Cospedal y Santamaría pugnan por ser la imagen del «nuevo PP» de Rajoy

La segunda, María Dolores de Cospedal , explica a Carlos Herrera en la Cope que este nuevo PP quiere restañar las heridas con los familiares de las víctimas del «Yak-42» , que se sienten abandonadas por el exministro Federico Trillo. Ese día, firma la sentencia de muerte política del hoy embajador dimisionario en Londres y da carpetazo a una época oscura en su partido. Descontada la polémica abierta sobre el copago sanitario por la titular de Sanidad, Dolors Montserra t, ningún miembro del debutante Consejo de Ministros ha conseguido como estas dos estrechas colaboradoras de Rajoy –y a la sazón enemigas irreconciliables– visualizar el nuevo PP, el que dialoga, reconoce errores y pacta con la oposición.

Sus compañeros en el Congreso lo encajan con una sonrisa: «Cualquiera diría que se contraprograman –bromea un diputado– para hacerse con la medalla a la ministra más dialogante». Lo cierto es que en Moncloa el fruto de esa rivalidad indisimulada se ve con muy buenos ojos, a tenor de los resultados. En escasas semanas, la gestión de las eternas competidoras por el trono a ser la dirigente más cercana a Rajoy se ha saldado con éxito. «Nadie soñó –explica un dirigente territorial– que pudiéramos conseguir en pocas semanas acabar con el argumentario de muchos tertulianos en Madrid de que el Gobierno no dialoga con los nacionalistas catalanes o que no se tiene sensibilidad con las víctimas. Ahora se podrán decir otras cosas, pero esas no».

Cada movimiento de las dos dirigentes se mide por el eco mediático que cosecha. Y, como recuerdan en su partido, ambas intentan proyectar con un cierto mimetismo una imagen ejecutiva, poco protocolaria, incluso en la ropa que visten, más discreta y funcional que nunca. La número dos del Gobierno acude ese lunes a Barcelona con atuendo sobrio, una cartera con documentos y, como único adorno, una capa negra a la moda . Lo mismo ocurre con la ministra de Defensa, a quien sus obligaciones castrenses también aconsejan ropa cómoda y menos sofisticada que antes , como pantalones sastre y americanas de tono neutro. Aunque la comunicación entre ambas es casi inexistente, más allá de sus encuentros en las reuniones de los viernes en Moncloa (Cospedal despacha los asuntos de su cartera institucional con el presidente), en Génova creen que son conscientes de que su aportación es fundamental para apuntalar esta legislatura de minorías para el PP . Y también reconocen que «nunca está de más ganar puntos para una futura sucesión, por muy lejos que parezca hoy».

En efecto, la más delicada misión que Rajoy encomendó a su mano derecha en Moncloa avanza con buenos pasos, pese a la cerrazón soberanista en convocar un referéndum ilegal . Es verdad que las visitas de Santamaría en Barcelona no han logrado cosechar uno de los triunfos que acariciaba Rajoy: la presencia del presidente catalán, Carles Puigdemont , en la conferencia de presidentes que se celebrará pasado mañana; ni se ha anotado la asistencia del otro líder soberanista, el vasco Íñigo Urkullu , pese a gestos tan significativos como el cambio del incómodo delegado del Gobierno, Carlos Urquijo.

También hay satisfacción con el giro dado respecto a las víctimas del accidente del Yakovlev. Cambio que tiene una clara autoría intelectual: María Dolores de Cospedal.

Además de su proyección pública, ambas coinciden en cultivar sus parcelas de poder interno: mientras la vicepresidenta sigue presidiendo la reunión de subsecretarios y controlando así cada papel que llega al Consejo de Ministros todos los viernes, la nueva ministra de Defensa se aferra, contra viento y marea, a la Secretaría General del PP .