La opinión de Albares siempre ha sido importante para Sánchez. Cuando llegó a la Moncloa le nombró consejero diplomático. Un negociador en la sombra en materia de política exterior al que en enero de 2020 nombró embajador de España en Francia.
Pero Albares no se dio a conocer por ocupar una jefatura de misión tan estratégica. Se hizo famoso en 2018 por ser el hombre que acompañaba a un Pedro Sánchez con gafas de sol en su primer viaje en el Falcón al poco tiempo de llegar al Gobierno.
Dos objetivos claros
Siendo diplomático y con experiencia como subdiretor general para África Subsahariana dentro del Ministerio, no es de extrañar que Sánchez cuente con él como ministro de Asuntos Exteriores. Lo incomprensible es que no lo haya hecho antes.
De trato fácil y amable y con un perfil político muy marcado, los objetivos de Albares tras su llegada al Palacio de Santa Cruz son claros. Por un lado tendrá que restablecer las relaciones con Marruecos tras la crisis migratoria en Ceuta , derivada de la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali.
Por otro, y tanto en clave económica como diplomática, deberá afrontar las disputas comerciales con Estados Unidos respecto a la tasa Google y los aranceles, pero también intentar reconciliar a la presidencia estadounidense de Joe Biden con la española, cuya relación está muy deteriorada.
Juega a su favor que es diplomático, lo que siempre está bien visto entre los funcionarios del ministerio.
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