Un gol jurídico

Con el Córdoba CF casi de cuerpo presente en la sala de reanimación, las únicas verdades absolutas en estos momentos son que el club está con un pie en el Más Allá, que los facultativos designados aguardan con el instrumental para aplicar la que parece última posibilidad viable de devolver las constantes vitales..., y que hay tres millones y algo depositados en la cuenta del Juzgado de lo Mercantil de un conglomerado con origen en Baréin (paraíso fiscal), donde su titular, el juez Fuentes Bujalance -que por cierto, tiene nombre de árbitro de fútbol, pero más glándulas testiculares que el caballo del Espartero-, ya ha dado visto bueno para que los citados doctores apliquen la única solución factible -no quiere decir la mejor- al objeto de que el club recupere el color. Lo demás es pura inflamación de expectativas.

Una sala de espera repleta de liquidadores profesionales de empresas, presuntos delincuentes, prestamistas de los bajos fondos, oportunistas, intermediarios, tahures, plañideras, avispados, trincones, comisionistas de cuello blanco y algún que otro aficionado incauto en busca de una herencia que puede dejar un auténtico boquete en lugar de los ricos dividendos que se esperan cada vez que se abre un testamento. Todos plantean, barajan, filtran, negocian y elevan a escritura pública sus oscuros intereses... pero nadie pone un euro por delante.

Seamos claros, a la Real Federación Española de Fútbol le han metido un gol jurídico por toda la escuadra y en el último minuto, aunque ahora haya pedido el VAR al «caso Córdoba CF» con una soberbia impropia que esperemos no haya emanado del Estado, como la propia entidad privada esgrime en la naturaleza jurídica presentada a su señoría en su recurso a la subasta blanquiverde.

El fútbol se transformó en sociedad anónima hace unas décadas (salvo los tres o cuatro grandes que resisten) y en ese marco se ha venido justificando la legitimidad de señores que llegan a ciudades, compran clubes de fútbol con su patrimonio sentimental incluido, y hacen lo que le viene en gana porque para eso son los dueños de la empresa y quieren ganar dinero como quien vende tornillos en la calle Jesús Rescatado .

Es el nuevo mercado del deporte rey y la LaLiga, su máximo exponente. Sin embargo, cuando se aplica la lógica empresarial y operativa jurídica, todos nos llevamos las manos a la cabeza porque están jugando con nuestros sentimientos, nuestra historia y nuestra elástica. Si la Federación organiza competiciones donde compiten empresas, sí parece plausible que éstas actúen como tales y ante precipicios acudan al ordenamiento concursal para evitar la caída. Hay quien opina que no. Norma específica se come a norma general...

Una sociedad anónima deportiva tiene una unidad productiva: bienes, recursos humanos y otros elementos que componen su actividad. Aunque eso, con una bufanda en el cuello, nos suene a bareiní. Y la venta de la misma a otra sociedad jurídicamente no tiene por qué suponer la liquidación de la anterior, que es lo que la Federación de Rubiales interpreta para amenazar con echar de la competición al Córdoba .

Esta filigrana jurídica ha cogido a contrapié al todopoderoso gobierno del fútbol que se ve en una delicada postura, de ahí su vehemencia. Ahora bien, la entidad blanquiverde atisba un calvario judicial de dimensiones y una telaraña que podría dejarnos la impagable foto de dos equipos similares jugando en el mismo estadio, cedido en precario, eso sí. Pero el fútbol carece de toda lógica.