Cataluña: un anticipo poco probable

Convergència da a Torra por amortizado, porque no le es de ninguna utilidad, porque considera que no da para más su patriotismo emocional, intelectualmente plano y de ningún contenido político. Las primeras discrepancias con el forajido de Waterloo han surgido, porque hasta Puigdemont en Bruselas tiene más sentido de la realidad que el presidente que puso de repuesto. Aunque el expresident haya dicho que Pedro Sánchez «vive en Matrix», él sabe que vive en el lugar más aburrido del mundo, que cada día tienen menos dinero, menos influencia y menos poder, y que no hay nada que desee más que poder volver a España.

Además, duda de si va a conservar por mucho tiempo sus derechos electorales y teme que la reactivación de la euroorden favorezca ahora sí su extradición. El último país en el que ha explorado para esconderse es Suiza, donde también se encuentran Marta Rovira (ERC) y Anna Gabriel (CUP). Con lo bien que este país protegió siempre lo nuestro, hay que ver lo que hemos llegado a mandarle. Puigdemont es también consciente de que su fuerza en el PDECat (sector posibilista de la vieja Convergència) ha menguado, y que si tira mucho de la cuerda imponiendo candidatos podría romperla.

Las encuestas no le son halagüeñas. Ni Torra ni Puigdemont tendrán margen político ni siquiera simbólico para reaccionar sin hacer el ridículo a la sentencia, pero tampoco les conviene adelantar unos comicios que muy probablemente ganaría Esquerra y perderían lo único que les queda, que es la presidencia de la Generalitat . Puede que Torra quiera despedirse con una astracanada, por no ser recordado como un cobarde. Pero tendrá que llevarla a cabo en solitario, porque nadie quiere ir a la cárcel, los que están quieren salir cuanto antes, y aunque diga lo contrario, Puigdemont aceptaría cualquier pacto que no implicara ir a la cárcel para poder regresar a casa.

Esquerra quiere elecciones pero sabe que no puede forzarlas, porque Torra es perfectamente capaz de aguantar sin presupuestos y perdiendo votaciones en el Parlament, y las alianzas que necesitaría para una moción de censura no puede permitírselas, sobre todo en el contexto de una repetición electoral en el conjunto de España. Esquerra estima que las elecciones serán o en la primavera o en otoño de 2020, y aunque preferiría que fueran mañana, no está totalmente a disgusto con la idea de tener unos meses para promocionar y consolidar a su nuevo candidato, Pere Aragonès .

En Esquerra, como en su momento sucedió con Artur Mas en Convergència y con Mariano Rajoy en el PP, están convencidos de la idoneidad de Aragonès como presidente pero confían menos en sus cualidades como candidato. En el caso de ganar las elecciones y de que la aritmética lo permita, los republicanos ensayarían una alianza con socialistas y comunes para romper la política de bloques, volver a la política real y «ensanchar la base social del independentismo».

Hace tiempo que en Cataluña, para este particular y para cualquier otro, Miquel Iceta es el político más alegre y optimista. Sabe que unas nuevas elecciones en España mejorarán los resultados del PSOE y probablemente los del PSC, y sabe también que en Cataluña, tras la incomprensible adeserción primero de Rivera y después de Arrimadas, sus votantes abandonarán del mimso modo -aunque sólo sea en parte- a Ciudadanos, y que el PSC será el partido hegemónico del constitucionalismo. Con talento, paciencia y su evidente superioridad política resepecto de los demás líderes catalanes, ha sabido ahondar en la división del independentismo, se ha hecho con la diputación de Barcelona y gobierna «de facto» el Ayuntamiento. Si la aritmética lo permite, su su nuevo tripartito con ERC y Podemos significaría el fin del bloqueo independentista de la Generalitat.

Ciudadanos fue el primer partido no independentista en ganar las elecciones al Parlament y no sólo no ha sabido aprovecharlo para tomar absolutamente ninguna iniciativa, sino que además sus líderes han abandonado Cataluña . Cualquier elección, local o general, les será esquiva y se quedarán con menos de lo que tenían. Es realmente insólita la dejación de Ciudadanos en Cataluña. Nunca una oportunidad tan buena fue tan mal aprovechada. Nunca tantas ilusiones fueron tan masivamente defraudadas. Nunca los catalanes habían elevado a un candidato no nacionalista a líder más votado, y por lo que les he servido, es razonable que ante futuros comicios se pregunten si el supuesto voto útil tuvo algún sentido. Se resquebraja el espejo de Narciso y con él el de todo el constitucionalismo.

Podemos se desangra en Cataluña como su amado líder en toda España. La guerra interna con la antigua Iniciativa per Catalunya hace aún más leña del árbol caído. El renacimiento del PSC le sangra el voto más de izquierda ; el voto más protestón se va hacia Esquerra. Podemos murió entre Galapagar y la resurrección de Pedro Sánchez.

Es una incógnita si bajo el liderazgo de Alejandro Fernández , el Partido Popular logrará por fin encontrar su ubicación electoral en Cataluña e iniciar así lo que sin duda sería una histórica remontada, suya propia y en general de la derecha, que desde que Convergencia se extravió en sus delirios, no existe en Cataluña; o si se acabará de decantar hacia la extinción parlamentaria, continuando la inercia que se inició cuando gran parte de sus votantes decició pasarse en nombre del «voto útil» a Ciudadanos, total para nada.