Berta Marsé debuta en la literatura con el libro de cuentos «En jaque»
La hija del escritor Juan Marsé busca «impacto y sorpresa» con una colección de relatos que su editor Jorge Herralde califica de «incómodos e incorrectos»
DAVID MORÁN
BARCELONA. Más de media década ha necesitado Berta Marsé (Barcelona, 1969) para completar, pulir y «peinar» los siete relatos que dan vida a «En jaque» (Anagrama), debut literario con el que emprende la misma senda que su padre, el destacado novelista Juan Marsé. ... Después de una década trabajando en el mundo del cine y como lectora y analista de guiones para editoriales y productoras, la escritora se ha tomado su tiempo para firmar una ópera prima a la altura de su apellido. «Hace tiempo que escribo, pero siempre para mí. Nunca había pensado en publicar. Sabía que tenía que tener un mínimo de solidez y que no podía ser una capricho oportunista», señaló ayer durante la presentación del libro en Barcelona.
En este caso, la solidez necesaria llegó con «La tortuga», cuento ganador de la XXI edición del Premio Gabriel Aresti encargado aquí de inaugurar una saga de relatos definidos por el editor Jorge Herralde como «alarmantes, incómodos, inesperados e incorrectos». «Quiero lograr impacto y sorpresa», relativizó Marsé, quien situó el origen de su vocación cuentista en el encontronazo con el relato «Felicidad perfecta», de Katherine Mansfield. «Me deslumbró y me hizo pensar mucho. Me empujó a buscar historias en las que la gente acaba estampándose contra la pared en un sentido simbólico», explicó.
Partiendo de esa premisa, Marsé teje una colección de historias en las que predomina la sencillez narrativa, una escritura muy visual y una gran dosis de humor negro ligado al drama. «A veces creo que me he quedado corta, pero no lo veo como mala leche: así es la realidad», apuntó la escritora, quien maneja hábilmente anécdotas hasta convertirlas en prometedores relatos «que ponen en jaque las relaciones». Ocurre con el ilustrador infantil del perturbador «La tortuga», con la insólita relación entre una diva y su peluquera, con la pareja que saca a relucir todos sus trapos sucios durante una excursión en piragua...
A pesar de que tanto el estilo como sus preferencias por Cavern, Capote, Cortázar, Borges y Sallinger, invitan a pensar lo contrario, la escritora barcelonesa sabe que la relación y comparación con su padre va a ser más que inevitable. «Eso de «la hija de Marsé» ya es como mi apodo», bromeó al tiempo que añadía que su padre era «muy respetuoso» con su obra. «Sólo me apunta correcciones de estilo que se pueden mejorar y cuando algo le gusta, no dice gran cosa ni se deshace en elogios». A su madre, en cambio, parece que no le acaba de entusiasmar la mirada dura y oscura de su hija. «No me lo ha dicho, pero creo que los cuentos le resultan un poco desagradables», explicó Marsé a propósito de un libro cuya solapa la presente como «hija de escritor y extremeña». «Si marca tener un padre escritor, más marca tener una madre extremeña», matizó entre risas.
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