Perdonen las molestias
Domar el monte
La Gerencia quiere domesticar la Cuesta del Reventón con una pista de granito machacado. ¿Qué será lo próximo?
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Iniciar sesiónEn el año 1920, algún lumbreras tuvo la sensacional idea de construir una carretera asfaltada hasta el mismo pico Veleta . A lo largo de 51 kilómetros, la vía se retorcía por los quebrados y vaguadas roqueñas de Sierra Nevada hasta coronar el gran ... balcón de España. Era la carretera más alta de Europa . Un hito sin precedentes en la historia del disparate. En 1935, subió el primer coche hasta la cota de los 3.367 metros. A solo 29 de la tercera cumbre más elevada de la península. La gran hazaña de ingeniería permitía llevar hasta los mismísimos pies del Veleta a autobuses repletos de turistas, que conquistaban el invencible pico de alta montaña en suéter y zapatillas de paño.
Muchos años después, soplaron vientos conservacionistas. Se abrió paso una idea, según la cual, el planeta es un bello territorio en precario equilibrio que es preciso respetar. Se crearon figuras de protección del medio natural y nos dimos cuenta de que Sierra Nevada es un excepcional paraje de luz y aire prístino que es conveniente poner a salvo. Fue entonces cuando alguien comprendió que aquella carretera asfaltada violentaba la paz sagrada de las cumbres. El tránsito quedó cortado a la altura de la Hoya de la Mora , a 2.500 metros de altitud, pero la carretera pervive adosada al costado del Veleta .
Hoy, el asfalto abandonado entre la nieve nos retrata como especie.
El ser humano tiene la extraña propensión a domesticar hasta el último rincón del mundo en que habita. Ha venido al cosmos para conquistar tierras inhóspitas, imponer su orden y someter bajo su dominio todo resquicio de vida. Le sea útil para su supervivencia o por pura soberbia animal. Traemos a esta página el caso del Veleta como podríamos haber mostrado la demolición del litoral español convertido hoy en un interminable caos de hormigón y ladrillo. O como podríamos acordarnos de la legendaria Cuesta del Reventón.
El sendero que trepa por las estribaciones de Sierra Morena en busca de las Ermitas es un emblema de Córdoba. Delimita el fin de la urbe y el comienzo de un imperio gobernado por el brezo, el madroño y el acebuche. Pocas ciudades ofrecen un agreste paraíso a tiro de piedra. Córdoba sí. La Cuesta del Reventón es un camino histórico cuyo origen se hunde en el tiempo. Por aquí descendían los piconeros con su cargamento de carbón horneado después de meses de extenuante labor bajo los rigores de una vida a la intemperie. Y por aquí subió Alfonso XIII en 1904 a lomos de un caballo que reventó en uno de los repechos que conducen al santuario.
La Gerencia de Urbanismo ha tenido la sensacional idea de domesticar la Cuesta del Reventón . Prepara un proyecto cifrado en 200.000 euros para acondicionar el viejo camino con un relleno de granito machacado (zahorra). Allí donde había hendiduras milenarias y memoria intemporal de piedra y tierra, mañana discurrirá una plataforma de tres metros de ancho y 1,7 kilómetros de largo. El terreno estaba irregular, argumenta el responsable de turno. Claro, alma cándida: es el monte.
En 2006, el inefable constructor Rafael Gómez pactó con el Ayuntamiento de IU edificar 235 lindos chalés a un centenar de metros del Arroyo del Molino , en pleno corazón verde de Trassierra. El tesón de los ecologistas dio al traste con un delirio que amenazaba la supervivencia de un paraje único. La Cuesta del Reventón no es el Veleta. De acuerdo. Pero el proyecto respira la misma voluntad colonizadora de los menguantes espacios libres que nos quedan. Porque, amigos contribuyentes, ¿qué será lo próximo? ¿Alicatar los Baños de Popea?
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