entrevista
Adrián Izquierdo: «El bullying debe ser cada vez más un tema de conversación a nivel público»
Este joven residente en Camarena acaba de publicar 'Heridas invisibles: bullying, señales y cómo prevenirlo'
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A. González Jerez
Toledo
El trágico suicidio de una joven estudiante en Sevilla víctima de bullying ha traído de nuevo a la actualidad el problema del acoso escolar, una lacra social como comunidad que es muy antigua pero a la que no se termina de poner las suficientes trabas ... para al menos reducir su frecuencia. Sin duda un aspecto fallido de la sociedad de cuya intensidad e impacto dan cuenta casos como hasta el del mismísimo campeón de artes marciales Ilia Topuria, que acaba de confesar haber sufrido este acoso durante años.
En lo que es solo una causal coincidencia con el intenso debate surgido a nivel de toda España con el trágico episodio de acoso en Sevilla, el pasado 27 de octubre salió a la luz el libro 'Heridas invisibles: bullying, señales y cómo prevenirlo', del que es autor Adrián Izquierdo Fernández, madrileño de 34 años y ahora residente en la localidad toledana de Camarena. El objetivo del texto es prestar ayuda a los afectados por situaciones de este tipo.
—¿Nos puedes dar un adelanto de lo que relatas en tu libro?
—La mitad del libro es mi experiencia personal como víctima de bullying durante 15 años. Es una historia de total silencio, porque mi familia a día de hoy se ha enterado de eso porque ha leído el libro, ya que no sabía absolutamente nada. En el mismo hablo de cómo un niño puede estar aguantándose absolutamente todo sin darnos cuenta. Doy pistas de lo que puede estar haciendo el niño o la niña sin que las prestemos atención porque pensamos que forman parte de la personalidad del niño, pero en realidad es como una llamada desesperada de «por favor ayudadme».
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—¿En la actualidad falla el control o los protocolos a seguir?
—Sí. Cuando yo iba a colegio no existían protocolos, pero a día de hoy sí que existen. Pero para que se activen primero tiene que haber o petición de los profesores o de los padres. Pero en el caso de que los niños no digan nada ya no lo hay. Por eso muchas veces esos protocolos llegan tarde, ya que desde que se da la voz de alarma primero llega a la dirección del centro, y luego tiene que ir al juzgado y demás. Pero durante ese tiempo el niño lo está sufriendo. Por tanto, el fallo viene porque no se trabaja desde lo que es la raíz del problema, que es el hecho de por qué existen agresores, por qué se agrede cuando somos pequeños, de dónde se aprende.
—En tu caso particular las redes sociales entonces no estaban tan desarrolladas como hoy. ¿Crees que ahora con ese contacto permanente de las redes el problema ha pasado a ser infernal?
—Totalmente. El problema que yo veo con esto de las redes sociales en la etapa infantil y adolescente es que en mi caso yo llegaba a mi casa y aunque tuvieras todos esos pensamientos tu casa era tu centro de tranquilidad porque no te estaban atacando en ese momento, pero ahora los chicos y chicas cuando llegan a su casa reciben mensajes y videos suyos, o imágenes un poco más explícitas. Por eso pienso que el mundo de las redes debería estar muy limitado hasta cierta edad.
«A los que sufren bullying les diría que siempre hay luz al final del túnel, aunque a veces sea difícil»
Adrián Izquierdo
—Por tu experiencia personal, ¿cuál es el consejo más básico que darías a los alumnos y a los padres?
—Para los estudiantes, si lo están sufriendo, sobre todo que se agarren a eso que les hace felices, porque a veces la presión es tal que piensan que yo esto no lo quiero para mi vida y prefieren acabar con todo, que es lo que está pasando. Yo les recomiendo que no se callen, y lo digo por mi experiencia, porque yo me callé absolutamente todo y lo pasé muy mal. Y en el caso de los padres, poner atención si hay cambios en la actitud de los hijos.
—Estamos en un momento de gran foco mediático en un asunto que en todo caso es antiguo. ¿Cómo se puede aprovechar esto para mejorar en este problema?
—Yo llevo escribiendo el libro hace un año, antes de que ocurriera lo de los últimos días, pero sí que he dicho muchas veces que me gustaría que el bullying fuera cada vez más un tema de conversación a nivel público, porque lo veo un asunto un poco tabú en la sociedad, y hay centros y personas que prefieren no hablar de ello.
—¿Qué opinas de la reacción de la comunidad educativa y social en el caso de Sevilla?
—Esto es delicado. Entiendo el enfurecimiento de los padres y compañeros, y hemos leído que se está haciendo la vida imposible a las agresoras, pero más que meterse en ese lado extremista hay que intentar trabajar por las dos partes para saber por qué las agresoras son así, qué conflictos tienen... No creo en un hecho tan fundamentalista como hacer pintadas en el centro que -por cierto no hizo lo que tenía que hacer-, porque no van a solucionar la situación. Eso se puede ver como un hecho de queja a nivel público pero si no hay detrás un trasfondo que esté trabajando toda la situación, de nada sirve.
—A tu juicio, ¿cuál es una situación más complicada, la de los padres del agredido o la del agresor?
—Es complicada la respuesta. Es más fácil ver el lado de los padres de la víctima, por la experiencia en las charlas que he dado, porque cuando te dicen que tu hijo lo está sufriendo enseguida actúas, buscas a los agresores y soluciones y te pones en contacto con el centro. Pero cuando a un padre o una madre le dicen que su hijo es un agresor, en la mayoría de los casos se ponen a la defensiva. Es una posición más complicada, porque entiendo que quieres defender a tu hijo.
—Para terminar, ¿a la vista de estos últimos casos esperas de las diferentes administraciones alguna iniciativa?
—Espero que lo hagan. Todo esto lo que está al provocando es que se dé visibilidad a la situación, y eso en la sociedad de hoy es fundamental para que se crea lo que está pasando. Así que esperamos que mejoren los protocolos y sean más estrictos; espero por tanto que se muevan. Y para terminar diría a los chicos que lo sufren que siempre hay una luz al final del túnel y una forma de salir, aunque a veces sea difícil.
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