El Gobierno cambió a la mitad de los embajadores en el último año

El ritmo de nombramientos se aceleró este verano y en poco más de dos meses se ha designado una docena de embajadores. Además, al menos cinco diplomáticos están pendientes de que se reciba el plácet de los distintos países para que pueda producirse su nombramiento antes de que se disuelvan las Cortes. Se trata de Juan Carlos Sánchez (Perú), Carmen de la Peña (Qatar), Miguel Fernández-Palacios (Etiopía), Carmen Díez Orejas (Namibia) y Pedro Villena (Irán).

Tal cantidad de nombramientos es inusual a punto de concluir una legislatura y fuentes del PP han expresado su malestar. Los populares se ven con bastantes posibilidades de gobernar tras el 20-N y consideran que la política que desarrolla el Ejecutivo en materia de nombramiento deja las manos atadas al futuro Gobierno.

«El Gobierno —indicaron esas fuentes a ABC— debería haber frenado su política de nombramientos, sobre todo cuando conocía el final de la legislatura. Lo que ha hecho pondrá en difícil tesitura a quien gobierne, porque el nuevo Ejecutivo puede estimar que para desarrollar una determinada política en un país la persona elegida no es la más adecuada».

«Por un lado —agregaron fuentes populares—, cambiar a un embajador que lleva unos meses en el cargo da una imagen muy mala de España ya que prácticamente se le acaba de pedir el plácet. Y por otra parte, hay una necesidad de ahorro no despreciable en tiempos de crisis». Las fuentes consultadas indicaron que si el PP gobierna, estudiará caso por caso, ya que bastantes de los designados son excelentes profesionales y pueden desempeñar bien su labor. «Se optará por el relevo —afirmaron— si se considera su nombramiento inadecuado o es un país donde se desea tener a alguien de mayor confianza».

Las quejas del PP han sentado muy mal a la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, quien considera que mientras ejerza sus funciones, el Gobierno tiene facultad para hacer los nombramientos. No obstante, desde hace algunas semanas se han dejado de pedir plácets y sólo se nombrará a quienes estén pendientes de recibirlos.

La práctica imperante hasta hace unos años en el Ministerio era que el ministro saliente facilitaba al entrante una especie de «testamento» donde especificaba los puestos a los que querían ir quienes habían ocupado cargos de responsabilidad en Exteriores. Si resultaba posible y razonable, el nuevo Gobierno accedía a las peticiones. No obstante, esta práctica se vio quebrantada con la llegada al Gobierno de Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos. A varios altos cargos del Ejecutivo de José María Aznar no se los nombró embajadores, como ocurrió con el ex secretario de Estado de la UE, Ramón de Miguel, o debieron esperar meses para lograr el destino deseado. Además, en menos de un año se relevó a la mitad de los embajadores y el Ministerio sufrió una creciente politización. La Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE) denunció que algunas Embajadas se concedieron para agradecer servicios a ex ministros o dirigentes socialistas. Llegó a haber hasta ocho embajadores «políticos» —no diplomáticos—, una de ellas en Paraguay.

En la actualidad, tras la llegada de Trinidad Jiménez al Palacio de Santa Cruz, los embajadores políticos se han reducido a cinco: Rafael Estrella, —el más antiguo, en Argentina desde 2006—; Cristina Narbona, en la OCDE; Luis Planas, Representante Permanente ante la Unión Europea; Silvia Iranzo, en Bruselas; y Javier Sancho, en la OEA, aunque en este caso se trata de un funcionario de la UE.