculo, si lo comparamos con las 80 de la Imperial Tarraco. La muralla romana rodeaba el área de Portal de l´Àngel, la plaza Nova, la Rambla y el acceso al embarcadero, con el Forum en la actual plaza de Sant Jaume y el monte Táber donde se erigió el templo de Augusto que hoy admiramos en el Centre Excursionista de Catalunya de la calle Paradís.

En la colonia Faventia Iulia Augusta Paterna Barcino nació, a finales del siglo I, Lucius Municius Quadronius, protagonista de la novela «Barcino» (Columna) de Maria Carme Roca. Este personaje histórico, explica, «era hijo de otro barcinonés, Lucius Municius Natal, y de una Quadronia, familia patricia de la vecina Baetulo (la actual Badalona)». Con una carrera fulgurante que le llevó al proconsulado de Cartago, nunca olvidaría su ciudad.

La calle del Bisbe discurre por lo que fue el Decumanus Maximus, en cuya confluencia con el Cardux Maximus se asentaba el Forum. Al final de sus días, allá por el año 152, Lucius Minicius rememora su victoria en la carrera de cuadrigas de los Juegos Olímpicos de 129... A las luces del héroe se añaden la sombras: «Ni el éxito político, ni la amistad, ni la estima por su esposa Fausta consiguen borrar las huellas de Teseo, un esclavo que marcó su infancia y que parece agazaparse en cada momento de traición o asesinato» explica Roca. Barcino como nostalgia y también como memoria incómoda de ese ciudadano del mundo.

Tres siglos después por la urbe amurallada dotada con 78 torres de defensa camina el primer relator de noticias y actas diurnas. En «Hay luz en casa de Publio Fama» (RBA), otro escritor barcelonés, Juan Miñana, imagina el momento germinal de la opinión pública y en la fundación de Barcino columbra una necesidad más sentimental y administrativa que real.

Fama comienza como un subrostrano de la colonia imperial, un vendedor de información que «no tiene todavía conciencia de que se adentra en un universo de intereses complejos y que habrá de pasar de simple entretenedor de sobremesas a asumir la voz crítica que le acabará enfrentando al poder».

Las urbes-franquicia

El nomenclator barcinonense le sirve al autor como escenario, jalonado por las inscripciones que nos remiten a la génesis de la publicidad, el turismo cultural e, incluso, la prensa del corazón. «En cada ciudad los romanos transplantaban una estructura urbana como una franquicia» comenta. En el Forum de tabernas y artesanos, Publio constata que el futuro de la literatura no va a ser el periodismo, mientras que el del periodismo será el de la literatura: «Remendaba todas las informaciones que su imaginación, a falta de nuevas actas, había ido reconfigurando para mantener vivo el interés del auditorio...».

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios