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Ana Julia después de matar a Gabriel: «Pienso en el padre; en cómo se lo digo»

El capitán ante el que confesó dice que nunca admitió premeditación, solo un accidente

Ana Julia es condenada a prisión permanente revisable por el asesinato de Gabriel Cruz

Ana Julia Quezada culpable de asesinato con alevosía según el jurado popular

J. TORRES
Cruz Morcillo

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Las palabras de los investigadores, contenidas y precisas, acorralan a Ana Julia Quezada en la Sala. Todos la han visto antes; hace un año y medio. Algunos incluso hablaron con ella y le dieron carrete. El Jurado ayer siguió con atención sus explicaciones. Más de una decena de agentes de la Guardia Civil de Almería y de la Unidad Central Operativa (UCO) relataron esos doce días en que todos los ojos miraban al sureste andaluz y esperaban un milagro. Las siete mujeres y dos hombres no perdieron detalle cuando se emitió la sobrecogedora reconstrucción del crimen en la finca de Rodalquilar, el 13 de marzo. Dos días antes, habían detenido a la sospechosa con el cadáver de Gabriel en su maletero. «Me han metido al niño ahí», llegó a decirle a un guardia.

Ana Julia en esa reconstrucción llora, calla, parece llorar pero no tiene lágrimas, hace de víctima a instancias del juez y cuenta cómo asfixió al pequeño con su mano derecha y cómo después se lió «dos o tres cigarros» y entró y salió de la vivienda, nerviosa. El magistrado, sutil y cercano, le pregunta en qué pensaba en esos momentos: «Pienso en el padre (Ángel); en cómo se lo digo».

Es un momento áspero del juicio, otro más. Las palabras expertas siguen iluminando zonas de oscuridad. Cuando los agentes de la UCO le pusieron los grilletes, la detenida habló al aire: «Ángel, te quiero mucho, quiero a Gabriel. Mi perro está dentro». Unos minutos antes, al leerle los derechos, solo les dijo: «Muy bien». Lo contó uno de los funcionarios que participó en esa diligencia y que fue el encargado de seguirla durante todo aquel domingo, desde que salió de la casa de Las Hortichuelas hasta que llegó a Vícar.

«El cuerpo se le escurre, se le cae y es cuando lo vemos bien», precisó el agente que la grababa desde el exterior de la finca. Poco antes había dicho que llevaba al niño como «acunándolo» tras desenterrarlo con sus propias manos que llevaban manchadas de sangre casi dos semanas. Nadie sabe qué planeaba Ana Julia. Las cámaras recogieron su llegada al terreno, sus juegos con su perra, una llamada telefónica, la toalla que sacó del coche, el traslado al maletero. Primero al niño, luego a su mascota. El itinerario errático y las ya sabidas palabras carentes de alma que captó el micrófono instalado en su Nissan Pixo.

La detienen en mitad de la calle, antes de que entre al garaje y ven en el cuerpo de Gabriel, «lleno de arena». «Ana Julia tenía tierra en las manos y la sudadera también la tenía llena de arena», concretó el agente.

Los mejores especialistas

Los testigos-peritos que expusieron ante la Sala evidenciaron lo que contó el comandante Montero, exjefe de la Sección de Homicidios, Extorsiones y Secuestros de la UCO. Dijo que en pocas investigaciones se han utilizado «tantos recursos, los mejores especialistas de todas las tipologías» que aparcaron otros casos durante aquellas once jornadas. Fue «una investigación muy dura porque buscábamos a un niño vivo» , aseguró el oficial. Casi hasta el final creyeron que podían estar ante un secuestro y que Ana Julia o un tercero pedirían un rescate.

Video. Ana Julia Quezada, a su llegada ayer a la Audiencia Provincial de Almería EFE

El comandante repasó la investigación en su conjunto, cómo se descartó muy pronto al acosador de Patricia, la madre del niño; los cientos de gestiones que hicieron: contraste de matrículas, búsqueda de furgonetas, análisis de teléfonos... sobre el terreno y desde Madrid, donde parte del equipo apoyaba las pesquisas.

La aparente querencia por el dinero de Ana Julia apareció una y otra vez. Descubrieron que fue ella quien animó a la familia, a Ángel sobre todo, a que subiera la recompensa.

«Cuando analizamos su pasado en Burgos vimos que era una persona a la que le gustaba el dinero», concretó el oficial . «Recibimos muchas llamadas pero no tenían sentido».

El capitán Hidalgo, el encargado de tomar declaración a la detenida y uno de los grandes expertos en Homicidios de España, también se refirió a ese pasado de Ana Julia que ella evitaba y que la colocó el foco -aún más- a partir de los primeros días. «Hablamos con ella y desde el primer momento oculta verdades sobre su persona. Miente y no tiene sentido que mienta. Sabíamos que había ejercido la prostitución en Burgos, pero nos lo negó».

A la pregunta de si la acusada colaboró con la Guardia Civil antes de ser detenida, Hidalgo fue rotundo: «No hubo colaboración; hubo evitación». Ana Julia se sorprendió de que Diego, el acosador de Patricia no fuera acusado; comenzó entonces a intentar dirigir las sospechas hacia Sergio, su expareja y llegó a hablarles mal de Gabriel. «Nos dijo que la insultaba y la llamaba fea».

El capitán confirmó que la detenida reconoció los hechos desde el primer momento, que nunca se negó a declarar , pero siempre les dijo que fue una muerte accidental y que Gabriel intentó agredirla a ella. «Nunca admitió que fue doloso, premeditado», recalcó. «A nosotros como investigadores no nos cuadraba». La acusación quiso saber si Ana Julia les proporcionó algún dato relevante. «No, lo que nos decía era totalmente irrelevante y muchos datos carecían de sentido lógico».

Otros dos agentes de Almería apuntalaron esa afirmación. Ellos fueron quienes recuperaron la ropa de Gabriel en un contenedor de vidrio de Retamar: una sudadera roja, unas zapatillas camel, una camiseta blanca y un pantalón de chándal negro. El 5 de marzo siguieron a la sospechosa hasta ese lugar, a gran velocidad, pero no lograron nada. El 13, después de que ella hablara de un contenedor en Retamar pasaron dos horas revisándolos todos hasta que dieron con las prendas.

La defensa trató de poner en valor esa «colaboración» de la acusada, pero se topó, una vez más con la resistencia de la magistrada. Ambos se enzarzaron en varios momentos hasta el punto de que el abogado Esteban Hernández hizo constar que se estaba vulnerando el derecho de defensa . Ana Julia se mostró casi ausente la jornada en la que tuvo que verse y escucharse recreando el crimen. Al volver a la prisión llamó por teléfono y se encerró en su celda. Cuentan que estos días no duerme y que ya no quiere ver la televisión.

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