El secesionismo muestra división y agotamiento en una Diada confinada
La ANC saca a 60.000 personas a la calle, abronca a los partidos y les exige una estrategia unitaria

Si las sucesivas diadas han servido para tomar la temperatura al «procés», la del 2020 fue fría, desangelada. Apenas unas décimas de febrícula, muy acorde con el ánimo de un independentismo que acudió a su día grande fracturado, más pendiente de las estrategias partidistas y ... con la perspectiva de unas elecciones que como muy tarde serían en febrero. Ocho años después de la primera gran manifestación del 11-S, diez después de la marcha en contra de la sentencia del Estatuto, las medidas extraordinarias adoptada por la pandemia de la Covid-19 hicieron de la Diada de 2020 una jornada se diría que asintomática , muy lejos de las altas temperaturas de 2014 y 2017, cuando el secesionismo era una rueda de fuego imparable.
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Junto a la Diada institucional, este año bajo mínimos, el protagonismo lo volvió a coger la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la entidad que ha monopolizado las calles desde 2012 y se ha apropiado de la que hasta su irrupción era la fiesta de todos los catalanes. La de ayer fue una Diada confinada, suficiente para que el secesionismo dijese que ahí siguen. Suficiente también para demostrar que un movimiento que presumía de cívico y ejemplar, no tuvo reparo en sacar a la calle a unas 60.000 personas en un centenar de concentraciones pese al más elemental sentido comúm, las recomendaciones en contra de los expertos y a tres días de que comience un curso escolar crítico. Aparentemente no hubo ni aglomeraciones ni asistentes con la mascarilla quitada, y en el acto central en la calle Aragón de Barcelona hasta se tomaba la temperatura a los asistentes. Frío, frío. Como presumía Quim Torra hace unos días, el carácter de los catalanes («tarannà») los protegió del contagio. Vacuna universal.
Organización incómoda
La capacidad de la ANC para organizar «hapennings» está fuera de toda duda, también el carácter cada vez más residual de una organización que, si hace años era capaz de arrastrar a los partidos («president, ponga las urnas», Carme Forcadell, Diada 2014), ahora es apenas un molesto actor que abronca a unos políticos centrados en sus intereses particulares. La actual presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, bordó su papel de antipática conciencia del secesionismo más exaltado, exigiendo a Junts y a ERC una estrategia conjunta: «La paciencia de la gente no durará para siempre».
«No podemos seguir esperando el acuerdo de los partidos para retomar el partido mientras vemos cada día renuncias y divisiones que crean frustración. Tenemos presidentes simbólicos, leyes simbólicas, governs simbólicos. No somos un país simbólico. Somos un país de verdad. Estamos hartos de la división y la táctica. Y exigimos ya una estrategia», clamó Paluzie instando a las formaciones a sumar más del 50% en los próximos comicios para «declarar la independencia». Ese es el próximo objetivo.
La impaciencia de la ANC es también la de los sectores más radicalizados del movimiento, los CDR o Arran por ejemplo, los mismos que comenzaron la jornada cortando durante dos horas una línea del AVE en Gerona con actos de sabotaje y quemando una foto de la Familia Real, y los mismos también que por la tarde se reunieron para reivindicar el espíritu de Urquinaona, en recuerdo de las jornadas de octubre de 2019 cuando el independentismo ensayó la vía del adoquín y el cóctel molotov. Una hoguera hecha con cajas de cartón y un muñeco con la cara del Rey ardieron en el centro de la ciudad. Al cierre de esta edición no se habían registrado más incidentes.
Al margen de los sectores más exaltados, el grueso del independentismo bascula, se fractura, entre la posición aparentemente más pragmática de ERC, y el secesionismo de tipo ligérsico de Junts y el fugado Puigdemont, que ayer volvió a invitar a sus seguidores a un mal viaje. «La gran lección de la historia europea del siglo XX es que con los regímenes autoritarios no se pacta, para salvar la democracia hay que derrocarlos», aseguró en un video grabado desde Waterloo.
Más apegado aparentemente a la realidad, el vicepresidente Pere Aragonès (ERC) volvió a reclamar a sus socios pactar de manera conjunta una vez Torra sea inhabilitado de manera definitiva, asegurando que defenderán su proyecto «en una mesa, en una tribuna, en la calle y también desde el exilio o desde la cárcel», en alusión a la mesa de negociación pactada con el Gobierno. Nada con lo que vibrar. Las colas de vehículos abandonando ayer Barcelona para disfrutar del puente fueron kilométricas.
Superados por la realidad
Enfrentados entre ellos, rebasados por el principio de realidad que ha traído la pandemia, los partidos secesionistas vivieron la jornada de ayer en medio de una aparente tregua, donde las constantes llamadas a la unidad y a la acción conjunta son en realidad la demostración de una división profunda, real. Las elecciones refrendarías de 2015, o las de 2017, en medio del 155 y tras el otoño negro de ese año, darán paso a los comicios de 2021, los del desencanto «indepe» en una Cataluña agotada. El «procés» como un gran succionador de energía y talento, un agujero negro.
Mientras los partidos partidarios de romper con España no bajan del tren, las formaciones constitucionalistas -Ciudadanos, PSC, PP...- viven cada vez con mayor incomodidad una Diada de la que han sido expulsados junto a más de la mitad de catalanes. De nuevo, y en una propuesta que llama a la concordia, el presidente de Sociedad Civil Catalana (SCC), Fernando Sánchez Costa, propuso trasladar la Diada al 23 de abril, Sant Jordi, para evitar que sea «propiedad» del independentismo y sea un símbolo de «decadencia, tristeza y amargura».
Desde SCC se llamó a frenar el declive de Cataluña, objeto de una campaña llevada a cabo por la organización que se ha desarrollado este verano y que culminó ayer con la pancarta «Paremos la decadencia» arrastrada por una avioneta que sobrevoló durante el día las playas de Barcelona y de la comarca del Maresme. Los arenales, abarrotados de bañistas buscando apurar el verano en una jornada radiante después de varios días de tormentas.
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