VÍA PULCHRITUDINIS
Políticos
Mienten y dicen que es por nuestro bien. Juegan con las palabras y encargan a catedráticos que escriban argumentos para seguir siendo macarras aferrados al poder
Liderazgo
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Iniciar sesiónSe han puesto traje pero siguen siendo matones de instituto, macarras de pandilla, horteras de Ferrari. Ya no son ni rojos ni fachas. Son de esa gente que inexplicablemente monta broncas de tráfico pegando con una barra de hierro o llamando a su abogado. El ... muro de Sánchez ya no separa España en dos mitades sino que aísla a la representación democrática del sentido común.
Mienten y dicen que es por nuestro bien. Juegan con las palabras y encargan a catedráticos que escriban argumentos para seguir siendo macarras aferrados al poder. Comprarse deportivos rojos, pisos en Benidorm y ponerse implantes de pelo no es de ricos, es de macarras de patio de colegio, ilusiones de adolescente hasta arriba de Kalimotxo que cambia la sudadera Nike por un traje de Armani.
Entre tanto, los mortales miramos absortos el espectáculo. Algunos se sonrojan, se preocupan, sufren por la deriva de nuestro país mientras otros, la mayoría, sueñan con emular a los macarras de moqueta, coche oficial y mariscadas con Coca Cola Zero. Ahí está la clave, se entiende por excelencia pasar de mojar fingers en kétchup a untar cigalas en salsa barbacoa.
El votante se da cuenta de lo que pasa pero quiere que le pase a él porque nadie le ha dicho que eso está mal. El mismo que se encadena contra el negacionismo de los de Abascal pasea con su chica a un metro de distancia porque, es verdad, lo de triunfar en ese mundo es cosa de hombres.
La macarrería barriobajera siempre se les dio mejor a los machos que a la mujeres. Alguien podría encargar un estudio con mordida incluida para demostrar por qué estamos peor que hace veinte años. Las leyes, gracias a Dios, han cambiado y las estadísticas se equilibran pero en un consejo de administración ya casi paritario el macho alfa manda más que nunca, es el rey de la fiesta y no por listo o capaz sino por macarra o por guapo.
El otro día al salir de la facultad una chica roja y un chico facha me dijeron que en clase no hablan porque les da miedo «calentarse» y que todo salte por los aires. Su silencio parece poco pero guarda un esperanzador atisbo de sentido común antes de que alguien legisle en nombre de la libertad de expresión que hay que decir en alto todo lo que se te pase por la cabeza y que es obligatorio llevar los genitales visibles como los leones.
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