La dimisión

En otro momento histórico, el ‘pecado’ de Timoteo no habría pasado de una mera irregularidad. Aunque las palabras ‘dedicación exclusiva’ dejan poco margen para defender su conducta, su falta no pasaría de la categoría de torpeza. Una metedura de pata con solución administrativa.

Ocurre que el partido al que pertenece, como otros, han elevado los estándares de exigencia ética a niveles estratosféricos: han construido su discurso sobre la base de la crítica inmisericorde al rival y han basado toda su palabrería, muchas veces hueca, en una sucesión de exigencias de dimisiones, sin juicio y con ajusticiamientos públicos con saña. Cs expresó un hipócrita y falso escándalo a propósito de una sentencia en la que se citaba al PP, de refilón y sin venir a cuento, y su «hasta aquí hemos llegado» trajo la moción de censura y a este gobierno.

Cs y Podemos (Vox también tiene una querencia indisimulada a la crítica antes que a la formulación de soluciones: su decisión de retirar el apoyo al gobierno andaluz entra en la categoría de lo absurdo y no hace más que fortalecer la idea, evidente por lo demás, de que la única alternativa a la izquierda en Andalucía es el PP) han crecido sobre la base de generar recelo y desconfianza hacia la clase política en general. Esa, y no otra, es la causa de esa dimisión. Probablemene, Timoteo, que ha tenido que capear un vendaval al frente de Servicios Sociales, no merecía este final, pero en este caso puede decirse de Cs que a hierro han matado, y a hierro están muriendo.