Una Linda para el recuerdo

Música: G. Donizetti. Intérpretes: J. D. Flórez, D. Damrau, S. Tro Santafé, S. Orfila, B. De Simone, P. Spagnoli. O. S. del Liceo. Dir.: M. Armiliato. Dir. esc.: E. Sagi. Lugar: Liceo, Barcelona. Fecha: 20-12-11

PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

Devolver a la vida una obra del ‘bel canto’ romántico recuperando sus cortes y moldeándola según los deseos de su compositor –eliminando la obertura, agregando las arias y los dúos habitualmente eliminados- es un gran acierto. Más todavía cuando la producción, firmada por Emilio Sagi, ... destaca por su claridad dramatúrgica y por su estética, con elegantes figurines de Pepa Ojanguren, una adecuada escenografía de Daniel Bianco y la genial iluminación de Albert Faura: es de esos montajes ‘marca de la casa’, con coche, bicicleta y foto de familia, pero esta vez no hubo globos.

El talento de Sagi se apreció, sobre todo, en el trabajo actoral con Diana Damrau, con quien realizó una labor detallada que llegó a su punto álgido en la Escena de la locura. Ella comenzó algo distante, pero gracias a la pared escenográfica del segundo acto su limitada proyección creció (al igual que la del resto de intérpretes), consiguiendo conquistar al público con su fraseo y su dominio de los sobreagudos. Marco Armiliato –quien debutaba la obra, como todo el elenco salvo Bruno de Sikmone- la apoyó a ella y a todos los solistas con una dirección sobresaliente.

El ‘bel canto’ es ornamento, y Damrau también aportó lo suyo, pero el experto en la materia fue Juan Diego Flórez, quien compareció en estado de gracia, generoso y apasionado, expresivo y siempre elegante. La partitura exige una línea de canto casi dramática, algo que no es lo propio de cantantes como el citado Bruno de Simone o como Pietro Spagnoli, acostumbrados al género bufo; el primero, en todo caso, demostró ser un maestro de dimensiones mayúsculas, controlando sin problemas el papel e imponiendo su vozarrón, mientras Spagnoli sobresalía parcialmente a partir del dúo con ese campeón de la escena que es Simón Orfila, quien negoció su agudísimo papel con genio y talento. Silvia Tro Santafé dibujó un Pierotto convincente cantado de manera soberbia, completando un reparto de ensueño al que se unieron los cuerpos estables del teatro remando todos en una misma dirección y consiguiendo auténticas ovaciones.

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