EL ESTILITA

Cierra El Gallo

La cruda realidad de la economía se impone a la romántica voluntad de la cultura

Taberna El Gallo en una foto de archivo ARCHIVO

Parece que se confirma el cierre definitivo de El Gallo . A pesar del caballeroso empeño de Leopoldo Tena y las casi dos mil firmas obtenidas , la cruda realidad de la economía se impone a la romántica voluntad de la cultura. Supongo ... que no podría ser de otro modo. Envejecer es ver como desaparece el mundo que conocemos . Las cosas cambian. Hasta la Junta de Andalucía ha cambiado. A veces el cambio es a mejor, otras a peor, pero siempre es una excusa para la melancolía , que es el estado de ánimo más frecuente entre quienes vamos contando los años por recuerdos, ya que no por ilusiones. La vida es la oportunidad de morir, de saber que no eres, de que vas a dejar de ser. Recordar es cada vez más contabilizar olvidos. Las casas grandes que han cobijado varias generaciones de una misma familia contienen más retratos de muertos que de vivos. Esto hace que los que residen en ellas sientan el paso del tiempo de un modo distinto, más relativo, como incardinado en un espacio imprescindible sin el cual no se transformaría en memoria. De hecho, en las tabernas vetustas los clientes se comportan como si hubieran muerto hace tiempo . Lo cíclico cobra sentido. Lo posterior es anterior a la vez y conforma un todo. El río se reconoce en su esencia porque nunca termina de descansar en el mar. Lo mismo, por extensión, pasa en las ciudades antiguas, en los barrios añejos, donde nacemos castizos sin solución de continuidad. Quienes no hemos tenido una casa señorial para nacer, hemos tenido al menos una taberna clásica para vivir. Hay un cierto porte aristocrático en el viejo cliente de taberna, que se sabe resto más que sumando de la historia, y por eso calla. El silencio es orgullo, reflexión y soledad compartida. La taberna es el refugio de los que queremos estar más que ser, de los que amamos la vida por encima de su utilidad .

Por eso la sustancia de esta taberna no residía en el vino ni en las tapas, sobre los que siempre hubo división de opiniones. Ni en la simpatía de los camareros, que es cualidad prescindible en quienes son nuestros amigos. Ni siquiera en su imposible estilo decorativo, que ninguna determinación humana pudo haber producido , sino el capricho del tiempo. La sustancia de las viejas tabernas reside en una categoría mucho más intangible, la de haber pasado a la historia antes de morir . Esta taberna lo hizo y los muchos que pasamos por ella nos sentimos un poco carne de archivo.

Voy a echar de menos El Gallo. Como cordobés, aunque no lo sea de nacimiento y acaso con un punto más de nostalgia por ello. Como filósofo, porque todos lo somos en estos lugares donde el tiempo parece siempre un feliz aperitivo de la vida y no su postrera maldición. Como político, porque igualmente todos lo fuimos en este sitio desde el que podíamos ver el culo del Ayuntamiento a través de una reja preventiva . Tal vez fuese aquí donde descubriese que en la política se debe estar como en la taberna, de pie y dispuesto a irse tras la penúltima.

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