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Sergi Doria - Spectator in Barcino

La diplomacia barcelonesa

El 92 fue el momento estelar de nuestra diplomacia, del «archivo de cortesía» cervantina, de la gitana hechicera con ritmo de rumba

Antonio Rebollo, en el momento de lanzar la flecha que encendió el pebetero olímpico, en 1992 ABC

Hace una semana, en ese templo de luz retrofuturista que es el centro Botín de Renzo Piano en Santander, periodistas de las españas dedicamos nuestro tercer congreso a la diplomacia cultural: arquitectura, mundo editorial, bienales de arte... En palabras del director, Basilio Baltasar: «Una persuasión ... simbólica que deshace prejuicios, reticencias y prevenciones obsoletas». Entidades, instituciones, escuelas, universidades, museos e institutos devienen en embajadas más efectivas que la diplomacia tradicional. Se habló de Málaga, con sus museos que la erigen en capital cultural andaluza; el embajador Roberto Toscano denunció las promesas incumplidas de la globalización a las que se opone la utopía reaccionaria del tribalismo; José Manuel Bonet engrasó, desde el Instituto Cervantes, el motor diplomático de la lengua española; se pasó lista de los tópicos nacionales que impiden re-conocer a los países, afectados por lo que Flaubert llamaba «ideas recibidas»... Y se elogió la potencia literaria iberoamericana. Hablar de Iberoamérica es hablar de su «boom» novelístico y el «boom» sucedió en Barcelona, como bien recordó Sergio Vila-Sanjuán.

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