Félix Ovejero: «La izquierda ha desaparecido en España. Luego se sorprenden de que Savater vote a Ayuso»
El profesor de Filosofía Política desmonta en 'Secesionismo y democracia' las falacias del independentismo catalán
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Iniciar sesiónDoctor en Ciencias Económicas y profesor de Filosofía Política, Félix Ovejero (Barcelona, 1957) responde a la llamada de ABC desde la «trinchera». Desde Barcelona, claro, pero también desde su empeño militante en desmontar las falacias del independentismo catalán. Promotor del primer Ciudadanos, el ... partido que en Cataluña consiguió congregar el sentir del constitucionalismo, Ovejero se ha esforzado estos últimos años en combatir el discurso único nacionalista en artículos y libros. El último, 'Secesionismo y democracia' (Página indómita, 2021) examina de manera crítica todas las teorías a las que los separatistas se han agarrado para avanzar en sus aspiraciones.
— En el libro trata de desmontar el independentismo catalán desde unos principios de izquierdas. ¿Ve a la izquierda desorientada?
— La izquierda estaba comprometida, desde el manifiesto comunista para acá, con la eliminación de las desigualdades. Levantar fronteras consiste en excluir al que no es igual, convertirlo en extranjero y privarle del derecho al voto, y ya no digamos del derecho a redistribuir. Hay una incompatibilidad de principio. Hay una fragilidad intelectual de la izquierda. Defender la fragmentación de una comunidad política es una singularidad muy española, que tiene que ver con que se ha impuesto el relato del nacionalismo.
— ¿En qué consiste ese relato?
Se sostiene en dos falacias. La primera, que la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña. Si fue algo, fue una guerra de ricos contra pobres, y por eso la represión fue infinitamente superior en Extremadura o en Andalucía que en Barcelona o Bilbao. La segunda falacia es que el franquismo hizo una guerra contra Cataluña, cuando en realidad aquí hubo una clase privilegiada que se benefició de la dictadura y de una clase obrera sin derechos. Si miras las tasas de crecimiento de la economía de Cataluña durante la dictadura son incluso mejores que ahora mismo. Esas dos falacias contribuyen a crear el mito de que España es una especie de dictadura frente a la Cataluña democrática. La izquierda ha contribuido a difundir esa falacia.
— ¿No existe entonces ese derecho a la rebelión que proclama el independentismo?
— El derecho tradicional a la rebelión se planteaba ante el tirano, ante el dictador, para no está comprometido con esas decisiones. Esto no ocurre en Cataluña. La lengua mayoritaria está excluida de las instituciones. El poder se ha convertido en un negocio personal. Corruptos y delincuentes están decidiendo los gobiernos desde las cárceles. La duda es si ese gobierno es legítimo. Si hay un derecho de rebelión es de los ciudadanos de Cataluña frente a unas instituciones que no respetan el elemental contrato social, no ya de Cataluña respecto al resto de España, sino dentro de Cataluña. Intente pasearse con la bandera constitucional por Gerona, mire lo que le pasó a Vox… tienen el elemental derecho democrático de defender sus ideas en cualquier parte. O el trato al Rey, con la complicidad del Gobierno. Esto ocurre porque aquí no hay una democracia genuina.
— Para desmentir algunos argumentos separatistas comenta la decisión de Gérard Depardieu de renunciar al pasaporte francés.
— La izquierda defiende teorías que han estado vinculadas tradicionalmente al pensamiento conservador o directamente a lo reaccionario. Se dice que hay un derecho de propiedad que es previo al marco político. No: tú eres dueño de tu coche, pero no puedes hacer con el lo que te dé la gana, igual que no puedes poner guardar material nuclear en tu casa. La propiedad no es previa a la idea de España sino que nos otorgamos una serie de derechos sobre ciertas cosas que nos parecen razonables. Se trata de una decisión colectiva previa. Tú puedes decidir marcharte de una comunidad política, pero no puedes llevarte algo que no te pertenece, porque nos pertenece a todos y es previo a lo que uno pueda sentir como propiedad. Cuando Depardieu dice que se va, no lo hace con un territorio que no le pertenece.
— Es paradójico que la izquierda se sienta cómoda en teorías conservadora e incluso libertarias.
— La izquierda ha desaparecido en España. Se ha comprometido con partidos reaccionarios que defienden la identidad. No nos olvidemos de que el PNV defiende que, por ser diferentes, no deben pagar los mismos impuestos ni formar parte de la misma comunidad de ciudadanos. Por eso cuando la gente se asombra de que Savater haya votado a Ayuso… Se ha recompuesto tanto el paisaje político que no hay razones para extrañarse. Ayuso ha hecho un ejercicio de planificación más propio de la izquierda que de la derecha. Buena parte del pensamiento conservador histórico, el que aparece contra la revolución francesa, habla de combinar la identidad –el espíritu de un pueblo– con la comunidad política. Pero es que el nacionalismo catalán tiene una paradoja fundamental: quieren construir la nación. Si hay que construirla, es porque no existe. Apelan a un derecho inexistente, niegan su propia existencia. Como no había una comunidad de identidad, el nacionalismo pujolista se propuso imponerla. De una manera totalitaria decidieron cómo debían ser las pautas de comportamiento.
— Sí parecen haber sido hábiles en el uso de términos como derecho a decidir o autogobierno.
— Si repites una y otra vez una retórica, acaba permeando. Pero el derecho a decidir en realidad niega unilateralmente la condición de ciudadanos a un conjunto de españoles. Palabras como 'igualdad' o 'libertad' se están maltratando; las usan para no decir que son racistas: Pujol tiene declaraciones racistas que en cualquier país de Europa hubieran acabado con su carrera política, y quien dice Pujol dice Junqueras y otros políticos. Es un pensamiento racista que está en el arco de declaraciones del Parlamento catalán. Con Inés Arrimadas han caído en eso porque es de fuera.
— ¿Hay manera de combatir esa retórica?
— España no es particularmente singular en diversidad lingüística. Si haces un sondeo sobre lenguas maternas distintas de la común, seguramente aquí haya menos que en Italia, Alemania y seguramente Francia. Tienen mucha diversidad, pero refuerzan lo común en lugar de alentar las diferencias. Aquí poner barreras lingüísticas es un incentivo electoral. El estado de las autonomías no ha contribuido a resolver el problema, sino a ahondarlo. Debe haber incentivos para que se refuerce lo común, no la desintegración. En España no ha aparecido un partido de izquierdas explícitamente antinacionalista, que hable de igualdad en el País Vasco y de que allí pagan menos impuestos. La izquierda podría defenderlo, pero ese proyecto político ha fracasado.
— ¿Se refiere a Ciudadanos?
— Ciudadanos cometió el error de buscar la competencia política por la derecha. Fue una deshonestidad intelectual. En Cataluña combinaron dos conceptos básicos: la tradición democrática del socialismo y la del liberalismo progresista. Era un espacio por cubrir. De pronto, Albert Rivera decidió cambiar el proyecto, una decisión comparable a formar otro partido nuevo. Ahí Ciudadanos me dejó de interesar. El espacio del PP estaba perfectamente cubierto. Rivera tuvo la honestidad de cumplir su promesa de no apoyar a Pedro Sánchez, pero yo habría preferido que no lo hiciera. Para España era un proyecto interesante.
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