Castilla y León: de aquella moción a esta coalición

La intentona de Tudanca y los suyos, que llevaban varias semanas amagando con llegar a la Junta de la misma manera que unos cuantos meses antes Pedro Sánchez había ‘conquistado’ La Moncloa, no triunfó, quizás porque la orden dada desde ese mismo lugar llegó en el peor momento posible -en plena cuarta ola y sin tener atados los apoyos- dentro de una jugada a varias bandas que también salió ‘rana’ en la Comunidad de Murcia con los de Arrimadas como ‘socio’ improvisado -en el peor sentido de la palabra- del partido del que había renegado una y otra vez en los años previos. La errática jugada facilitó además la convocatoria de elecciones anticipadas en Madrid para convertir a Isabel Díaz Ayuso en la política de moda de este país con un éxito incontestable en las urnas.

De todo aquello hubo múltiples consecuencias en la política española -aún hoy continúan en el caso del PP-, pero a nivel autonómico se puede afirmar que sin aquella votación fallida no se habría llegado hoy a una nueva coalición de gobierno conformada por PP y Vox.

La unidad granítica entre Ciudadanos y populares en Castilla y León se mantuvo aquel 22 de marzo con el vicepresidente, portavoz y consejero Francisco Igea como su principal valedor, obligado quizás por el intento de resquebrajamiento de su formación por parte del PSOE. No ahorró ataques a los socialistas en su intervención -«ustedes viven de la calumnia como las hienas de la carroña», «ustedes no conocerían la decencia aunque les atropellase el camión que la reparte»- fueron algunas de las expresiones que quedarán para la historia en el diario de sesiones. Más en su papel presidencial, Alfonso Fernández Mañueco destacaba que la moción nacía «podrida de base» ya que se presentaba «por orden de Ferraz» con un Tudanca «dócil y sumiso» al interés de Sánchez, aunque también elevó el tono para denunciar la «irresponsabilidad insultante» de una iniciativa que «ensucia la política» al «alentar el transfuguismo rapiñando apoyos con intrigas».

Palabras de ambos líderes que mostraban una comunidad que ya no iba a ser tal, sin que ellos mismos aún fueran posiblemente conscientes, por el fragor de lo que en las Cortes estaba sucediendo. Pero tan pronto como se esfumó el improbable éxito socialista, comenzó el ‘run rún’ de un adelanto electoral. Montero se había pasado al otro bando y la estabilidad parlamentaria ya era historia con el añadido de que la única formación que podía hacerla volver era Por Ávila, una escisión del PP que apenas un mes antes había dado su visto bueno a las Cuentas de la Comunidad para 2021 a cambio de que se aceptaran una serie de enmiendas con obras para su provincia. Sin embargo, los intentos para alcanzar un acuerdo de legislatura no llegaron a nada en un primer momento tanto por las exigencias de los ‘ex’ como por el temor de los populares de ‘inflar’ aún más a su rival y quedarse sin apoyos en la provincia para los siguientes comicios -fueran los que fueran.

Mientras, las grietas en la coalición se agrandaban con diferencias claras a la hora de qué, quién y cómo comunicar durante la pandemia. En una situación menos dramática que en meses anteriores, los mensajes de la exconsejera de Sanidad, Verónica Casado, apoyados o justificados siempre por Igea, molestaban cada vez más a Fernández Mañueco y los suyos.

La ruptura ya evidente llegó cuando el PP dijo ‘basta’ a los planes de reestructuración sanitaria en el medio rural ‘made in’ Casado ante el malestar de alcaldes y vecinos del mundo rural. Era la vuelta del verano y el estreno de la actividad parlamentaria llegó con el inesperado voto de los populares a una iniciativa socialista que enmendaba la labor de la médica de familia.

El adelanto electoral parecía por momentos inminente , pero ni el presidente de la Junta quería pecar de precipitación ni los tiempos del PP nacional le animaban a dar el paso. La otra parte de la ‘pareja’, por su parte, mostraba públicamente su convencimiento de que no habría elecciones, pero a la vez iniciaba por su cuenta y riesgo negociaciones con Por Ávila para llegar a ese acuerdo que les garantizara la aprobación de proposiciones y leyes, incluidas el Presupuesto, y de cuyo avance informaba en la propia sede de la Junta cuando, en teoría, le tocaba ejercer de portavoz del Gobierno regional. Si al principio, el PP dejó hacer al también médico, poco a poco el ‘mosqueo’ fue a más hasta convertirse en una pesadilla al considerar que el propio Igea, en reuniones de las que aseguraban que no se les informó, daba instrucciones a los abulenses para poder conseguir al menos una parte de sus objetivos, cuantificados en 35 millones de euros vía enmiendas a las Cuentas de 2022.

Mañueco concluyó que aquello era una deslealtad y que no conducía a ningún sitio más allá de su propia desautorización como presidente de la Junta. Ya tenía decidido que el adelanto era la solución, pero los acontecimientos tras el puente de diciembre fueron demasiado. En cuestión de días, hubo otro encuentro ‘privado’ entre el vicepresidente y los responsables de Por Ávila, una reunión con muy malas formas entre abulenses y populares y el anuncio sorpresa del PSOE de que apoyaría las peticiones millonarias del partido presidido por José Ramón Budiño.

Al día después, domingo por la tarde, la decisión estaba tomada. Con el beneplácito de Génova, pero por decisión personal del presidente autonómico . A primera hora del lunes, y a cuatro días de que se llevara el Presupuesto a las Cortes sin ninguna garantía de que saliera adelante -más bien todo lo contrario-, el anuncio se hacia realidad vía Twitter para sorpresa -o quizás no tanta- de muchos.

Las encuestas pronosticaban desde meses antes una clara victoria de los populares en la Comunidad tras su derrota en 2019 a manos del partido de la rosa. Si en los primeros días de precampaña, alguno de los dirigentes del PP trasladaban -también en público- su deseo de alcanzar una mayoría absoluta de las de antes, según pasaron los días ese hipotético éxito se iba alejando, quizás porque las explicaciones respecto a que una inminente nueva moción de censura con participantes de varios partidos no acabó de cuajar entre la población o porque la propia dinámica de la política nacional comenzaba a bajar el ‘soufflé’ en el que habían transitado durante unos meses los populares que prácticamente se veían ya gobernando el país.

La campaña fue como fue y el resultado, por todos conocido, apuntaba desde la misma noche del 13-F a un acuerdo PP-Vox que los de Mañueco trataron de evitar hasta el último momento a cambio de concesiones programáticas que le permitieran gobernar en solitario. No fue así y, de aquella moción, se llegó a esta coalición .