Vértigo en el Reino Unido tras el «no» de David Cameron al plan de sus 26 socios
Mientras los euroescépticos preparan el terreno para convertir la UE en solo una zona de libre comercio, liberales y laboristas muestran su preocupación
BORJA BERGARECHE
El primer ministro británico se esforzó ayer por defender su decisión de sacar a su país de una mesa en la que podrían terminar sentándose los otros 26 miembros de la UE. Y lo hizo tragando saliva, palpando el vértigo histórico que se apoderó de ... una isla separada del continente, reafirmando sus tesis con el sabor amargo de una victoria que sabe a derrota. «No hay que tener miedo a no estar incluido. Te ves en una habitación donde todo el mundo te dice que dejes el interés nacional de lado, que sigas la corriente. Pero hice lo que dije que haría: o un tratado con garantías para la City], o no habría tratado. Representa un cambio en nuestra relación con Europa, pero el núcleo de nuestra relación, el mercado único, el comercio, las inversiones, el crecimiento, todo eso sigue en pie», explicó ayer Cameron.
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D Tuve que hacerlo, y no pasa nada, parecía susurrar a sus compatriotas. El efecto entre las filas conservadoras rayó en la euforia, al verse en armonía con el sentir de una mayoría de británicos. «David ha estado genial», celebraba Boris Jonson, el alcalde «tory» de Londres. En el imaginario de gran parte de los británicos, y desde luego del partido conservador, la UE es sobre todo una próspera zona de libre comercio, destino del 50% de la actividad comercial británica. Y poco más. Por eso, circula ya la idea de limitar la UE a una enorme unión comercial, a la que se sumarían Turquía, Ucrania o Israel, y que algunos denominan una «EFTA Plus», por las siglas de la Asociación Europea de Libre Comercio que forman Suiza, Liechtenstein, Noruega e Islandia. «El futuro puede ser un núcleo en torno al euro comprometido con la integración, en una especie de “EFTA Plus” o gran área de libre comercio. Un resultado con el que mis votantes quedarían muy contentos», explicaba a la BBC Daniel Hannan, eurodiputado conservador.
El «pérfido Sarkozy»
Desde el Gobierno británico defendían ayer que el pérfido Sarkozy presentó las demandas de Cameron en el ámbito financiero como más intransigentes de lo que eran, con el objetivo de sacar los intereses de la City de la mesa en la que se discutirá la nueva arquitectura económica europea. La maniobra buscaría repatriar hacia la zona euro —es decir, París y Fráncfort— parte de las actividades y servicios financieros que tradicionalmente monopoliza Londres. La de Cameron habría sido una estrategia defensiva ante el renacido Sarkozy.
«El protocolo británico sobre las salvaguardas financieras es, en sí, razonable, pero hay que ver la situación con la perspectiva de este último mes», nos explica Mark Leonard, director de la oficina en Londres del European Council on Foreign Relations. «Cameron se ha aislado a sí mismo lanzando señales muy ambiguas, cuando no negativas, en las semanas anteriores a la cumbre», cree.
A la hora de analizar las motivaciones del «premier», otros ponen el énfasis en consideraciones de política interna. La cuestión europea divide al partido conservador, y les separa de sus socios liberales en el Gobierno, de tradición europeísta. «Lo ocurrido es malo para la UE y un desastre para el Reino Unido, pero hay que entender que muchos en el Gobierno Cameron no querían ningún nuevo tratado porque implica un voto en los Comunes, donde el Gobierno se arriesgaba a una nueva rebelión entre sus diputados y a tener que recurrir a los votos laboristas», explica a ABC Charles Grant, director del Center for European Reform.
Algunas voces en el continente, sobre todo en Francia, celebran lo ocurrido. Basta ya de caretas, dicen. «La ambigüedad ha desaparecido», editorializa «Le Monde». Pero la sensación entre la oposición laborista y numerosos liberales es de desazón. «Esto no ha sido un veto, ha sido David Cameron levantándose de la mesa. Y es terrible para el país porque estaremos excluidos de decisiones económicas cruciales», criticó ayer Ed Miliband, el líder laborista. Los sectores euroescépticos británicos, por su parte, creen que ha llegado su hora. Y quieren otra Europa para el Reino Unido, por lo que la presión sobre Cameron será brutal. Pero el Gobierno evitará a toda costa un referéndum, porque dividiría al partido conservador. El precio de estos cálculos domésticos puede ser alejarse aún más del continente, mar adentro, sin un rumbo claro.
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