Los Presupuestos, ¿también por decreto?

Su idea original de modificar la ley orgánica del poder judicial por la vía de los hechos consumados para pervertir el clásico sistema de elección del gobierno de los jueces obliga a sospechar sobre cuál será la próxima maniobra «imaginativa» con la que Sánchez sorprenderá. Forzar la legalidad se ha convertido en su especialidad. Ayer Sánchez e Iglesias presentaron el proyecto de Presupuestos Generales del Estado con la idea predeterminada de aprobarlos en pleno estado de alarma . Paripés y pugnas fingidas con Podemos aparte, nadie en el Congreso maneja más teoría que la de un pacto encubierto y muy avanzado con distintos partidos para cerrar con garantías la votación presupuestaria . Pocos verían viable que ERC, y menos aún el PNV y otras formaciones minoritarias con escaños determinantes, los tumbasen esta vez como ocurrió en 2019. Esa es la primera premisa: la legislatura no peligra para Sánchez.

Sin embargo, hay variables inciertas que podrían desguazar el tablero. La campaña electoral en Cataluña y los giros de última hora en la estrategia de ERC; un hipotético —y factible— freno de Europa a unos presupuestos tan expansivos e irreales frente a la pandemia; y la conflictividad social que puedan provocar la caducidad de los ERTE y la efervescencia de los ERE, son variables que Sánchez manejará improvisando respuestas según sus necesidades.

Segunda premisa firme: con acuerdo o sin él, Sánchez no va a renunciar a aprobar los Presupuestos . Resulta inevitable partir de la base de que el presidente del Gobierno no maneja ni por asomo disolver el Parlamento y convocar elecciones generales en pleno estado de alarma, en el supuesto de que no contase con votos asegurados para las cuentas públicas. La única solución «para-legal» sería aprobarlas por decreto alegando no solo una cuestión de excepcionalidad política, sino también argumentos de urgencia extraordinaria. El virus actuaría así de nuevo como excusa ideológica para forzar las costuras del Estado, desnaturalizar una ley orgánica —otra— y presentar a Sánchez como víctima de un bloqueo injusto.

Llegue o no a tomar cuerpo esta suposición, nada extraño vistos los antecedentes de su deriva legislativa y de su concepto arbitrario del poder, Sánchez recurriría a cualquier alambique jurídico con tal de adaptarlo a sus previsiones . Es una ficción, sí. Como la de elucubrar con que la izquierda sopesase ampliar la base del electorado concediendo el voto a menores de 17 años. O incrementando a 400 los escaños en el Congreso si ello le rentase. Pero Sánchez está consiguiendo hacer real cualquier delirio jurídico inimaginable hace solo unos meses. Aventurerismo sin límites. Decretos alarmantes.