«El Estado tiene una deuda pendiente con las víctimas del terrorismo»
Habla para ABC la viuda de Fernando Buesa, Natividad Rodríguez
Febrero apura su ecuador cuando, al otro lado de la ventana, una cortina de nieve blanquea la ciudad. «Qué bonito está todo, es una maravilla. Siempre que le pille a uno dentro, claro», concede Natividad Rodríguez, viuda de Fernando Buesa Blanco (1946-2000). Han pasado ... diez años desde que ETA asesinó brutalmente al dirigente socialista y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez, cuando caminaban en dirección al Parlamento vasco, pero su huella es imborrable. En la sede de su Fundación, a escasos metros de la Cámara, el legado personal y político de Fernando Buesa completa los huecos de la memoria. Una enorme fotografía en blanco y negro del líder del PSE rodeado de niños ocupa la pared principal. «Fue en un acto electoral. Nos conocimos con 17 años y desde entonces hemos estado toda la vida juntos», afirma Natividad en un falso presente que nos acerca aún más la figura de Fernando. Seis marquitos de plata retratan a unos recién nacidos: son sus seis nietos.
-¿Preguntan mucho por su abuelo?
-A menudo. Sobre todo el mayor, Unai, que va a cumplir 9 años.
-¿Y qué le dicen?
-Le hablamos con naturalidad, ven fotos... Fernando es una realidad presente en la familia, aunque nunca le hemos contado que era político. -¿Por qué no?
-Hay que ir poco a poco. A un niño no puedes darle más información de la que te pide, de la que puede asimilar. A veces le inquieta cómo murió su abuelo, pero entonces le decimos que fue de maldad. Lo mismo que hay niños que pegan en el colegio... [Natividad Rodríguez recuerda demasiado bien aquel fatídico 22 de febrero de 2000, cuando un coche bomba sesgó la vida de su marido y su protector. Acababa de comer en casa, besó a su familia y marchó. Aún hoy, al recordarlo, se le nubla la vista y su voz quiebra].
-¿Cómo vivió aquello?
-Como un tiempo muy sombrío. Ese día habíamos comido todos en casa y él se marchó con mi hijo Carlos, salieron juntos y se separaron metros antes. Entonces oímos el estruendo de la bomba. Fue algo tan especial que mi hija pequeña y yo nos miramos en silencio y pensamos: «Han sido ellos». Salimos corriendo a la calle y cuando llegamos ya habían acordonado todo. Mi hijo Carlos vino llorando: «Mamá, ha sido papá». El mundo se vino encima.
-¿Cree que él lo esperaba?
-Ahora pienso que sí, que sabía que sobre él se cernía una amenaza muy cercana. Por eso ya no quería salir los domingos a pasear con nosotros... Si yo le preguntaba, él siempre me decía: «Tú tranquila, todo va bien». Pero con el tiempo me he dado cuenta de que vivía inquieto tratando de protegernos.
-Sigue viviendo en el mismo barrio, en la misma casa. ¿Nota el calor de la gente?
-Sí. Aquel año hubo una respuesta social tremenda, aunque fracturada. Hubo dos manifestaciones, pero nosotros recibimos el calor de mucha gente. Todavía conservo una caja enorme repleta de cartas, flores y condolencias de ciudadanos anónimos... Pero pasada la conmoción te quedas sola. Tu vida está rota y tienes que empezar de cero.
-¿Ha sentido el amparo de la Administración?
-Bueno, el Estado tiene una cuenta pendiente con las víctimas. Tiene que aprobar la Ley de Víctimas que está guardada en un cajón en el Congreso de los Diputados. El Parlamento de Vitoria ya ha apoyado una ley que nos dará derechos como ciudadanos y reparará injusticias.
-¿Cree que no se ha hecho justicia?
-Bueno, hay dos tipos de víctimas: las que asesinaron, para las que queremos justicia y memoria; y las que sobrevivimos. Bastante hemos perdido ya afectivamente como para también perder laboral y socialmente. No hablamos de subvenciones, sino de recuperar nuestros derechos como ciudadanos, y sólo la ley nos los puede devolver.
-Nuevo tiempo político en Euskadi. ¿Qué ha cambiado?
-Se están abriendo mayores espacios de libertad. Durante años aquí se ha mirado para otro lado. No porque la gente no sea bondadosa, pero ahora hay gente que me habla por la calle que antes ni me miraba. El cambio hace que la gente se sienta con más libertad para significarse. Pero aún queda mucho por hacer y tendrá que ser desde la unidad de todos los partidos, no sólo del PP y del PSE.
-El Gobierno vasco quiere acabar con toda legitimación de la violencia. Para ello, pretende llevar el testimonio de las víctimas a las escuelas. ¿Qué opina?
-Es fundamental. No tiene sentido mantener a nuestros niños al margen del terrorismo, que es parte de nuestra realidad. Que haya un atentado y que en la Universidad no se hable de ello me parece alucinante. Hace falta información y el testimonio humano de las víctimas será siempre enriquecedor. Por su puesto, habrá que adaptar cada caso a la edad de los niños.
-¿Cree que a su marido le hubiera gustado formar parte de este Gobierno?
-Bueno, a él lo mataron hace muchos años, pero para mí esta etapa política liderada por el PSE y el PP es un motivo de alegría y estoy segura de que él hubiera luchado por lo mismo. Nuestra Fundación, su legado, son ejemplos de unidad y pluralidad.
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