vidas ejemplares
La irrelevancia
Nadie escucha ya a Pérez Rubalcaba, empezando por los suyos y continuando por la sociedad española
luis ventoso
CON la canícula y el asueto llega la dispersión... Cañas con unos, cenorrio con otros, largos debates junto a las olas (por cierto, pensándolo bien, ¿existe algo más aburrido que ir a la playa?). Este verano, la economía y la política impregnan todas las conversaciones ... amicales. En cuanto te descuidas, te encuentras con tu suegra transmutada en Ben Bernanke. Pues bien, tras un garbeo estival, no ha habido una sola charla en la que haya escuchado a alguien referirse a Rubalcaba.
«Que hablen de ti aunque sea mal», reza un tópico sardónico. Al líder de la oposición ya no le queda ni ese cínico consuelo: ha desaparecido de la consideración de los españoles y también ha menguado su eco en los medios, que apenas conceden atención a sus puntos de vista. El aterrizaje de Alfredo Pérez Rubalcaba en la irrelevancia tiene explicación:
-Rubalcaba fue un pilar en el que pasa por ser el peor Gobierno de nuestra democracia. El viaje al hoyo de España tuvo lugar en los ocho años de desparrame zapaterista. Rajoy lleva ocho meses en el poder. Ni siquiera un portento tipo Hugo Chávez sería capaz de dejar tocado a un país en tan corto plazo. Rubalcaba fue uno de los padres del problema, lo que lo inhabilita intelectualmente para proponer soluciones.
-¿Se imaginan a Gordon Brown liderando a los laboristas tras perder ante Cameron? No. En las bien engrasadas democracias anglosajonas el candidato rechazado por el pueblo deja inmediatamente paso a otro. Rubalcaba, exatleta, logró su récord más sonado fuera de la cancha: firmó el peor resultado de la historia de su partido. Los ciudadanos dijeron expresamente que no lo querían. Pero se ha atornillado al cargo, por lo que carece de fuerza moral. Algo similar sucede con Joaquín Almunia, ¿por qué nos (mal) representa en Europa un político al que los españoles dimos la espalda nítidamente en las urnas?
-Sobrevalorado. Rubalcaba supo labrarse un cartel de político excepcionalmente inteligente, un muñidor superdotado que se movía como nadie tras las bambalinas. Cierto que en un PSOE donde el 25% de su aparato no tiene ni siquiera título universitario, el profesor de Química supera la media. Pero los focos le han sentado mal. La presunta inteligencia no se acaba de traducir en una sola idea original. Sus planteamientos económicos son ramplones, de lector de vermú de Krugman. Su supuesta chispa dialéctica se está quedando en algún chascarrillo vitriólico de tono vulgar (por ejemplo, la «patada en el culo» de su gran frase de anteayer).
-Reclamaba para sí el cartel de hombre de Estado, de político con el que se pueden alcanzar consensos. Pero ha resultado muy poco fiable. A la hora del desayuno propone al Gobierno sólidos pactos y leal colaboración; a la hora de comer anima a las algaradas en la calle; y a la hora de cenar planta recursos en el Constitucional. Un aliado digamos que inquietante.
-Ha perdido ascendiente en el PSOE. Griñán va por libre y aspira a ser el referente con sus semióticos pataleos. Chacón aguarda agazapada con la faca. Los socialistas catalanes y vascos han devenido en filonacionalistas. Veteranos socialistas que creían en España se llevan las manos a la cabeza (aunque eso sí, la mayoría con la cobardía de rajar en privado y callar en público).
Fatigado. Sin ideas y sin crédito. Subido al coche oficial desde hace un cuarto de siglo, no se entiende su negativa en regresar a las clases de Química. O tal vez sí.
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