Fuertes recelos del «riverismo» por la acumulación de poder del número 3 de Cs
Cuadrado gana enteros pese a que algunos exdirigentes lo ven como «un gestor»
Rivera ejerce involuntariamente de «jarrón chino» y se aleja del partido que lideró trece años
Inés Arrimadas avanza entre zancadillas de propios y extraños. En marzo recibió el complicadísimo encargo de reflotar una nave a la deriva que dilapidó su mejor resultado histórico en apenas 7 meses. De los más cercanos al capitán que llevó a Ciudadanos (Cs) a perder ... 47 escaños de unas elecciones a otras, apenas quedan dos: Carlos Cuadrado y José María Espejo .
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Albert Rivera, expresidente de Cs , asumió el catastrófico resultado en primera persona y dimitió menos de 24 horas después de conocerse el descenso de su partido a los infiernos: los diez diputados. Le siguió poco después Fernando de Páramo , responsable de Comunicación y muy cercano al líder, y en diferido, tras completarse la sucesión, dejó la vida política también José Manuel Villegas , mano derecha de Rivera. Fran Hervías, secretario de Organización, se apeó de la primera línea, pero ejerce ahora de senador.
Carlos Cuadrado
Del famoso núcleo catalán de Rivera, el sanedrín que compartía —en ocasiones— las decisiones del todopoderoso líder, solo sobrevive Cuadrado. Espejo, amigo personal de Rivera que compartía trabajo con él en La Caixa, también era de su máxima confianza, aunque se convirtió en uno de los más fieles asesores de Arrimadas en el Parlament.
Hoy, sin embargo, desde el «riverismo» se ve con escepticismo la acumulación de poder de Cuadrado en el reducidísimo Comité Permanente de Arrimadas . Exdirigentes de aquella etapa relegan su papel al de un mero contable y subrayan que no estaba detrás de las decisiones políticas de calado, aunque ya en los últimos meses Rivera lo situó como vice secretario general, para apoyar a Villegas. Ahora, algunas corrientes del partido lo señalan como el nuevo cerebro en la sombra, un número tres que ejerce de dos.
«Jarrón chino»
Meses después de su desaparición de la escena pública, Rivera confesó en su reaparición que no tenía vocación de «jarrón chino». Comparaba su papel con el de los expresidentes del Gobierno, por aquella famosa metáfora de Felipe González , pero lo cierto es que sus opiniones distan cada vez más de la estrategia emprendida por Cs. Arrimadas presume de las «líneas naranjas» arrancadas al Ejecutivo para permitir la tramitación de los Presupuestos , y Rivera los critica con un fondo similar al de Pablo Casado; ella avala la prórroga de seis meses del estado de alarma, él denuncia que se hurta al Congreso su necesario control.
Pero las evidentes discrepancias entre Rivera y Arrimadas, en las que el primero evita siempre las alusiones directas, se convierten en feroces ataques de dos de sus lugartenientes. Juan Carlos Girauta y Marcos de Quinto, ambos fuera de Cs, son ahora guardianes de las esencias del «riverismo». En Twitter, la crítica a la estrategia de Arrimadas es constante. Y lo que algunos trasladan en privado, que es Cuadrado quien está detrás de cada decisión estratégica, lo aireó directamente De Quinto, quien con Arrimadas perdió su asiento en el Comité Permanente en beneficio de Edmundo Bal.
Decía Girauta que le daba «vergüenza ajena» la «mano tendida hasta el final» de Arrimadas a Sánchez para evitar la concurrencia de ERC y de EH Bildu en los PGE, y De Quinto completaba: «Ahora que Sánchez y su banda se han reído de Arrimadas y su mano tendida, ¿qué más se le ocurrirá a Carlos Cuadrado? ¡Santa Lucía le conserve su visión estratégica!» .
El «exceso» de mando de Cuadrado, no obstante, no solo es cuestionado por exdirigentes de Cs. ABC ha publicado en alguna ocasión críticas de cargos intermedios por un problema que Arrimadas hereda de Rivera: el ensimismamiento en su núcleo más cercano y el escaso debate interno a la hora de tomar decisiones.
Esa impresión ha penetrado ya incluso en el Comité Ejecutivo de Cs. «Parece que Cuadrado está más interesado en aprobar los Presupuestos que Sánchez» , señala un miembro de la ejecutiva a este diario, que considera que Arrimadas «delega demasiado» en él. La enmienda pactada entre el PSOE, Unidas Podemos y ERC para excluir el castellano como lengua vehicular en Cataluña generó ampollas entre los liberales. Otros manifiestan que Cuadrado está ejerciendo el papel que le corresponde a Marina Bravo, como secretaria general.
«Inés tuvo que dar un golpe en la mesa», dice un miembro de Cs, que veía a Cuadrado dispuesto a continuar con la negociación como si nada. Todo implosionó el 5 de noviembre tras aprobarse la enmienda que marginaba oficialmente al castellano, algo que, dicen varios dirigentes de Cs en privado, «atacaba a nuestros principios genéticos».
El runrún interno provocó un movimiento en la dirección, que en principio había desligado la «ley Celaá» de las cuentas públicas. Ese sábado, ABC publica que la dirección estudiaba una reacción; cinco días después del «atropello», el martes día 10, Arrimadas endurece las condiciones y, entre ellas, exige al Gobierno que recupere el carácter vehicular del castellano si quiere optar al «sí» de Cs a los PGE .
Además, se cierra la puerta a coincidir con ERC y Bildu exigiendo al Ejecutivo que firme por escrito, si quiere sacar los PGE con Cs, que no habrá referendos de secesión en España. Esas condiciones generan alivio interno.
Otras fuentes del Comité Ejecutivo alejadas del núcleo de decisión, sin embargo, cierran filas con Arrimadas e invitan a las voces críticas a plantear sus discrepancias en las reuniones de la ejecutiva. Cosa que, según estas fuentes, no hacen.
La periferia
En la periferia de Cs se sitúan rostros como el de Luis Garicano, que perdió la confianza de Rivera por cuestionar el veto a Sánchez. Ahora se limita a sus funciones de eurodiputado y es María Muñoz, economista valenciana fichada para el 28-A, quien determina el rumbo económico.
Francisco Igea, que también promovió un pacto con Sánchez en pleno «no es no» de Rivera y tiene fama de no arredrarse, es de los más críticos con la estrategia de la cúpula de Cs —contra la que perdió las primarias—, porque según él faltaba claridad hacia el votante. «Los Presupuestos son gasolina para un viaje. Si no nos gustan el destino ni los compañeros, igual hay que pensárselo», dijo el viernes.
Otros «barones», como Ignacio Aguado y Begoña Villacís, comparten la estrategia de Arrimadas y creen que es ahora al PSOE a quien se le complica la situación. «Hay socialistas sensatos como el señor Page que ya alzan la voz», comenta Aguado en respuesta a este periódico, que subraya la «incompatibilidad» de Bildu y ERC con Cs y considera que la posición de Arrimadas deja «sin excusas» a Sánchez: «Es una cuestión de principios».