Justicia poética

Y ahora es cuando sucede el milagro de la justicia poética, que usted y que yo celebramos como si la selección española se hubiera metido en las semifinales del Mundial de Qatar. Uno de los dos cenutrios, por razones no suficientemente aclaradas, se precipita al río en Ronda de Isasa desde una altura de cuatro metros. Lo que viene siendo un castañazo como dios manda. De tal forma, que el individuo tiene que ser rescatado por los bomberos, un equipo sanitario y, claro que sí, agentes de la Policía Nacional.

El mastuerzo, al parecer, no presentaba heridas de consideración, aunque sí un cuadro interesante de intoxicación etílica y otras sustancias no autorizadas. Averigüe usted cuales. El caso es que nuestro querido joven ingresó en prisión por orden judicial acusado de unos cuantos delitos de robo con violencia, intimidación y agresión sexual, cuyo tipo penal, por cierto, ha sido felizmente agravado en fechas recientes.

Nos gustaría que estos insignificantes casos de justicia poética fueran la norma y no la excepción en este proceloso universo donde el pez grande se come al chico un día sí y el otro también. Por ejemplo, en el atraco de la factura de la luz. Ya que el Gobierno se declara impotente para impedir el asalto descarnado de un bien de primera necesidad, al menos que un golpe de justicia poética despeñe a un oligarca eléctrico contra el río Manzanares y podamos rescatar el botín que nos birlan en cada factura. Dicho, eso sí, con toda la moderación y la retórica literaria de que somos capaces.