«Son Herodes quienes creen, en el Gobierno y el Parlamento, que la eutanasia es la solución»

El obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, analiza en una entrevista concedida a ABC y en clave navideña, el año que concluye

El arzobispo auxiliar de Valladolid y secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española contempla el belén de la parroquia vallisoletana de San Ignacio de Loyola HERAS

Montse Serrador

Acaba de llegar de Orense, donde, durante toda la semana, ha impartido unos ejercicios espirituales. Sin siquiera pasar por casa (la sacerdotal), se presenta a última hora de la tarde del viernes en la parroquia de San Ignacio de Loyola de la capital vallisoletana, en ... la que le esperan para impartir el sacramento de la Confirmación. Antes de la imposición de manos, Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, se presta a conversar con ABC. Lo hace junto a un gran belén que, como cada año, han colocado los feligreses de la parroquia. Se muestra relajado en un entorno que le resulta más cómodo y amable que las ruedas de prensa a las que se tiene que enfrentar como portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal Española , una función que le ha hecho perder frescura y medir mucho cada una de sus palabras. No en vano, es la voz de la Iglesia en España. Junto al Misterio, el prelado (Meneses de Campos, Palencia, 1953) habla de una Navidad que este año se viste de pandemia.

¿Es 2020 un año para olvidar?

Nunca. Las cosas que nos pasan en la vida deben ser una experiencia desde la cual aprendamos y crezcamos.

Y si le menciono la Ley Celaá, la de la Eutanasia...

Hay cosas de este año que han supuesto un testimonio de mucha entrega y cosas que han pasando con pandemia o sin pandemia que no nos han gustado desde todos los puntos de vista. Y no nos ha gustado cómo el tiempo de pandemia se ha aprovechado para hacer una legislación apresurada en temas muy importantes.

Seguimos con aforos en las iglesias. ¿En algún momento le molestaron?

En septiembre, en Valladolid, los aforos no se hicieron proporcionales, sino en números absolutos, con 15 personas máximo. Fue ese momento cuando no nos pareció bien, aunque todos entendimos que, para evitar la expansión de los contactos, había que reducir aforos. Tampoco estuvo muy bien el cierre total de las iglesias, a las que no estaba prohibido entrar por ley aunque sí de facto porque había un conflicto entre acudir a la iglesia y salir a la calle ya que entonces, en marzo y abril, con el confinamiento estaba prohibido. Esos han sido los dos problemas.

Reconozca que se enfadó un poquito con el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea.

Aquello no nos gustó. También tenemos que hacer un esfuerzo de comprendernos todos ante una situación tan desbordante. Y hemos pedido que se comprenda nuestra propia situación.

En un 24 de diciembre de 2020, ¿dónde nacería el Niño Jesús?

Este año es bastante fácil imaginarnos que Jesús nace en la UCI de un hospital, en una residencia en la que los ancianos no pueden salir de la habitación, en personas que han vivido en este año el dolor por la pérdida de un ser querido y a los que seguramente hasta la Navidad molesta. Pero yo me atrevería a decir que la Navidad es la mejor noticia de esperanza y de consuelo que podrían recibir. Está claro que, en el año de la pandemia, desgraciadamente, el Niño tiene muchísimos sitios donde nacer sin romper la soledad sorprendente de las afueras de Belén.

«Este año es fácil imaginarnos que Jesús nace en la UCI de un hospital o en una residencia de ancianos»

¿Quién representaría mejor el papel de la Virgen María?

Todas las mujeres que este año han vivido una experiencia singular de sufrimiento y de despojo a causa de la pandemia y sus consecuencias.

¿Y San José?

-El personal sanitario lo representaría muy bien como testigos asombrados de la enfermedad. En marzo y abril, se sintieron totalmente desbordados por un acontecimiento que no comprendían. San José también es testigo de un acontecimiento que le desborda y, sin embargo, no se aparta sino que está ahí igual que nuestro personal sanitario ha hecho en este tiempo.

Si le pregunto por la mula y el buey del portal se lo pongo fácil en los tiempos que corren....

(Risas) La mula y el buey representan en el belén cómo de alguna manera toda la creación se ve llamada por un acontecimiento. Hoy representan a muchas realidades de nuestra vida, personas, instituciones que no saben realmente lo que la Navidad significa y hablan sólo de Navidad como fiestas exteriores, como de adorno, sin saber que pueden ser testigos de un acontecimiento asombroso que cambia la historia y la divide en un antes y un después.

Le resultará fácil encontrar a quién represente a Herodes.

Este año tenemos candidatos a Herodes, desgraciadamente. Hay candidatos cuando piensan que, para solucionar un problema, la muerte tiene que ser la salida. Herodes pensaba que alguien le podía quitar su imperio y decide matar a los primogénitos. Todas las propuestas de cualquier tipo que hay hoy en día pensando que la muerte puede ser la solución tendrían el puesto de Herodes. Se ha aprobado en el Congreso la Ley de Eutanasia, una forma de pensar en la muerte como solución al indudable problema del sufrimiento que pide de nosotros más ternura y cuidados, y no buscar la muerte como solución como la buscó Herodes.

Entiendo que colocaría al Gobierno de España en ese puesto.

No solamente. Las leyes las aprueba el Parlamento y esta Ley también cuenta con el voto a favor, entre otros, de Ciudadanos y del PNV, que no están en el Ejecutivo. Que cada uno asuma su responsabilidad, aunque el Gobierno tome la iniciativa.

¿Nos quedan «pastores» en este siglo XXI como los de Belén?

Este año hemos subrayado mucho el valor de las personas que realizan oficios sencillos en los que no nos habíamos fijado, como los reponedores de almacén, las personas que realizan labores de limpieza... En esta ocasión, habría muchas figuras de pastores que realizan trabajos que habitualmente no les damos mucha importancia y que, además, no suelen estar bien pagados cuando a través del salario se expresa también el propio reconocimiento social. Todos hemos alabado la importancia de muchas personas que en medio de un confinamiento han podido seguir realizando sus trabajos de una u otra forma. Hay pastores, lavanderas y los diversos oficios que aparecen tantas veces en los belenes.

¿Cree que aún es posible encontrar un buen ángel anunciador?

Sí, es posible. Aunque sea muy barrer para casa, el Papa Francisco, en medio de la pandemia, en marzo, en la plaza de San Pedro, solo, anuncia una buena noticia de consuelo. Este año escribió una carta sobre la fraternidad queriendo resaltar que este virus maldito también puede hacernos caer en la cuenta de nuestra condición de formar parte de la familia universal y ayudarnos unos a otros. También ha habido mucha gente anónima que en este tiempo hace de ángel anunciador de la buena noticia de cuidarnos unos a otros.

Pero no me negará que hay muchos anunciadores que no son precisamente buenos.

Es verdad que hay mucho ruido, voces y ecos. La labor de un buen anunciador es ayudar a distinguir las voces y los ecos, los ruidos y la verdadera palabra. En nuestro belén muchas veces se entrecruzan falsas noticias, propuestas que despistan, pero, precisamente, la Navidad, incluso en lo que tiene de acontecimiento escondido en su época, nos convoca a tratar de poner la mirada en lo que pueda parecer que tiene menos relevancia o eco en la vida social pero ahí está, como el testimonio sencillo, aparentemente irrelevante pero valioso de muchas personas que mantienen el fuego del servicio encendido.

«La labor de un buen anunciador es ayudar a distinguir los ruidos de la verdadera palabra»

¿Usted espera a los Reyes Magos el 5 de enero?

Sí, claro. Hay que esperar a los Reyes y a sus pajes. Me emocionan los pajes que toman forma de familia o amigos que a través de algún pequeño regalo nos recuerdan que en realidad la Navidad es el gran regalo que Dios hace al estar con nosotros. Tiene sentido hacer regalos en Navidad, aunque es verdad que esto ha tomado tanta relevancia que a veces se nos olvida que el pequeño regalo sólo es un eco del gran regalo. Nuestros pequeños regalos son muestra de familia, son de amistad, de ternura y alegría.

¿Qué les va pedir este año?

A los Magos de Oriente les voy a pedir que la buena noticia siga extendiéndose. Que la Iglesia en Valladolid y en España tenga la capacidad, en este momento de gran transformación, de ser signo de la presencia de Dios con nosotros en el mundo. Me gustaría pedir que tuviésemos la luz y la fortaleza suficiente para sabernos situar en esta hora de la historia.

¿A quién dejaría carbón?

Hasta el carbón de los Reyes es dulce y tiene un componente de regalo. Este tiempo de Navidad es para ofrecernos todos a todos un pequeño regalo. Que más allá de las diferencias, de los conflictos, de no estar de acuerdo en muchas cosas, todos nos merecemos el regalo de una nueva oportunidad, de la amabilidad.

¿Cómo explicar a un creyente que ha sufrido mucho que la pandemia no es un castigo divino?

El Señor no está por castigarnos sino por ofrecernos su amor misericordioso. Lo que sí que ocurre es que forma parte de ese amor el ayudarnos a caer en la cuenta de que hay veces que ocurren cosas como consecuencia de nuestros propios comportamientos. No sé en qué medida en el virus habrá tenido que ver o no nuestra forma de tratar a la naturaleza, los efectos de la contaminación, la manera de tratar a los animales y las plantas... El Señor nos ayuda a leer los acontecimientos y extraer lecciones para el futuro, aunque a veces a la humanidad le cuesta mucho aprender de las propias experiencias, incluso las dolorosas.

¿Cree que los ciudadanos estamos siendo responsables?

Hay muchos que sí y otros que no. Aunque la mayoría de la población ha tenido un comportamiento responsable, basta con que una minoría aparezca con fuerza para que pueda ser cauce de la expansión de la enfermedad. La llamada a la responsabilidad que hemos de hacernos unos a otros hemos de mantenerla, aunque llegue la vacuna. Vamos a tener que seguir haciendo este esfuerzo unos meses más.

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