Adolescentes

Lo acabamos de presenciar en vivo y en directo. Seis contendientes acelerando en una estrategia electoral suicida hacia el abismo del 19J. Todos quieren imponer su candidato. Mantienen el pie sobre el pedal en la convicción (ridícula) de que su contrincante, tarde o temprano, echará mano del freno antes de que el vehículo se quede sin margen de desaceleración en los metros finales del precipicio.

Los estrategas están convencidos de que se trata de una sencilla guerra de nervios. Y, si mantienen la sangre fría hasta el final, el candidato de la izquierda (de la izquierda ) caerá de su lado. ¿Puede alguien convertir un proyecto político en un juego suicida de adolescentes? Naturalmente. Lo acabamos de contemplar atónitos en nuestros receptores.

No era cuestión de tiempo. Que la cita electoral andaluza se iba a celebrar a final de primavera lo sabía hasta Vladimir Putin . Era, por lo tanto, cuestión de adrenalina. De esa pasión quinceañera por convertir la vida en un desafío púber de patio de colegio. Solo esa lógica pueril puede entender que los seis integrantes de la coalición llegaran a la noche del viernes pasado apretando el acelerador y sin un candidato pactado.

Los barrancos están llenos de infalibles estrategas políticos. Tipos avezados en el arte de la negociación suicida, que saben cómo quebrar el brazo del contrincante. El caso es que Podemos entregó la documentación ante la Junta Electora l a las 00.14 minutos del sábado 7 de mayo . Aguantó con el pedal a fondo para acojonar a sus competidores y se pegó un castañazo de narices de consecuencias políticas imprevisibles.

Para empezar, no podrá inscribir el logo en la papeleta ni recibir las subvenciones derivadas de su participación electoral. Del bochornoso espectáculo y las incertidumbres que se ciernen sobre el presunto Frente Amplio para las generales hablamos otro día. Es lo que tienen los adolescentes y sus jueguecitos .