Palacio Real de El Pardo, de residencia de Franco a recibir a 189 jefes de Estado en cuarenta años
Los Reyes de Suecia inauguraron en 1983 la reforma y las estancias privadas, que acogen desde entonces las visitas oficiales de mandatarios extranjeros
La «suite» real ofrece dos habitaciones con sus respectivas zonas de aseo. Estas dependencias y las del séquito de autoridades no están abiertas al público y pueden alojar a un total de 26 personas
Con ramos de rosas rojas y rosas y un pequeño busto de Gustavo V de Suecia en la «suite» real. Así encontraron hace cuarenta años Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia la residencia del Palacio Real de El Pardo. Cuentan las crónicas ... de entonces que el patio de los Borbones –«cubierto con una impresionante burbuja de cristal de seguridad»– se adornó «con centros de flores azules y claveles amarillos, que son los colores de la bandera sueca» para una estancia que tuvo lugar del 22 al 24 de marzo de 1983.
Los Reyes de Suecia inauguraron la reforma dirigida por Manuel del Río y Juan Hernández, arquitectos de Patrimonio Nacional. Unas obras que duraron seis años –en las que trabajaron doscientos hombres– y cuyos gastos ascendieron a 570 millones de pesetas. Desde entonces, el Palacio Real de El Pardo cumple una doble función: la de museo –para el que se destina un 60 por ciento del total del edificio– y la de residencia de jefes de Estado extranjeros cuando se encuentran de visita oficial a España.
Antes, tras la Guerra Civil, El Pardo fue la residencia oficial de Francisco Franco. Tras su muerte, se abrió al público hasta que se inició su remodelación. Fue entonces cuando se optó por recuperar una amplia zona palaciega con una serie de estancias que hasta ese momento no se utilizaban, para destinarlas como habitaciones privadas de los jefes de Estado y del séquito de mayor rango con el que viajan.
Con capacidad para 26 personas, en estas dependencias privadas del Palacio de El Pardo –que cuentan con 13 habitaciones dobles– se han alojado a lo largo de cuarenta años un total de 189 jefes de Estado. A principios de mayo, la visita de Estado de Colombia, será la 190. La última fue la del emir de Qatar Tamim bin Hamad Al-Thani, junto a su esposa, en mayo de 2022. Aseguró que había quedado «maravillado» por el entorno de El Pardo. Lo mismo le ocurrió en 2017 al presidente de Argentina, Mauricio Macri, quien viajó a España junto a su mujer, Juliana Awada, y Antonia, la hija de ambos. El último día, cuando abandonaron la residencia, la cría –que por entonces tenía cinco años– le dijo a Felipe VI que se quería quedar a vivir en El Pardo.
Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, junto a la Familia Real al completo, en su visita oficial de 1983
«Este palacio es el gran desconocido. También es el más habitable por cuestiones de espacio y porque los techos no son demasiado altos», apunta a ABC Aníbal de Miguel, delegado de Patrimonio Nacional en el Real Sitio de El Pardo. Desde el parterre del Palacio, frente a la puerta principal, explica que la residencia privada se encuentra en la parte que queda a la derecha y que está dotada «de todo lo que conlleva un gran hotel». Se han vuelto a reformar los sistemas eléctricos y la climatización. Las habitaciones principales se encuentran en la primera planta, pero también hay algunas en la planta baja, donde se suelen instalar el ayudante de campo y el médico que la Casa de S.M. el Rey pone a disposición de sus invitados.
Las dos redes wifi sirven para delimitar las estancias donde se alojan los jefes de Estado –compuesta por un salón y comedor, además de una suite con dos dormitorios, dos baños y dos vestidores– y las habitaciones de los miembros más importantes de la delegación que les acompañan. En estas últimas hay una biblioteca, un salón y un comedor. Las estancias de los jefes de Estado y las de la delegación se comunican por una galería presidida por un inmenso tapiz. Entre una puerta y otra sólo hay once pasos de distancia.
El salón principal cuenta con un tapiz de Willem de Pannemaker, porcelana alemana, una lámpara de araña de cristal francés y un piano
Las visitas oficiales se empiezan a organizar con una antelación de dos meses. A veces, por cuestiones de seguridad, sólo han tenido un margen de quince días. «Antes de que llegue el jefe de Estado, las delegaciones vienen un par de veces. Ahí nos indican qué habitaciones prefieren, la ubicación y temperatura, quién se instala en cada habitación, gustos gastronómicos o lecturas», dice Aníbal de Miguel. Hasta el año 2017, en la fachada de El Pardo recibían los Reyes con Honores de Ordenanza a los mandatarios extranjeros. Desde Macri se producen en el Palacio Real de Madrid.
La intendencia de un hotel
Enormes lámparas de araña –de bronce y cristales procedentes de Francia y la real fábrica de La Granja–, cuelgan de todas las estancias. En la «suite» real, tapices del siglo XVI de Willem de Pannemaker, sedas estampadas en las paredes, la colección de abanicos de Isabel de Farnesio, un cuadro de Luca Giordano y un tocador de la Real Fábrica de Platería Martínez, ya desaparecida. En el comedor, una alfombra de Stuyk de 1893 y unas cortinas de telares de seda engalanan una mesa con objetos y cubertería de plata, cristalería de bohemia y la vajilla oficial de La Cartuja de los Reyes Juan Carlos y Sofía. Felipe VI y Doña Letizia todavía no tienen la suya porque supone un gasto muy elevado.
La intendencia del día a día durante una visita oficial –como el personal de servicio, la cocina, las botoneras, la carta de almohadas, los hilos de las sábanas, el formato de las mantas o las toallas– se adjudica durante dos años por concurso público a un hotel. En la actualidad está a cargo de la cadena Gran Meliá. El hecho, sin embargo, de amanecer frente a un tapiz de oro, plata, seda y lana... no lo tiene un hotel de lujo. Piezas de valor incalculable para una residencia histórica.